Giuliana Caccia
Plan Estratégico de Desarrollo Nacional 2050
Atrapado entre el invierno demográfico y la ideología de género

El Perú se encamina hacia un invierno demográfico. El propio Plan Estratégico de Desarrollo Nacional al 2050 (PEDN), elaborado por el CEPLAN, lo reconoce: la transición demográfica del país está marcada por la drástica caída de la fecundidad y el envejecimiento acelerado de la población. Sin embargo, el mismo plan adopta como marco ideológico la Agenda 2030 y su enfoque de género, cuyo efecto concreto ha sido precisamente reducir las tasas de natalidad. El resultado es una contradicción insostenible: un país que declara querer un desarrollo sostenible, impulsa al mismo tiempo políticas que erosionan la base demográfica que lo haría posible.
Los datos oficiales son contundentes. Según el propio PEDN (pág. 273), a partir de 2030 la fecundidad caerá por debajo del nivel de reemplazo. El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en su informe Situación de la población peruana. Una mirada hacia los jóvenes 2023, proyecta que en 2040 los menores de 15 años serán casi equivalentes en número a los adultos mayores (7,56 millones frente a 7,58 millones). Para el 2050, los adultos mayores (9,5 millones) superarán con creces a la población joven (6,94 millones). Además, la tasa de crecimiento poblacional se reducirá a apenas 0,3%, cifra que resulta insuficiente para mantener una pirámide poblacional saludable. Nos encaminamos a una estructura poblacional envejecida que compromete seriamente la viabilidad económica y social del país.
Lo paradójico es que el propio PEDN identifica entre las causas del declive demográfico el aumento de la “autonomía reproductiva femenina”, es decir, el efecto de políticas culturales promovidas desde el enfoque de género —eje de la Agenda 2030, en la que el CEPLAN ha alineado explícitamente los planes de desarrollo nacional—. De hecho, este alineamiento ha contado con financiamiento externo, como los más de 2 millones de dólares recibidos de la cooperación alemana (GIZ) para adaptar los planes peruanos a los objetivos de la ONU. Estamos así ante un defecto de origen: ¿cómo pretende el PEDN revertir el invierno demográfico mientras refuerza las políticas que lo provocan?
Para lograr un desarrollo verdaderamente sostenible, el Perú necesita una política demográfica coherente. Y eso implica revisar el actual enfoque del PEDN, que omite un actor clave: la familia. Sin familias fuertes y jóvenes no hay renovación generacional posible. Si esta contradicción no se resuelve, el desarrollo que se proyecta será una ilusión ya que no se puede sostener una economía creciente sobre una sociedad envejecida y en retroceso poblacional.
La familia: la gran ausente
Una de las omisiones más graves del PEDN es no reconocer a la familia como eje fundamental de la dinámica demográfica. La ciencia, la experiencia y el sentido común coinciden: es en el ámbito familiar donde se toman las decisiones clave sobre tener hijos, formar hogar y proyectar vida. No se trata de una afirmación idealista: está ampliamente demostrado que es de familias estables y fortalecidas de donde se puede esperar un crecimiento poblacional saludable, capaz de generar ciudadanos sólidos y virtuosos.
Cabe preguntarse si esta omisión es realmente involuntaria. Dado el alto grado de alineación del CEPLAN con la Agenda de la ONU, según consta en distintas fuentes empezando por el mismo PEDN, es legítimo suponer que no incluir a la familia como actor estratégico ha sido una decisión deliberada. Es más, cabe recordar que dicha lista de deseos menciona la palabra “madre” una sola vez —y en referencia a la “Madre Tierra”. Nada más. ¿Cómo superar el mayor problema que enfrentaremos en 25 años —el invierno poblacional— si no reconocemos a la familia como el principal dividendo demográfico sostenible?
¿Migración como solución?
El PEDN también plantea la migración como una posible vía para equilibrar la estructura poblacional futura. Sin embargo, tanto la evidencia internacional como los estudios demográficos coinciden en que la migración no es una solución estructural ni sostenible al declive demográfico. Peor aún, en países como el Perú, donde no existe una política migratoria clara ni planificación de largo plazo, este fenómeno puede intensificar los problemas sociales, tensionar los servicios públicos y agravar la informalidad económica.
A esto se suma un hecho aún más preocupante: la creciente fuga de talento joven. Cada vez más peruanos optan por emigrar en busca de mejores oportunidades laborales, lo que socava el recambio generacional y debilita aún más la base del dividendo demográfico.
La urgencia de una nueva agenda
Sorprende que, pese a la gravedad del problema, el tema demográfico y el rol de la familia brillen por su ausencia en la agenda pública. Por ejemplo, hasta el momento ningún candidato presidencial ha puesto este tema sobre la mesa, a pesar de que está en juego la sostenibilidad misma del país.
Un plan estratégico nacional debe construirse sobre datos objetivos y realidades verificables que permitan proyecciones razonables, no sobre marcos ideológicos. Cuando dicho plan se fundamenta en una agenda globalista que no responde a las condiciones locales —y que, como se ha mencionado, incorpora enfoques ideológicos como el de género como eje estructural—, se debilita su capacidad de responder eficazmente a los desafíos reales del país. Un enfoque así compromete la utilidad práctica del plan y aleja sus metas del bienestar nacional.
Por ello, resulta urgente replantear el PEDN y ubicar a la familia en el centro del planeamiento nacional. La familia es un núcleo de sostenibilidad social y motor del crecimiento humano. ¿Por qué no darle ese espacio en nuestras políticas públicas, de manera que se fortalezca su rol en la formación, el cuidado y el desarrollo de las personas, en la sostenibilidad demográfica y en muchos otros ámbitos?
La sostenibilidad de una nación comienza en el seno de familias fuertes, estables y con horizonte. Sin relevo generacional, no hay desarrollo posible. Por ello, junto con implementar sistemas de indicadores y alertas tempranas, que permitan monitorear los cambios demográficos y su impacto socioeconómico, es imprescindible trabajar políticas públicas que hagan frente a este grave problema.
COMENTARIOS