Eduardo Vega
Odios injustificados
El país sigue polarizado en torno a la figura de Alberto Fujimori
Alberto Fujimori gobernó el Perú durante un periodo equivalente al 5% de la era Republicana, y su “mandato” acabó hace ya casi un cuarto de siglo. Sin embargo, lejos de que nuestros historiadores accedan de manera objetiva al estudio de aquellos tiempos, nuestra sociedad aún vive “marcada” por esa época, con mucha polarización.
En efecto, el gobierno de Fujimori acabó en noviembre del año 2000, y hasta hoy se siguen escuchando absurdos como que es el responsable de tener a las combis, destruir la mayoría de la industria nacional, del deterioro de la clase política, de las muertes en Barrios Altos y La Cantuta, y de muchos actos de corrupción sobre los que no pidió perdón.
Al respecto, sin ser fujimorista y tratando de ser objetivo, es justo decir que se puede encontrar en YouTube (si no lo han sacado) que en más de una ocasión pidió perdón por haber defraudado a una parte de la población, así como a las víctimas de las fuerzas del orden durante su gobierno. Parece que lo que no existe es el perdón hacia él por parte de un importante grupo de supuestos afectados por aquellos actos. Ese grupo no sopesa que quienes más daño hicieron a la población y el país en aquellos tiempos, hasta se enorgullecen de los resultados de su “guerra popular”. En todo caso, el problema está en estos resentimientos dentro del poder mediático.
Llaman la atención las críticas para quienes fueron a despedirlo, pues al final cada quien agradece a quien quiere. Nadie tiene la autoridad para prohibir a la población, dar gracias por lo que consideran nadie más hubiera hecho, o acaso hará por ellos.
Aquí no vamos hacer el recuento detallado de todo aquello que hizo bien o mal Fujimori; eso quedará como tarea para los historiadores del futuro. A ellos sólo queda pedirles que lo hagan con un único sesgo: sean patriotas, y desde allí verifiquen la efectividad del saldo que nos ha dejado el legado de un pequeño espacio en la historia de nuestra república.
Gente como Javier Masías, V. Mendoza o Sigrid Bazán, que hoy en día no superan los 45 años de edad no habían acabado el colegio –o siquiera nacido– cuando empezó el gobierno de Fujimori, deberían tener más que claro que sin la firmeza con la que se actuó en los noventa, tanto el presidente como las fuerzas armadas, hoy tendrían mucho menos de todo lo que los rodea.
¿Hubo errores? Sí, y es nuestro trabajo enmendarlos cuanto antes; peor aún si se trataba de soluciones temporales, como el caso de las combis, pues no tiene sentido seguir en lo mismo. Si ya advertimos el problema, y no hemos sido capaces de tomar las riendas para solucionarlos en 25 años, de nada sirve recordar al culpable original.
¿Hubo excesos? Claro que sí. No se puede tapar el sol con un dedo, pero se odia más a Fujimori que al “Capitán Carlos” o al propio Urresti; se repudia al expresidente aún más que a un injustificable asesino de policías como Antauro Humala. Se promueve el desprecio a la gestión de un presidente recordado positivamente por el pueblo, pero no a las de asesinos impunes como Maduro o Fidel Castro. De nada sirve un Lugar de la Memoria (con o sin distorsiones), si no vamos a perdonar a quienes menos daño hicieron.
Sacando cuentas rápidas, si la foto de un asesino como Ernesto Guevara vende camisetas como si fuera “Che Donalds o Mc Guevara´s” (según K. Johansen), luego de haber liderado una revolución que sólo destruyó Cuba, creo que Fujimori tiene derecho a tener varios miles de simpatizantes, luego de haber sentado las bases para la reconstrucción del Perú. Basta de resentimientos, eso sólo genera estrés y no lleva a ningún lado, salvo la autodestrucción.
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