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Ambiciosa puesta en escena de Mariana de Althaus
Mariana de Althaus (Lima, 1974) es una de las más importantes representantes de la dramaturgia peruana actual. Ha escrito y llevado a escena una docena de obras teatrales, y hace poco la editorial Alfaguara publicó, bajo el título de Dramas de familia, un libro que reúne tres de las más recientes obras de esta dramaturga, centradas en la reflexión sobre las relaciones familiares. Siempre dentro de esa temática, De Althaus ha emprendido una aventura sumamente ambiciosa: llevar a escena un verdadero clásico de la literatura universal, Los hermanos Karamazov (1880) de Fedor Dostoievski, acaso la más amplia y profunda reflexión sobre las relaciones entre padre e hijos.
Así, y gracias al apoyo de la Universidad del Pacífico, ya está en escena Karamazov, obra teatral escrita y dirigida por Mariana de Althaus. Los protagonistas son Gustavo Bueno, en el papel del hedonista e irresponsable Fiodor Karamazov; y como sus hijos Rodrigo Sánchez-Patiño (Dimitri), Sebastián Monteghirfo (Iván) y Fernando Luque (Alexei). Como se sabe, los tres hermanos Karamazov representan a las fuerzas que impulsan al hombre: la ambición (Dimitri), la razón (Iván) y la fe (Alexei). A ellos se suma Smerdiakov (Gabriel Iglesias) un hijo ilegítimo de Fiodor, quien parece representar al mal. Los centenares de páginas de la novela están ocupados en su mayor parte por las encarnizadas discusiones entre estos personajes que, a pesar de su carga alegórica, no pierden nunca la complejidad psicológica propia de los seres humanos.
De Althaus no quiere dejar de lado ninguna de las facetas de esas discusiones “familiares”, y opta por presentar fragmentos (los momentos más dramáticos) de muchas de esas conversaciones. Así, en un escenario casi vacío, vemos constantemente entrar y salir actores (muchas veces cargando los muebles que dan el contexto espacial) para representar “mini-escenas” en las que se escuchan las líneas más citadas de la novela. El resultado nos hace recordar a los speedrun movies, esos videos de animación, hoy populares en Youtube, que resumen, en apenas unos minutos de acciones ultra rápidas toda una película. Y es exactamente lo que pretende hacer Karamazov al resumir las decenas de horas de lectura de la novela a las tres horas de esta representación teatral.
Esa excesiva velocidad es el origen de muchos de los problemas de la obra. En primer lugar, de las confusiones de los actores con sus diálogos. Por primera vez hemos visto a Gustavo Bueno trabarse y hasta olvidar líneas de sus parlamentos. Y en uno de los violentos traslados de muebles, Monteghirfo rompió una pata de un sofá, por lo que el mueble perdió estabilidad y cayó al suelo, malogrando la escena. Pero estos pueden haber sido solo accidentes de la función a la que asistimos. Más grave es que el exceso de velocidad no nos permite apreciar la intensidad de algunos escenas, como las de la agonía y muerte del niño. Y en el clímax de la obra (en el juicio que se le hace a Dimitri por el asesinato de su padre) se utiliza el recurso de apagar las luces brevemente para darle a entender al espectador que se ha producido un “salto” en el tiempo, con lo que la puesta en escena se convierte casi en un montaje cinematográfico.
Pero esos son los riesgos inevitables en una propuesta tan ambiciosa como la de Karamazov. En un proyecto de este tipo –el arduo trabajo de llevar a escena una novela tan extensa e importante– es mucho lo que se puede perder (en caso de que las cosas no salgan bien) y poco lo que se puede ganar (siempre será el autor original, en este caso Dostoievski, quien se lleve los aplausos). Finalmente Mariana de Althaus sale bien librada del reto pues, manteniendo la temática de las relaciones familiares (su “demonio personal”, a decir de Mario Vargas Llosa) brinda a los espectadores una experiencia dramática diferente y, lo más importante, los introduce en el complejo y vasto mundo de Los hermanos Karamazov.
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