Carlos Adrianzén

¿Por qué no se debería reformar hoy las AFP?

Apurada reforma disimula el afán demagógico y la corrupción burocrática

¿Por qué no se debería reformar hoy las AFP?
Carlos Adrianzén
10 de agosto del 2020


El vocablo “reforma” ya está gastado. Se acepta que las reformas resultan algo bueno o deseable, que implican mejoras. Desdichadamente la historia está repleta de ejemplos de reformas erradas. El corrupto dictador Velasco Alvarado, por ejemplo, introdujo una serie de reformas (dizque estructurales) que –de la mano con la espuria Constitución Política de 1979– marcaron un retroceso socioeconómico en el cual los peruanos terminamos con un empobrecimiento casi africano. Otro caso nos refiere a algo más fresco. A los últimos retrocesos de Vizcarra, en materia económica y política, que son mediáticamente etiquetados como reformas; aunque básicamente lo único que hacen es erosionar libertades económicas y políticas con fines populistas.

Hoy, por ejemplo, una iniciativa de reforma a las AFP –aunque popular– puede resultarnos socioeconómicamente tóxica. Esta reforma o perforación del sistema previsional privado (como usted prefiera etiquetarla) autoriza otro retiro de los aportes. Esta vez solo para algunos aportantes (los que no registran aportaciones o retenciones el último año). Aquí notemos lo que no le dicen. Que esta perforación daña severamente al resto de los aportantes. A millones de trabajadores que registran aportaciones o retenciones en los últimos doce meses. Ellos sufrirán la expropiación indirecta de parte de su jubilación. Y es que, cuando por imposición estatal se venden miles de millones de soles en instrumentos de las AFP (de los aportantes arbitrariamente beneficiados), caerá el valor de mercado del fondo de los excluidos. Se reduce la jubilación prospectada de cada trabajador que –por la arbitrariedad de la ley– no podría retirar sus recursos.

Lo que –gracias a una longeva y demoledora campaña mediática– el común de la gente no entiende es que esta Reforma implica otro detalle inquietante: al presentarse como una reforma de todas las pensiones, no solo mezcla la débil ONP con el SPP, sino que esconde la estatización de la administración de los fondos del sistema privado (introduciendo mayores rangos de financiamiento a las cuentas fiscales). Sí, estimado lector, recuerde que en estos momentos uno de cada cinco soles aportados a las AFP financian el creciente déficit fiscal del vizcarrato. Si, y como resulta hoy una suerte de secreto a voces, la brecha fiscal fuera cercana al 10% del PBI para el presente año. El gato (la burocracia) necesita tomar control de la despensa (ese 21% del PBI de los fondos de las AFP). Por ello, culpar a la rentabilidad de las AFP –otorgada regulatoriamente por los silentes MEF, SBS y BCRP– resulta una cortina de humo… redonda. 

Pero nótese: la reforma resulta popular no solo para los millones de electores que no tienen un sol en las AFP, sino que –gracias a las fallas regulatorias– los más de siete millones de peruanos que sí tienen recursos en el sistema privado no parecen darse cuenta que al descalzar al sistema (con retiros selectivos) y vía la administración estatal de su fondo, perderán parte significativa de sus aportes. Sí. Como en el vergonzoso y nunca castigado episodio del latrocinio de los fondos y reservas del Instituto Peruano de Seguridad Social (IPSS) en los ochenta, con Acción Popular, el Apra y la Izquierda Unida. 

Pero –insisto– los congresistas y el grueso de los electores no ven esto. Existe tan intrincada combinación de obscurantismo económico, ideología y emoción, que resulta inútil tratar de hacerlos usar la razón. Para muchos, el que el vizcarrato los abandone a su suerte –proscriba que trabajen y no les otorgue un subsidio de supervivencia– es comprensible. Y que, dada la desesperada situación de muchos y el fracaso burocrático enfrentando el Covid-19, que se gasten lo poco que han ahorrado para su vejez les parece algo justiciero. Y es que justamente en este punto –lo poco que han ahorrado millones de compatriotas desde que existen las AFP– está el quid del asunto. El grueso de los trabajadores peruanos tiene ingresos bajos. Apenas les alcanza para el día a día. No les alcanza para comprar un paquete previsional frugal.

Haber obligado a que trabajadores con ingresos cercanos a su subsistencia ingresen un sistema de capitalización individual y haberles vendido que algún día tendrían una jubilación grande con aportes pequeños, resultó una ingenua manera de tratar de salirse del problema, y de paso, contentar a ciertos mercaderes. Téngalo bien claro: aportes pequeños producen jubilaciones pequeñas, Aportes grandes, jubilaciones mayores.

Supongamos que, como algunos despistados plantean –recordando a Le Bon– que los congresistas solo quieren contentar a los posibles electores. Y que, así las cosas, a pesar del significativo ruido financiero generado, resulta verosímil que la reforma vea la luz y, por lo tanto, se materialice otro accidente previsional. Con esto se reducirá severamente el financiamiento de larga maduración del sistema financiero local. Consecuencias previsibles: menor crecimiento, menos empleo, mayor pobreza. La reforma implica un gran error de política económica, pero es verosímil.

Por todo esto hoy, con el reto al frente, debemos entender que una apurada reforma del sistema AFP disimula tanto un afán demagógico cuanto, corrupción burocrática (opciones turbias con inversionistas inescrupulosos) y una confiscación de fondos a millones (al tomar el control estatal de los fondos de los trabajadores en medio de un déficit fiscal fuera de control). 

Pero… ¿algo puede ser mejorado? Ayuda comprender que las AFP inteligentemente reguladas –diversificando globalmente su portafolio e incrementando canales de aporte y de jubilación– pueden dibujar un buen canal para trabajadores con capacidad efectiva de ahorro previsional (para una minoría). Pero para la mayoría de trabajadores de nuestra PEA, con ingresos de subsistencia, mejorar implica mayor flexibilidad laboral, privatización de la oferta educativa e incrementar los canales de escala parca para el aporte y la jubilación.

En este tema, por favor, recuérdelo bien: la ideología, la emocionalidad y las creencias, resultan los tradicionales cómplices de los ladrones.

Carlos Adrianzén
10 de agosto del 2020

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