Jorge Varela

Una nueva izquierda en América Latina

¿Otra utopía u otra pesadilla?

Una nueva izquierda en América Latina
Jorge Varela
01 de agosto del 2022


Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, el debate teórico, político y estratégico de la izquierda latinoamericana giró en torno a la disyuntiva antitética derivada del dilema revolución o reforma, entre quienes postulaban la primacía de valores libertarios y democráticos (a través de la vía ciudadana electoral), y aquellos que deseaban el cambio total mediante la insurrección, las armas y la violencia. Era una época en que abundaban los devotos de Fidel Castro y de su universo ideal: “la dictadura es democracia, si la ejerce el pueblo”.

Según el periodista argentino José Natanson, “la paradoja es que el faro de este primer gran impulso (primera ola) de la izquierda latinoamericana fue Cuba, pero su modelo de toma del poder no fue replicado con éxito por ningún otro movimiento guerrillero de la región. De hecho, la otra experiencia claramente identificada con la izquierda que llegó al poder en aquellos años lo hizo por una vía completamente distinta: el socialismo democrático de Salvador Allende, a través de elecciones democráticas” (Natanson, “La nueva nueva izquierda”, Nueva Sociedad Nº 299, junio-julio de 2022).

Entre quienes sostenían que “la revolución cubana lo tenía todo: espíritu romántico, heroísmo en las montañas, antiguos líderes estudiantiles con la desinteresada generosidad de su juventud –el más viejo apenas pasaba de los 30 años– y un pueblo jubiloso en un paraíso turístico tropical que latía a ritmo de rumba”, estaba el historiador marxista Eric Hobsbawm. (Historia del siglo XX. Crítica, Barcelona. 2005). Pero ya conocemos el devenir de esta historia larga que tiene más de 63 años de tragedia (desde el ingreso de los milicianos a La Habana) y sabemos que la errática disyuntiva revolucionaria de ‘patria o muerte’ se ha traducido en demasiadas muertes. 


Una segunda ola a otro ritmo

Tres décadas después, en los inicios del siglo XXI, una segunda ola izquierdista comenzó a extenderse por la región empujada por los vientos provenientes del Foro de Sao Paulo, ente fundado en 1990 bajo la influencia determinante del comunismo latinoamericano y caribeño. Esta ola se enfocó en definir una vía compartida para emprender el cambio total y las transformaciones sociales, impulsando procesos políticos radicales a través de asambleas constituyentes que refundaran cada país para comenzar desde ‘cero’, como lo hicieran Chávez, Correa y Morales. No obstante, hombres como Lula da Silva, Kirchner o Tabaré Vázquez optaron por la estabilidad institucional del Estado al ritmo socialdemócrata leve, centrándose en el resguardo de las libertades y el modo normativo democrático de implementarlas, a diferencia de la época de rumba violenta que había tenido lugar en la década de los 60.    


La izquierda chilena contemporánea y su punto de partida 

En Chile la izquierda juvenil ‘auto-iluminada’ que ha accedido al gobierno es un subproducto directo del fracaso de las ‘derechas criollas necias’ que padecieron de impotencia reformista aguda, fatalidad que les impidió crear una base social amplia que les permitiera permanecer en el ejercicio del poder, y simultáneamente es una proyección cultural del influjo magnético emanado de académicos dispuestos a ser sujetos de adoración en vida, una especie autóctona de semidioses. 

Mas ella, como novísima generación, no está ajena a esa misma náusea totalitaria que sus ascendientes aspiraron extasiados; una mayoría significativa de los presidentes elegidos en la zona sudamericana se apoyan sin recelo en grupos de izquierda dura, sometidos a los dictados cubanos.

¿Qué forma adquirirá entonces, este arribo prematuro a la cima con características de ensayo experimental? Esta izquierda ‘a medio sancochar’ deberá gestionar la aplicación de sus proyectos y reformas en un marco de fuerte restricción económica. Como ha sido dicho por varios analistas: “Es una izquierda de la escasez más que de la abundancia”. Además, la correlación de fuerzas ha cambiado: la oposición está liderada por aquella derecha algo confusa que situada en las trincheras tiene conciencia que todavía es capaz de victorias. En este cuadro el único sector minusválido es el denominado centro político. 

Mientras tanto Chile se muestra muy dividido ante el desafío de un proceso constituyente que exigirá una elaborada mixtura de continuidad y cambio, cuyo éxito dependerá de ‘la habilidad anfibia de Boric’ para darse tantas vueltas y saltos como sea necesario.


La nostalgia de una izquierda de ficción 

En síntesis, después del periodo en que las fuerzas de derecha (liberales y conservadoras) no lograron construir hegemonía neoliberal a su pinta (a su modo), la izquierda se convirtió de nuevo en protagonista del actual ciclo político, en un contexto mundial denso y en condiciones más complejas que las del período anterior; con una pandemia devastadora, una derecha expectante al acecho, una economía global en plena recesión y estanflación; factores a los que es necesario adicionar su mala gestión pública de políticas en sí defectuosas, que no resolverán eficazmente las carencias, ni sus viejos errores históricos. 

El éxito de ‘la nueva nueva izquierda’ dependerá –entre otras variables– de la coordinación entre sus comarcas, de la capacidad de sus caciques para implementar un programa socioeconómico realista que incorpore a todos los sectores y sensibilidades –no solo a aquellos vinculados con la diversidad–, y del escenario geopolítico que ha abierto la presente disputa hegemónica internacional.

Hoy América Latina se encuentra en otra fase. Y si la izquierda de esta parte austral del mundo no se ordena racionalmente, ni reactualiza su ideario escuálido y su enfoque estratégico y táctico, sus expectativas dejarán de ser propicias y sus posibilidades de avance se convertirán en una novedosa secuela de fracasos tras fracasos, de esos que hacen llorar. 

De repente pareciera que esta izquierda emergente es de ficción y que sus dirigentes fueran de cartón. Sin prestancia conductora, sin estatura moral, el futuro que se ofrece es una versión remasterizada del pasado. No basta con alardear en pro de la igualdad, si cuando intentan ser sólidos en la defensa del estado de derecho y del pluralismo, a muchos de sus cabecillas les tiemblan las extremidades inferiores y balbucean sin fe ni convicción suficiente la palabra democracia, expresión que hasta les cuesta pronunciar. Aquí es precisamente donde se constata la influencia pérfida de un intelectualismo excesivo, profético, igualitario, determinista y materialista. Aquí es cuando surge la reacción de decirle a algunos académicos afiebrados: ¡colaboren, pero no estorben!

Jorge Varela
01 de agosto del 2022

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