Editorial Cultura

Arguedas: el indigenista que celebra el mestizaje

Nueva edición de S.P.Q.R.

Arguedas: el indigenista que celebra el mestizaje
  • 17 de noviembre del 2021

Aquí presentamos los artículos de la segunda edición de la revista S.P.Q.R, en la que se analizan los mensajes anti occidentales del neoindigenismo que habla de supuestos “pueblos originarios”, en contraposición a nuestra herencia hispana. Evidentemente este análisis no se puede desarrollar sin reflexionar sobre la identidad nacional y latinoamericana a partir de las mezclas de las tradiciones de los pueblos prehispánicos y la herencia española.

Debajo de los artículos publicados se podrá descargar el PDF de la última edición de la revista (y de la anterior).

En unas semanas S.P.Q.R. tendrá su propio repositorio.

 

 

POR JAVIER AGREDA.

Este año el 12 de octubre llegó al Perú en un contexto sumamente adverso, como consecuencia de la imposición, desde la política, de un discurso cultural polarizante, que pretende dividir a los peruanos entre pobres y ricos, indígenas y criollos, quechuahablantes e hispano hablantes, campesinos y habitantes de las ciudades. Y en todas esas oposiciones, los primeros son vistos como “buenos” y los segundos como “malos” y enemigos.

Esta tan burda polarización apela básicamente a dos tipos de relatos: aquellos relacionados con las corrientes indigenistas de todo tipo, especialmente aquellas que quieren enfrentar los autóctono americano con lo occidental y foráneo; y la Leyenda Negra sobre la conquista española de América. Pero la unión de ambos discursos no es natural,  y la mejor prueba de ello es el respeto y la admiración que algunas figuras claves del indigenismo peruano tuvieron por los aportes de la hispanidad a las tradiciones culturales andinas y hasta a su estructura social, a través de las instituciones políticas del Virreinato. Un claro ejemplo es el escritor y etnólogo Jose María Arguedas (1911-1969), figura central e indiscutible paradigma del indigenismo, tanto en su vertiente literaria como ensayística.

Arguedas, a partir de su propio trabajo, descubrió las semejanzas entre las comunidades andinas y las de algunos lugares de España, y hasta dedicó a este tema el último de sus trabajos académicos, el libro Las comunidades de España y del Perú (UNMSM, 1968). Para escribirlo viajó a España, becado por la UNESCO, para estudiar algunas comunidades de Castilla y Extremadura, en las que se conservaban “Muy antiguas formas de organización comunal”. Arguedas pensaba que “que el buen conocimiento de esas supervivencias y de sus fundamentos históricos iluminarían la historia y la realidad actual de la organización y funcionamiento de nuestras comunidades andinas, lo que sus instituciones representan como productos del pasado y como partes integrantes de nuestra actual e intrincada composición social”.

A continuación citaremos diversos pasajes de ese libro, en los que Arguedas expresa claramente su posición de que el mestizaje y los aportes de la cultura hispana (el idioma español, la religión católica) forman parte de los más valioso de la historia y la identidad peruana.

La organización social

Arguedas descubre en este viaje que incluso muchas de las formas de organización social que se consideran como más típicamente “andinas” en realidad fueron establecidas por los españoles, siguiendo los patrones existentes en España. 

Está asimismo demostrado que la política colonial aprovechó hábilmente y hasta donde fue posible tanto las formas de organización social del antiguo Perú como las de España. Y que tales formas se integraron o ensamblaron no solo por obra de los gobernantes, sino de la práctica cotidiana de las ordenanzas, de su interpretación por el colonizador y de su acierto para aprovechar la antigua organización indigena… Luego de nuestra breve permanencia en tres pueblos de Castilla, algunos aspectos de la historia social del Perú se nos presentaron co­mo problemas que podían ser mejor esclarecidos, y pudimos quedar convencidos de la utilidad del trabajo que realizamos. 

En el Virreinato se protegieron los derechos de los indígenas 

Contra lo que suelen decir la Leyenda Negra y la izquierda radical, durante el Virreinato existió una política de respeto a los derechos y propiedades de los indígenas, especialmente resguardándolos de las ambiciones de aquellas personas que se establecían cerca de sus comunidades, a los que llamaban “colonos”, “colonizadores” o “vecinos”. Y que más bien ese respeto se perdió con la llegada de la República.  

La Corona tuvo en cuenta sus intereses específicos, que no concordaron siempre con los intereses de los colonizadores y, al trazar la política relativa a la administración de las comunidades de indios trataron de protegerlas de la voracidad de los vecinos españoles, otorgándoles ciertas garantías que impidieron el enriquecimiento ilimitado de los colonos. Frenar la capitalización de los colonos, la formación de una burguesía fuerte y de una clase de terratenientes propietarios perpetuos de la tierra fue uno de Ios objetivos de la política real, porque de este modo se impedía las posibilidades de independización de colonos que habitaban un continente tan lejano y tan pleno de medios de producción. Para este fin, la Corona conservó la propiedad legal de las tierras y la propiedad de los indios… Esta política y los métodos que se emplearon para aplicarla hicieron que los pueblos de indios, después de las reducciones que Toledo aplicó implacablemente, disfrutaran de un término comunal, de una propiedad común de tierras de arar y de pastos, las que, según Mishkin, fueron tomados de las tierras que estaban destinadas al pueblo en el Imperio.

Otro texto al respecto: 

Los concejos de las comunidades indias y sus bienes estuvieron protegidos por ordenanzas especiales y rigurosas durante la colo­nia. No de otro modo se explica que hasta el presente hayan retenido los Varayoq prerrogativas tan importantes como las que tenían, y aun las poseen formalmente en Puquio, de repartir las aguas de regadío a cada quien según sus necesidades, a pesar de que para la población en esta ciudad, capital de Provincia, el agua es tenida como de mayor valor que el oro. Tales prerrogativas tenían por objeto limitar la expansión económica de los vecinos, como ya lo expusimos anteriormente. Es tan evidente este hecho que, apenas Bolívar disolvió las comu­nidades, declarando la igualdad de indios y no indios, se inició el periodo de despojo más terrible de las propiedades comunales, hasta que la República tuvo que volver a instaurar la política colonial de de­fensa patemalista de las comunidades indígenas (1920).

Gobiernos locales y sus símbolos

Arguedas descubrió en su viaje que la peculiar autoridad de los municipios andinos,y hasta sus símbolos, desde el vestuario hasta las “varas” (que se usan los alcaldes a manera de cetro) tiene su origen en tradiciones ancestrales españolas. 

“Los miembros de los municipios que regían y gobernaban a las comunidades de Sayago (España) hasta la guerra civil, eran elegidos por los comuneros y administraban los bienes comunales y planeaban los proyectos de trabajo y los ejecutaban, en consejo con todos los vecinos, mediante cabildos dominicales que se realizaban en la puerta de las iglesias. Los miembros del Concejo gozaban de ciertas prerrogativas durante la asistencia a la misa dominical y debían llevar un traje ceremonial distintivo, entre ellos la capa de tabla y la vara. Los muni­cipios de indios del Perú gobernaban, y aún gobiernan a las comuni­dades, oficialmente no reconocidas, mediante los mismos trámites, y sus miembros se visten con trajes ceremoniales de modelo hispánico puro; aunque el indio ha recreado las formas de esos trajes y ha convertido las varas en insignias ostentosamente ornamentadas con anillos de plata burilada, como en el Cuzco. O las han embellecido con dibujos que representan aves, flores y hojas, o simples figuras geométricas, según las diferentes áreas culturales. La capa de tabla la usan los indios alcaldes de algunas comunidades del Cuzco, tales como Pisaq y Q'atq'a. Bien sabemos que la palabra “varayoq” con que se designa al alcalde indio es una composición de la palabra española vara y del sufijo quechua “yoq” (el que tiene).

En otro pasaje del libro, Arguedas explica la forma en que se realizó ese trasplante de las municipalidades hispanas al contexto andino, y sus muy positivos resultados.

La integración del Municipio castellano en la cultura nativa, como instrumento de gobierno, se hizo posible porque las bases económicas de los ayllus convertidos en comunidades fueron conservadas en grado suficiente, pues se conciliaban con la de los municipios españoles, florecientes aun durante el periodo de la organización del Virreinato. Por este método, el núcleo de la cultura indigena permaneció intocado… Este tipo de organización comunal alcanzó tal grado de integración en la cultura nativa que se convirtió en un medio permanente de cohesión de los ayllus. Trasladados a los Alcaldes muchos de los atributos de las antiguos autoridades, se mantuvieron las formas de recreación prehispánicas, con gran esplendor, y permitieron la continuación del ejercicio de las virtudes creadoras artísticas indígenas que, en cierto modo, fueron enriquecidas por los instrumentos y técnicas tomados o impuestos por los españoles. Una nueva era se abrió para las artes tradicionales nativas, porque, además, las fuentes mágicas de su inspiración no fueron cegadas.

Los indígenas tuvieron autoridad y poder político

Arguedas afirma que a través de estas autoridades locales, los indígenas ejercieron el poder político y hasta gozaron de “excepcionales privilegios” durante todo el Virreinato. 

Fueron los caciques o curacas las autoridades políticas conservadas del régimen incaico, los agentes del gobierno colonial ante y entre los indios. Los curacas tuvieron el poder y gozaron de excepcionales privilegios que la Corona les adjudicó, aumentando y consolidando los que ya disfrutaban durante el Imperio. Los caciques desaparecieron, a pesar de su origen antiguo, cuando el gobierno colo­nial fue liquidado, y permanecieron los concejos de indios, porque se habían convertido en una institución representativa de las nuevas comunidades y se integraron sólidamente a la cultura indigena, pues habiendo sido fundadas para su defensa, alcanzaron a cumplir esa función hasta donde era posible. Los varayoq, se convirtieron en los parachoques de la comunidad de indios ante la agresividad y ambición de los vecinos; no fueron intermediarios para la explotación de sus connacionales sino que ellos sufrieron y aún sufren el despotismo de las au­toridades oficiales de los vecinos, mientras el resto de la comunidad puede trabajar en la muy relativa paz de que gozan.

La importancia de la religión católica

Arguedas reconoce que este feliz mestizaje social, político y cultural tuvo uno de sus fundamentos en la labor evangélica desarrollada por los españoles en nuestro país.

La religión católica es observada formalmente y ella rige aun la estratificación social en las comunidades indígenas, como un factor importante. Las fiestas católicas se superpusieron a algunas de las más grandes de la antigüedad peruana (el Corpus Christi al Inti Raymi, el carnaval a las celebraciones del Paqoy, tiempo de la maduración, etc.). Sobre las wakas los misioneros mandaron construir capillas o levantaron cruces. De este modo, el catolicismo contribuyó a la conservación de las antiguas fiestas mediante el acatamiento formal a las insignias católicas instauradas por la Iglesia Romana. Este hecho tuvo una importancia trascendental para el desarrollo de la cultura nativa: se conservaron en gran medida el ritualismo típico indígena; se trasladaron a las fiestas patronales católicas todo el aparato  mágico-estético de las antiguas y, las nuevas fiestas hispano-incas estimularon la creación de un ingente caudal de nuevas danzas y música, en las que los instrumentos de expresión antiguos fueron ilimitadamente enriquecidos por los europeos.

  • 17 de noviembre del 2021

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