Jorge Varela
Un peronismo sin liderazgos lúcidos
Se ha convertido en un coto de ambiciones personales

“¿Qué queda del peronismo, un fenómeno político que los europeos rara vez han apreciado en su justa medida?”. En un país como Argentina, donde pocos políticos han permanecido verdaderamente fieles a la inspiración original de Juan Domingo Perón, fue la pregunta aguda que el pensador francés Alain de Benoist hiciera al filósofo argentino Pablo Buela, hace quince años (entrevista, “Estudios” 82, otoño de 2007). Buela elusivamente le respondió: “Para todos, la primera diferencia cae por su propio peso: el peronismo es un movimiento popular y no un partido político. Como movimiento antisistema siempre ha sido fiel a sus cuatro verdades o banderas, a saber: 1) la justicia social; 2) la independencia económica; 3) la soberanía política; 4) el nacionalismo cultural”.
Vicios y subdesarrollo ideológico del peronismo
¿Cómo explicar, entonces, la existencia de tantos cauces al interior del movimiento peronista? Daniel Di Giacinti, autor de varios libros sobre el peronismo, reconoce que “lo más difícil de comprender es que no hay una ideología”. No obstante, en opinión de Buela, “el problema más grave del peronismo no es aquel de su mito, bastardo o no, o su subdesarrollo ideológico que, dicho de pasada, es de los más desarrollados… en nuestros días la reflexión europea y yanqui sobre los populismos y su vitalidad los obliga a repensar la relación entre gobierno, Estado y pueblo, sujeto central de la ideología peronista”.
Buela es claro y nítido al enfatizar que “el problema más grave del peronismo… es no haber logrado crear una mecánica de elección de sus dirigentes más auténticos. Y en este ámbito tiene todos los vicios de la partidocracia demoliberal burguesa y aún de otras, para terminar por utilizar el peronismo, con la creatividad de sus dirigentes, como un coto reservado de sus ambiciones personales”.
La comunidad organizada como sustento de integración
“La segunda diferencia es que el peronismo, al proponer su idea angular de ‘comunidad organizada’, la entiende como portadora de un nudo de valores con proyección político-social”. La comunidad se constituye en la tradición nacional y es su expresión: la comunidad en sentido político, sin el cual deja de serlo. Sentido que rebasa los límites de los partidos políticos. Consecuentemente, “la comunidad organizada en tanto que sistema social a construir, es aquella en la que el pueblo deviene en factor integrador (factor concurrente) en el aparato del Estado y específicamente en cada organización libre del pueblo”.
La influencia de Perón
A juicio de Buela, Perón “tenía una sólida formación intelectual y fue un estratega. Diré que tuvo objetivos a largo plazo y que se detenía a reflexionar sobre él mismo (su meditación sobre la conducción política) y sobre la organización del poder (su teoría de la comunidad organizada). Pero su régimen no consiguió llegar a los objetivos fijados, revolución sin completar e inacabada, dejada a medio camino. Para los ‘gorilas=antiperonistas’ con todas las cosas malas; para los peronistas, por todas las cosas buenas”.
A propósito del legado de este movimiento populista y nacionalista y de su influjo, Alberto Buela –exponente de la disciplina metapolítica–, recordaba en la citada entrevista con Alain de Benoist, pensador y ensayista francés, que la ex Secretaria de Estado de EE.UU. Condoleezza Rice en su visita a América del Sur (abril de 2005), había sido muy clara: “La desgracia de esta región es que no se ha podido liberar de la nefasta influencia de Perón”.
La sombra difusa de una revolución expansiva
Razones no le faltaban a Condoleezza, pues el peronismo permanece vivo por más de tres cuartos de siglo, a pesar de las dificultades y de sus variantes internas, deambulando entre el populismo y la justicia social, irradiando su sombra sobre países vecinos y no vecinos. En los años cincuenta del siglo pasado Chile y otras naciones estuvieron expuestas al avance de una fuerte influencia argentina en el plano de sus relaciones internacionales. Véanse los libros de Alejandro Magnet: Nuestros vecinos justicialistas y Nuestros vecinos argentinos.
La idea expansivo-imperialista de Perón y de algunos seguidores de instaurar en el cono sur una sola República conformada por Chile y Argentina es uno de esos sueños no realizados. Incluso el ex presidente Carlos Menem aseguró durante su mandato que iba a seguir trabajando “para cumplir el sueño del general Juan Domingo Perón que quería a Argentina en el Pacifico y a Chile en el Atlántico” (El Mercurio de Valparaíso, 9 de junio de 1999).
Un sentimiento y un mito infinito
Varios análisis concluyen en que el peronismo es un sentimiento que escapa de los cánones políticos tradicionales y hasta de la cordura. ¿Será suficiente el peso histórico de esta pasión para poner término a la creciente polarización de una sociedad sumida en una brecha que se ensancha día a día?
Su carácter de mito infinito ha atrapado por casi 80 años a generaciones de argentinos, encandilados por una idea de justicia social todavía pendiente, de la cual no han podido liberarse. Si no es así, que lo diga Francisco I, uno de sus hijos vivientes.
En un país grande, tan pródigo en personajes insignes y cultos, la escasez de líderes aparece como una constatación lamentable e incomprensible, como si lo real no fuera real.
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