Guillermo Vidalón

Un desolado Palacio

La izquierda llevó al cadalso a Pedro Cateriano

Un desolado Palacio
Guillermo Vidalón
04 de agosto del 2020


El presidente Martín Vizcarra se encuentra cada vez más solo. Escuchar los cantos de sirena de la izquierda lo llevó a obnubilarse, a creer en encuestas cuya credibilidad es cada vez menor. En el último año de mandato constitucional debió promover la edificación de un puente de plata que le permita transitar desde la cúspide del poder hacia la ciudadanía llana, pero se envalentonó y siguió confrontando. Ahora el argumento es la reforma universitaria, que más allá de si resulta positiva, la ciudadanía percibe como otro conejo sacado de alguna chistera para pretender sostener en algo su popularidad.

Vizcarra dejó de lado las enseñanzas de la historia, con sus usos y costumbres democráticas. El argumento de la lucha anticorrupción se tornaba cada vez más endeble, porque los medios de comunicación iban develando –a cuentagotas– que el techo bajo el cual se guarecía al parecer era de cristal y que los casos difundidos por los medios de comunicación –“La cocina palaciega de Miryam”, “Richard Swing”, “Los Moqueguanos”, “Los Raqueteros”– de seguro seguirán, porque el consejo de “no hacer leña del árbol caído” es el menos tomado en cuenta en la política nacional.

Sin embargo, Vizcarra aún administra la caja fiscal, y muchos medios están a la espera de un reiterado financiamiento público que los haga amenguar sus críticas. El presidente avanzó cuando decidió lanzar por la borda a la izquierda, entronizada en el poder bajo el ropaje de Vicente Zevallos y Víctor Zamora. Parecía haberse percatado de la vocación tanática de dicha opción política en cada una de sus múltiples facetas.

Sí, la izquierda que en los años ochenta del siglo pasado fue responsable del mayor baño de sangre de nuestra historia, en el presente siglo fue seducida por la corrupción. O simplemente se atrajeron mutuamente, porque a ambos les fascina el poder y los oropeles. Antes de la pandemia, la izquierda promovió, alentó y celebró la interrupción del orden constitucional, mediante el cierre del Congreso que tenía una mayoría fujimorista exenta de perspicacia política. La izquierda aprovechó este escenario para presentarse como inmaculada, después de haber alentado el voto a favor de Alberto Fujimori (1990), Alejandro Toledo (2001), Susana Villarán (2010) y Ollanta Humala (2011). 

Bajo la administración Vizcarra, la izquierda alentó el obstruccionismo, a cambio consiguió asirse de ministerios claves, los más representativos: la Presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de Salud. Allí retomaron su fascinación por el poder, su desprecio por la ética, el dolor y la vida humana. La mentira fue su estilete más certero para engañar a la población. Había que ocultar el número de muertes de la pandemia y fomentar el caos para eludir responsabilidades. Ayer, la izquierda contragolpeó a Vizcarra, midió el teatro del Congreso y se percató de que la coyuntura era ideal para fomentar el caos. Vizcarra se había distanciado de Podemos, de Alianza para el Progreso y de Acción Popular. Y aunque contó con el respaldo fujimorista, esta vez la izquierda llevó al cadalso a Pedro Cateriano.

Guillermo Vidalón
04 de agosto del 2020

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