César Félix Sánchez
Rumbo a la estatolatría
El regreso de la tentación autoritaria del siglo XIX
Vivimos los albores de un nuevo ordenamiento económico signado por las paradojas de la globalización y la aparente generalización de un modelo de economía de mercado, aun con amenazas de retornos de la política de la mano de guerras comerciales y amenazas de imposición de aranceles.
Como dice Ignacio Ferraro: «Estas novedosas circunstancias en el panorama de nuestra vida social tienen como contrapartida, en el ámbito político, inéditos modos de responder a los retos de esta revolución. La nueva comprensión de la esfera pública y de sus agentes principales se caracteriza por desplazar el histórico debate acerca del conflicto entre el sector público y el sector privado, o entre el Estado y el individuo, o si se quiere entre la economía planificada y la economía de mercado, hacia un orden social cuya piedra sillar es la comunidad, el individuo considerado como ser comunitario o persona socioeconómica. El ciudadano deja de verse como un miembro incluido en un Estado concebido como totalidad, para pasar a considerarse parte de una relación asociativa que da lugar al Estado entendido como una gran institución de servicio a toda la comunidad política».
Por algún momento parecía ser que, lejos de la tentación totalitaria del siglo XX, por fin volvía esa vieja verdad premoderna que hacía del Estado, no el Dios mortal hobbesiano o el Dios en la historia hegeliano, sino un instrumento de la sociedad para alcanzar el bien común.
Sin embargo, la realidad es diversa. Más allá de la dimensión económica, para los que creemos en la mayor eminencia del arte de la política por sobre aquella y que creemos que esta dimensión del agere y del facere humanos debe estar al servicio del fin de la política, que en palabras de santo Tomás de Aquino parece estar ordenado a la «la felicidad contemplativa», el panorama no es nada halagüeño.
Como veremos en los próximos artículos, existen dos formae mentis que amenazan con prepara el camino conceptual y psicológico para un retorno a la estatolatría: la mentalidad del Estado de Bienestar y, curiosamente, el liberalismo revolucionario, especialmente en su utilitarismo y espíritu antimetafísico.
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