Guillermo Vidalón
¿Por qué reactivar los proyectos mineros?
Frente al desafío de la recesión económica

Se deben reactivar los proyectos mineros, primero, porque es una obligación de todo Gobierno cuidar la vida de sus ciudadanos de manera apropiada. Y la producción minera y sus interacciones propician las condiciones para elevar los niveles de bienestar y calidad de vida de la población.
Segundo, porque la realidad nos está demostrando que la pandemia continúa avanzando, ubicándonos entre los diez países con mayor número de fallecidos por millón de habitantes. Y las causas están en la debilidad de nuestro sistema de salud, la corrupción que ronda el aparato estatal y, también, la falta de previsión y poca experiencia en la gestión pública de algunos funcionarios. Ciertamente, el escenario es complejo para dar una respuesta adecuada y pronta para los problemas que representa la pandemia del Covid-19.
Tercero, porque la cuarentena decretada por el estado de emergencia nacional no ha logrado alcanzar la “meseta” de contagios. En ese contexto, las medidas de confinamiento y aislamiento social han impactado negativamente la economía de todos, pero principalmente de los más vulnerables. En ese sentido, es que surge la urgencia de reactivar las inversiones para generar empleo productivo y evitar que un mayor número de peruanos caiga en situación de pobreza o, peor aún, en pobreza extrema.
Cuarto, la reactivación de la economía tiene que ir acompañada de protocolos de higiene y sanidad adecuados que garanticen la integridad y la salud de los trabajadores. Sin embargo, no todas las actividades económicas formales están en condiciones de implementarlas y brindar equipos de protección suficientes para su personal, y menos de garantizar que estos no se contagien mientras se trasladan desde sus domicilios a sus centros de trabajo. Mayores desventajas enfrentan quienes engrosan las filas de la informalidad. Lo cierto es que el Estado requerirá de recursos crecientes para seguir atendiendo la emergencia, y hay que sufragarlos.
En consecuencia, la realidad nos indica que se requiere liderazgo y convicción en el aparato estatal para hacer frente al desafío que representa disponer de menores recursos económicos, enfrentar la demanda de la ciudadanía por mejor y mayor atención, incrementar la ayuda social y contener, en simultáneo, la creciente criminalidad. Afortunadamente, la estrategia de supervivencia de vastos sectores de la población ha evitado el desborde social y las manifestaciones violentas que,lo único que habrían logrado es agravar la situación.
Cualquier familia, por humilde que sea, sabe que si carece de recursos suficientes debe generárselos. Por ese motivo, resulta incomprensible la actitud pávida de quienes tienen la responsabilidad de acrecentar y fortalecer la economía nacional; sobre todo cuando el sector minero ha manifestado su reiterada disposición para contribuir al desarrollo del país y atraer más y mayores inversiones. Parecen desconocer que las exportaciones agropecuarias han caído en 35.9%, en tanto que la minería fue menos impactada (-19.5%).
Las cifras económicas están indicando que la recuperación vendrá de la mano de la minería.
Condicionar el respaldo del Estado a una especie de etérea unanimidad es eludir el encargo que les corresponde, actuar con desidia ante el dogmatismo antiminero y someter al país a la coacción de quienes no representan los intereses nacionales. La historia nos enseña que la derrota militar de los movimientos subversivos se debió al hartazgo de la mayoría de la población y al liderazgo ejercido frente a los violentistas. Si se hubiese implementado la estrategia de la dilación ad infinitum, hoy el Perú sería gobernado por una dictadura comunista e inoperante. Ojalá no vayamos en esa dirección.
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