Jorge Varela
¿Qué es el pueblo? ¿Quién es el pueblo?
Visiones marxistas y concepción cristiana
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El asunto que nos convoca, ¿qué es el pueblo? o ¿quién es el pueblo?, es un tema complejo. No se trata de una cuestión simple, pues está unida estrechamente a los conceptos de democracia y poder. El profesor chileno Agustín Squella ha citado con acierto a Giovanni Sartori, pensador y politólogo contemporáneo, quien identificó seis usos de la palabra “pueblo”; él por su parte, ha aportado dos.
El primero de estos implica “un empleo muy abusivo del vocablo ‘pueblo’: los que votan por uno, o como uno, en determinada elección”; es el caso de los integrantes y ex-miembros de la autodenominada ‘Lista del Pueblo’ que fueron elegidos para integrar la Convención Constituyente en Chile. El segundo uso: “pueblos” en plural, es utilizado para referirse a “los originarios o indígenas de un determinado país o continente”. (“El Mercurio”, “¿Quién es el pueblo?”, carta, 20 de agosto de 2021)
Disquisiciones marxianas sobre el concepto ‘pueblo’
Friedrich Engels y Karl Marx al analizar la relación entre el pueblo y el “yo”, en La ideología alemana (escrita entre 1845 y 1846), plantearon desde una estructura lógica, las siguientes ecuaciones:
Yo no soy el pueblo.
El pueblo = no-Yo.
Yo = no-pueblo.
Yo soy, por tanto, la negación del pueblo. El pueblo se disuelve en Mí.
Una segunda ecuación accesoria, fue expresada así:
El pueblo no es Yo;
O el Yo del pueblo es el no de Mi Yo.
La gran tesis que sirvió de base a las ecuaciones anteriores es esta: ‘Yo no soy el no-Yo’. Se trata de una formulación que ha incidido en la elaboración especulativa neomarxista, aunque algunos renieguen de ella.
Laclau: el pueblo no existe, hay que construirlo
Para el académico postmarxista argentino Ernesto Laclau –uno de los tantos ideólogos de la izquierda radical–, el pueblo no existe: hay que constituirlo como actor histórico, configurarlo en torno a ideas que encarnen las diversas demandas (reclamos, exigencias) que proliferan en una sociedad. El pueblo en su totalidad (siempre incompleta) aparece de esta manera –representado por un conjunto que nace a partir de la insatisfacción de las demandas (democráticas o populares)– como antagónico al sistema vigente.
Populismo radical = germen del fascismo
Laclau parte del concepto ‘populismo’ para desarrollar su noción de ‘pueblo’, señalando que el primero no es un régimen demagógico determinado, sino que es un modo de construir lo político que puede adoptar distintos signos ideológicos o partidistas. Desde esta perspectiva “el ‘pueblo’ es menos que la totalidad de los miembros de la comunidad: es un componente parcial que aspira a ser concebido como una totalidad legítima” (La razón populista).
Este proceso opera a partir de diversas subjetividades colectivas que tienen diferentes necesidades expresadas en demandas democráticas y/o populares. Estas últimas se canalizan a través de un significante –(por ej.: la libertad, la igualdad, el bien común, un líder carismático, etc.)– que las remite a un espectro de posibilidades de identificación común, permitiendo la construcción de nuevas hegemonías que abren la posibilidad del antagonismo. Así es como nace el sujeto político del populismo radical.
Laclau señala que “la construcción de un pueblo es la condición sine qua non del funcionamiento democrático”, de la legitimidad democrática, tanto en sentido participativo como en el liberal o puramente representativo. Se conforma así, una dimensión constante de la acción política: un modo de construir lo político (La razón populista). Es la tarea de una política radical, de una sociedad posible.
Se ha dicho que a partir del no-pueblo se configuran diversas identidades, las que ‘se constituyen hegemónicamente’ desde la existencia de una o varias diferencias. Al interior de lo social (del todo) se articulan diferentes sujetos colectivos que desgraciadamente devienen en asambleas jacobinas donde la conducción recae en los más autoritarios y gritones.
¿Es este un populismo radical posible o, quizás, imposible? ¿Lo expuesto anteriormente justifica que lo social se configure en el marco de prácticas hegemónicas? Ello explica que Slavoj Zizek en su crítica a la propuesta de Laclau, sostenga que el populismo lleva en sí el germen del fascismo.
Construcción de una nueva hegemonía
Esta construcción de hegemonía, esta emergencia de ‘pueblo’, esta influencia de lo político como fundante de lo social, dibujan el mapa de una tríada a partir de la cual se pueden ensayar diferentes recorridos, uno de los cuales es el referido asambleísmo antidemocrático.
Chantal Mouffe afirma que el enfoque radical tiene como objetivo “una profunda transformación de las relaciones de poder existentes y el establecimiento de una nueva hegemonía”. Amparada en Gramsci, la práctica hegemónica puesta en marcha por un sector (que se instituye en pueblo), permite extender una demanda particular, constituir un fundamento contingente y radicalizar la democracia. “Esta operación por la que una particularidad asume una significación universal inconmensurable consigo misma, es lo que denominamos hegemonía”, argumenta y enfatiza Laclau.
Negri: el pueblo es una única identidad, no es la multitud
Una tesis distinta a la de Laclau es la sustentada por Antonio Negri. A juicio de Negri “el pueblo ha sido tradicionalmente una concepción unitaria… reduce la diversidad a una unidad y vuelve a la población una única identidad: ‘el pueblo es uno’. La multitud, en contraste, es muchos. La multitud está compuesta por innumerables diferencias internas que nunca podrán ser reducidas a una unidad o una única identidad (...) En la multitud las diferencias sociales permanecen diferentes. La multitud es multicolor” (Antonio Negri). La noción de multitud es entendida como multiplicidad social que tiende a actuar en común y comunicarse; es diferente a la de pueblo, categoría que Negri caracteriza como una unidad, una identidad.
Según el punto de vista conceptual negriano, la multitud se distingue nítidamente de otras nociones de sujeto social, como: pueblo, masa y clase trabajadora. Ya se ponderará en lo grueso a Negri a la luz del pensamiento de Maritain.
Visión humanista cristiana
En El Hombre y el Estado, el filósofo francés Jacques Maritain expresaba, desde una visión humanista cristiana –hace casi 70 años– que: “pueblo es la multitud de personas que, unidas bajo leyes justas, por la mutua amistad, y para el bien común de sus humanas existencias, constituyen una sociedad política o cuerpo político”. Y proseguía: “El pueblo es la sustancia misma, la sustancia libre y viva del cuerpo político (...) El pueblo está por encima del Estado, no es para el Estado, sino que el Estado es para el pueblo”. Es que en el humanismo de inspiración cristiana lo importante es la persona, la comunidad y el bien común.
En momentos que Chile trabaja en la redacción de una nueva Constitución, toda inquietud acerca del concepto pueblo es merecedora de estudio y análisis profundo.
Populismos falsos e hipócritas
Los disparates de los populistas pueden conducir hacia cualquier destino. Hugo Chávez, quien siempre se ufanó de ser la encarnación del pueblo venezolano, decía al final de sus días: “Yo ya no soy Chávez, yo soy un pueblo, carajo”. (Enrique Krauze, El pueblo soy yo).
El pueblo como realidad e ideal distorsionado ha sido históricamente el pretexto de tiranos delirantes para emprender aventuras y justificar locuras. No son los únicos: muchos de aquellos líderes sociales y políticos que se proclaman sus defensores también lo han humillado y avasallado, al cuestionar su verdadera esencia y utilizar su nombre en vano. El comandante Chávez no fue ni será el último rufián.
¡Oh, pueblo!, ¿cuántas veces te han engañado?, ¿cuántas veces te han violado?, ¿cuántas veces te han asesinado?
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