Heriberto Bustos
Réquiem para los izquierdistas
Vuelve a fragmentarse tras un triunfo electoral

La actitud de ruptura o alejamiento de la democracia, al optar por el apoyo en cuerpo y alma al extremismo, asumida luego de los resultados de la primera vuelta de las últimas elecciones generales por un sector que se autocalificaba como defensor de los pobres y heredero de jornadas heroicas por el amparo de la democracia, probablemente marque el final de un ciclo histórico de frustraciones e indefiniciones que puso en escena personajes con debilidades ideológicas, verbo semi-radical y comportamiento beneficioso para sí mismos.
Interesa recordar que los mejores momentos de la variopinta izquierda peruana, atraída por el personalismo y la experta justificación de fundamentos ideológico-principistas para afirmarse diferente y a la vez auténtica, coincidieron con circunstancias de unidad. Así por ejemplo, luego de 50 años de confrontación político programática entre Mariátegui y Haya de la Torre y del surgimiento de una serie de sectas excluyentes por lo general dependientes del comportamiento internacional (moscovitas, pekineses, albaneses) o de liderazgos personales (trotskistas, polpotianos, fidelistas), cuando el gobierno militar de Morales Bermúdez en 1978 convoca a elecciones para la Asamblea Constituyente como paso previo hacia la transición a un gobierno democrático, este sector participa fraccionadamente, no obstante, al lograr un tercio de los representantes de la constituyente, entenderá la necesidad de unidad para transitar hacia el progreso del país.
Será con “Izquierda Unida” bajo el liderazgo de Alfonso Barrantes Lingán, que accederá al gobierno local de la capital del Perú (alcaldía de Lima 1984-1986)) tras una clara victoria en las elecciones municipales de 1983. Posteriormente las aspiraciones por asumir el gobierno central, ocurrirán también bajo su liderazgo, quedando en segundo lugar luego de Alan García, decidiendo no participar en la segunda vuelta. Luego de esta experiencia de unificación y tras los resultados referidos, la “izquierda democrática” retornará a la atomización acompañada del resurgimiento de antiguas fracciones con ideas y posiciones radicales, siendo las acciones terroristas (con las consecuencias que se conocen) de Sendero Luminoso (SL) y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) las más protagónica. Desde entonces basará su estrategia de llegada al poder (lastimosamente para resolver sus problemas de subsistencia económica y política) en alianzas y componendas con remedos de partidos democráticos supuestamente cercanos (Toledo, Ollanta, Kuczynski). Transitar que como lo señala John William Cooke no lleva a nada bueno, pues “Los pactos políticos entre fracciones adversas son siempre de mala fe, aunque sean convenientes”.
Asombrosamente la última elección presidencial se constituiría circunstancialmente en un trágico momento de unidad, en el cual los postulados ideológicos del sector que hacemos referencia cedieron su lugar al odio sin razón y al oportunismo como fin, importándoles un bledo el futuro del país al aliarse con el extremismo y posibilitar el desorden económico y desgobierno. Un comportamiento resumido por León Trotski cuando señala: “Todos esos oportunistas que se llaman socialistas pueden irse. ¿Son acaso algo más que un desecho que la historia arrojará al cesto de la basura?”.
A puertas de las elecciones regionales y locales, retornan los acomodos de estos personajes y como si se tratara de un juego a la baraja, cada quien intentando alejarse de su irresponsabilidad y de la pizca de principios que les queda, busca (para seguir engañando a sus seguidores) nuevos vientres de alquiler o apuesta por su propio partido o clan, creyendo que todavía están con vida en el terreno político.
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