El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Ante los desasosiegos políticos, no hay mejor bálsamo que la cultura. En ese sentido, la Feria Internacional del Libro nos brinda ese respiro necesario, ese momento de calma y reflexión que nos permite soportar las angustias del presente, atendiendo aspectos fundamentales que nos reafirman en la convicción de lo importante que es sostener nuestra vida colectiva en tanto nación.
Muchos autores, nacionales y extranjeros, libros de diversa temática, multitud de editoriales, en fin, la palabra impresa en todas sus manifestaciones, se muestran ante los ojos del ciudadano provocando deslumbramiento y reflexión, simultáneamente. Conversatorios y presentaciones de libros son plataformas de diálogo que enriquecen esa comunidad tácita que existe, o debe existir, entre autores y lectores.
Entre la gran cantidad de libros que se están presentando se puede destacar Rastros familiares. José María Eguren, orígenes y trayectoria de la familia Eguren en el Perú, cuya autora, Isabel Cristina López Eguren –sobrina bisnieta de nuestro gran poeta simbolista, José María Eguren–, falleció recientemente, el 1 de abril pasado. Se trató, pues, de una presentación póstuma, emotiva y justa, organizada por Librería El Virrey.
Los presentadores fiueron Juan Carlos Guerrero (antropólogo), Gabriela Adrianzén García-Bedoya (historiadora) y Mariana Libertad Suárez (filóloga venezolana). Cada uno desde su especialidad y propia mirada, señaló que en Rastros familiares se encuentra una mirada distinta y fresca de Eguren, pues lo ubica al interior del derrotero de su familia; desde inicios del siglo XIX, cuando don Andrés llegó a estas tierras procedente de Bilbao, inaugurando el linaje de un apellido que se iría haciendo, con cada generación, cada vez más peruano.
Antecesores y familiares del poeta –como su padre, sus tíos y sus hermanos– participaron en diferentes momentos fundamentales de la historia peruana: el combate del 2 de Mayo, la defensa de Lima durante la guerra con Chile, el enfrentamiento civil entre caceristas e iglesistas –apoyando siempre al Héroe de La Breña–, entre otros. Todos ellos fueron forjando un legado del cual abrevará el autor de Simbólicas. Algo no relievado hasta hoy.
Especialmente interesante es la ubicación de Eguren en una red de relaciones con otros artistas e intelectuales de su tiempo, trascendiendo ideologías y posiciones políticas: desde González Prada hasta Riva-Agüero, pasando por Valdelomar, Mariátegui y Zulen, por ejemplo. Hubo una sociabilidad basada en el afecto –Eguren era muy querido– y en el talento.
Rastros familiares puede ser comparado con otro libro: Nuestra América, de Claudio Lomnitz, nieto de los amigos judíos de Mariátegui, Miguel Adler y Noemí Milstein. En ambos casos, los autores son miembros de las familias que estudian, acudiendo a fuentes inéditas resguardadas y transmitidas por décadas de generación en generación. El resultado es hacer conocidos los caminos abiertos por los antecesores de estos grandes escritores; antecesores que, de a pocos, construyeron una vigorosa tradición familiar.
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