Cecilia Bákula

Nos acercamos al bicentenario

Perdemos una gran oportunidad para reflexionar sobre nuestro futuro

Nos acercamos al bicentenario
Cecilia Bákula
25 de abril del 2021


Muchas veces pienso si habrá valido la pena todo lo que el país ha vivido, con éxitos y fracasos en estos 200 años; en cómo nos verían quienes a lo largo de estos dos siglos, dieron su vida para construir el futuro, que es ahora nuestro presente. Veo que se ha desperdiciado una fecha, una oportunidad que debería habernos servido para una reflexión hacia el futuro.

Han sido los últimos gobiernos los que han impedido ese proceso de mejor conocimiento y reflexión, mejor acercamiento y estudio de nuestra historia de los últimos 200 años. Son esos últimos gobiernos los que han destruido la riqueza potencial de la educación, para transformarla en un trampolín al vacío; pues salvo que me demuestren lo contrario, es una realidad que no solo no aprobamos con mínimo nivel la prueba PISA, además nuestros estudiantes de último año no están en condiciones de competir con otros jóvenes de países cercanos.

En lo que sí ha habido éxito es en que tenemos ahora y cada vez más, ciudadanos sin compromiso con la patria, con desprecio y desinterés hacia su historia, sin apego a los triunfos y héroes, sin dolor por los fracasos, sin sentimiento de pertenencia ni de identidad, sin esperanzas; pero con muchas frustraciones, porque se les ha engañado haciéndoles creer que esa educación recibida les serviría para el futuro y, con esa educación, lamentablemente el futuro soñado no llega. Se les ha llenado de odio y desesperanza, de antivalores y de una idea de libertad que es, sin duda, el llamado a un gran libertinaje que solo trae más pobreza, más angustia, más frustración.

Con una población altamente desempleada y desesperanzada, la situación política agrava cualquier perspectiva de visión de futuro. Porque, además, vivir hace más de un año en la complejidad de la crisis sanitaria y la falta de respuestas eficientes –que en gran medida ha tenido el Gobierno– solo se convierten en caldo de cultivo para que la frustración aflore. Añado a ello una carencia de vida espiritual, pues se considera que la fe, la práctica religiosa, la doctrina y la moral no están de moda; y por ello, se ataca a quienes profesan no porque moleste el que alguien tenga fe, sino porque se ataca a aquellos valores que “incomodan” a la sociedad moderna que quiere vivir solo a su aire, sin límites, ni principios, ni responsabilidades. Muchas veces se enaltece a quienes propician el antivalor, y pienso que es para que no se haga evidente, precisamente, esa condición del antivalor que es agradable cuando se practica, pero gravísima cuando se sufren las consecuencias.

Cuántas acciones desafortunadas viene teniendo el actual Ejecutivo: incapacidad administrativa, falta total de habilidad para una comunicación coherente y comprensible en los mensajes y cero nivel de empatía. Claro que gobernar en estas circunstancias ha de ser difícil; pero es responsabilidad de quienes se han creído capaces para ello y nos van llevando hacia el despeñadero. Son muchos los gestos y los actos fallidos y equivocados. Grave es, por ejemplo, lo que ha sucedido hace poco en Piura, en donde la población, manifestó abierta y claramente su malestar, porque se ha sentido engañada y despreciada por el presidente. Con el agravante de que Piura, una región riquísima, sigue viviendo las consecuencias no solo de los embates de la naturaleza por el Fenómeno de El Niño, sino sobre todo por una gravísima desatención gubernamental, además de una inexcusable incapacidad de las autoridades locales. Nos hemos olvidado de los millones mal utilizados, de la corrupción en las obras públicas y de los tan rimbombantes “zares de la reconstrucción”, que sirvieron para poco –mejor dicho, para nada– generando una mayor maraña burocrática que solo pudo entorpecer aún más el accionar. Una región tan rica, tan inmensamente rica, vive ahora una gran crisis económica. Y es así como se va empobreciendo el país. Como bien se ha dicho, el dinero alcanza cuando se utiliza honrada y adecuadamente, pero siempre falta cuando la corrupción domina la escena.

El bicentenario nos encuentra en una situación nacional que está muy lejos de lo que hubiera sido deseable: poder reflexionar en unión, aun en las diferencias. Y eso parece casi imposible, pues en este momento la polarización es muy aguda y sumamente peligrosa;y hay fuerzas políticas que afianzan su existencia, precisamente en la confrontación. Adicionalmente, no vemos al líder que pueda conducir positivamente esa reflexión; y mucho menos al líder que quiera orientarla sin beneficio propio.

En el proceso electoral reciente, vimos cómo se iba atomizando la oferta política, diluyendo la fuerza de los electores en muchos, demasiados partidos que no fueron capaces de confrontar entre sí y con generosidad sus propuestas, muchas de las cuales eran en gran medida similares. Primó el personalismo, el fatal mesianismo que, cual herencia nefasta, nos hace pensar en el caudillo que sustenta su autoridad en su arrogancia mesiánica. Y ello lo entiendo también como una consecuencia de la recurrente “movilidad” que hay entre los partidos políticos, lo que se conoce con ese desagradable término de “transfuguismo” o de “vientres de alquiler”, porque ni siquiera son agradecidos con la madre alquilada. Y vemos cómo los interesados se van cambiando de camiseta como si fuera desechable; y se aúpan a quienes les pueden garantizar, si esa garantía existe, algún tipo de dádiva, por mísera que sea.

El Perú no puede pensar en un futuro inmediato positivo y posible si se insiste, como lo venimos viendo, en centrar la campaña de la segunda vuelta en tener o no tener libertad. Eso conduce solo a más enfrentamiento, a un discurso antojadizo e innecesario ahora, pues la noción y percepción de “libertad” no es la misma entre los distintos grupos. El peruano quiere y debe escuchar un mensaje que incluya una apuesta por la unión, que no es lo mismo que unidad; es decir, ser uno para ser todos iguales. Eso no quiere el país. Necesitamos escuchar una apuesta por la legalidad que nos permita seguir creyendo que el Estado de derecho es una realidad posible y no un sueño frágil que se va moviendo cual veleta.

Nuestro sistema político se ha ido debilitando y banalizando con el aplauso ignorante, tendencioso y muy interesado de muchos. Uno de los resultados es el Congreso que tenemos, no solo por algunos de quienes lo integran, que están lejos de dar la talla moral que se requiere, sino también porque su existencia y sus funciones empiezan a ser mal vistas, gracias a las maniobras arteras de quien tuvo que ser vacado y de todo su cercano grupo de antipatriotas y traidores arteros, que se convirtieron en cómplices de este proceso de destrucción del sistema político. 

¡Cómo se banalizó el tema de la reelección parlamentaria! Fue simplemente grotesco, y ahora vemos los resultados de una “enmienda” mafiosa y maléfica que nos lleva a enfrentar, por no decir sufrir, a partir del próximo 28 de julio a un Legislativo de pronóstico reservado. Y todo esto sucede mientras deberíamos estar conmemorando nuestro nacimiento político, trabajando por un futuro mejor y posible, pensando en la integración de todos los peruanos en un proyecto realizable en el que el respeto, la equidad ante la ley, la honestidad y la laboriosidad sean constantes naturales apreciadas, y no rarezas casi de laboratorio.

Necesitamos formar una nueva sociedad en donde los valores ciudadanos, la familia, el amor a la patria no sean palabras huecas sino realidades que queremos, defendemos y hacemos nuestras.

Cecilia Bákula
25 de abril del 2021

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