Cervantes vence a Marx

Los aficionados japoneses al fútbol que asistieron al último mundial asombraron a todos cuando, al término de un partido, se quedaban en los estadios recogiendo los desperdicios que otros espectadores dejaban regados. Esto demuestra el alto grado de civismo que tiene la sociedad japonesa, su sentido de decencia y el gran respeto que sienten por el orden, por la limpieza y por el prójimo. El gran Roger Scruton lo llamaría simplemente “civilización”, lo cual no se logra solo con un alto PBI per cápita. Se obtiene cuando un país tiene autoestima y sobre todo un inconsciente colectivo libre, sano, ganador y sin gimoteos de víctima.

Es imposible fortalecer la autoestima colectiva con el neomarxismo progre, que promueve la victimización. Nada atenta más contra el desarrollo y la unidad de una nación que la denominada política identitaria que tiene como leitmotiv el resentimiento, la desconfianza, y un latente complejo de inferioridad exacerbado por una narrativa de autoimpuesta vulnerabilidad que inflama y degrada a las personas. Por ejemplo, enfrentar a las personas por diferencias étnicas, por su sexo, por su nacionalidad, etc., es una perversa estrategia del progresismo neomarxista para hacer absurdas generalizaciones acerca de la conducta de las personas cincelando en el alma de los jóvenes pérfidos estereotipos.

El Perú debe aspirar a ser un país de mayorías selectas, no de minorías selectas. Para lograrlo debemos hacer un shock de inversiones en educación y erradicar la endémica y funesta contaminación ideológica neomarxista en nuestros contenidos educativos. La tecnología nos permite acceder a contenidos de calidad a costos muy bajos. Es imperativo tener una visión culta y un corazón educado. Esa visión debe ser también elegante pero no en el sentido aristocrático; “elegante” viene de elegir. Una visión elegante implica elegir dar el ejemplo mediante una conducta que sea digna de ser admirada e imitada, como en el caso de los aficionados al fútbol de Japón.

El neomarxismo progre –al promover la victimización, el resentimiento y la envidia malsana– debilita la autoestima de los pueblos. Esta contaminación ideológica afectó y sigue afectando profundamente al mundo intelectual y cultural peruano. Por ejemplo, el gran poeta comunista Vallejo sucumbió algunas veces a esa tentación dejándonos un cuento como “Paco Yunque” y una novela como Tungsteno que son, en mi opinión, combustibles perfectos para engendrar división y resentimiento. Eran lecturas obligatorias en la dictadura de Velasco, y nos daban una visión sesgada y deprimente de la sociedad peruana. Aún recuerdo la impresión que me generó su lectura siendo aún niño. Hoy bombardean a nuestra juventud con contenidos aún más cargados con esa ideología nefasta.

Como dicen con ironía los franceses inteligentes, solo un intelectual puede justificar y admirar el marxismo. Por ello, propongo reemplazar a Marx por Cervantes. Una filosofía cervantina, a diferencia de la marxista, nos ayudaría a forjar un inconsciente colectivo que de manera espontánea genere un comportamiento ejemplar. Cervantes en el Quijote nos propone una visión del mundo sencilla pero muy potente que consiste en tres aspectos: 1. La vocación por el ideal; 2. La cortesía; 3. El buen humor.

El primer aspecto, la vocación por el ideal, nos hace perseverar y alimenta al entusiasmo haciendo posible una magnífica obra de arte, una novela inspiradora, una conducta ejemplar, una filantropía desinteresada, etc. El segundo, la cortesía, implica el respeto y preocupación por el otro, lo que permite la interacción civilizada y armoniosa entre los seres humanos. El tercero, el buen humor, nos permite lidiar con la realidad y la temporal brecha entre el ideal y la realidad. Como dice el filósofo español Javier Gomá: “La naturaleza regala la tristeza a cualquiera que pasa mientras que la alegría inteligente es un arte raro, más que humano, casi divino. Elogio eterno a quién sepa practicarlo”.

Por ello, seamos como Cervantes y su mítico Quijote. Trabajemos por un ideal de belleza, justicia y prosperidad para todos. Practiquemos la cortesía para convivir en armonía y usemos el buen humor para lidiar con la brecha, esperemos cada vez menor, entre el ideal y la realidad. Sin esta actitud quijotesca jamás se hubiesen elaborado las maravillas que se ven en el Louvre, El Museo del Prado o el Museo de Arte de Lima. Tampoco los hermanos Wright hubiesen logrado volar hace más de cien años o Einstein hubiese podido descubrir la teoría de la relatividad.

Con una ideología del odio y del resentimiento, como pretenden los mercenarios acomplejados del victimismo, es decir los neomarxistas progres, jamás llegaremos a ser un país de mayorías selectas, vibrantes, eficientes, solidarias, cultas y con autoestima. Dejémonos de una vez de gimoteos victimizantes y sintámonos orgullosos de ser herederos de una cultura que hizo Machu Picchu y Sacsayhuamán; y de otra que construyó, ochenta años antes que Harvard, la Universidad de San Marcos, trayendo el riquísimo aporte de occidente a esta maravillosa tierra. Renunciemos y rechacemos el proyecto disfuncional del neo-marxismo que quiere convertir al Perú en una federación de “colectivos vulnerables”. Ese es el camino hacia Cuba, Venezuela y la miseria tanto material como psicológica.

Por el contrario, imitemos a nuestro primer cholo power, el Inca Garcilaso, orgulloso hijo de español y de princesa inca, que hizo literatura de primer nivel en el siglo XVI y XVII vislumbrando, con una gran vocación por el ideal, un gran país llamado Perú, fusión de dos grandes culturas, en sus Comentarios Reales. Hagamos del Perú el ideal que soñamos, con optimismo, con alegría y con trabajo.