Manuel Gago

Negligencias e improvisaciones que matan

Los accidentes no ocurren, los provoca el hombre

Negligencias e improvisaciones que matan
Manuel Gago
23 de noviembre del 2022


Es un error creer que los accidentes son consecuencia de una eventualidad fortuita. Solo las fatalidades provocadas intempestivamente por las fuerzas de la naturaleza –por no estar bajo el control del hombre– son difíciles de sortear. En cualquier caso, la prevención salva vidas.  La improvisación, la falta de pericia, el exceso de confianza (cuando la tarea es rutinaria), el desgano, el apuro, la distracción, el alcohol, las drogas, el cansancio, las situaciones emocionales, la negligencia, la desaprensión (por zurrarse en las reglas), la ausencia de prevención y otras condiciones pueden causar accidentes. 

Una mala señal de advertencia y un mal mantenimiento o reparación de una máquina pueden provocar fatalidades. Una maceta de geranio colocada al borde de un balcón puede ser empujada por un gato y caer exactamente sobre una persona, como tantos ladrillos colocados sobre calaminas que caen cuando el viento arrecia. En una planta productora –sometida a potenciales accidentes– la principal obligación del supervisor es la seguridad de sus trabajadores. Si uno de ellos labora bajo los efectos del alcohol, drogas o alguna alteración emocional puede efectuar una maniobra fatal para él mismo o para sus compañeros de trabajo. 

Los supervisores de primera línea –fui uno de ellos cuando me inicié como ingeniero en la mina Toquepala– están obligados a verificar que las tareas encomendadas estén libres de cualquier riesgo. Limpieza, orden, iluminación y ventilación son imprescindibles. Basta una duda para detener las actividades laborales. La ausencia de seguridad mata. Las empresas responsables invierten mucho entrenando a su personal sobre prevención de accidentes. La gran tarea es advertir antes de que estos sean provocados.  

Lo sucedido en el aeropuerto del Callao tiene explicación, dolorosa pero tiene. ¿Hubo simulacro? ¿Estaban todos enterados? ¿Cuáles fueron sus límites? ¿Incluía la pista de aterrizaje? ¿Los vuelos habían sido detenidos? ¿Quién mandó a los bomberos a cruzar la pista sin antes confirmar al mil por ciento que no aterrizará ni decolará ningún avión durante el simulacro? 

Los jefes ordenan respetando los niveles de responsabilidad. Un gerente de producción no está detrás de las cartillas de prevención que colocan los electricistas cuando realizan sus tareas. Estas son responsabilidad del mismo trabajador y del supervisor al mando. Lamentablemente, a ciertos supervisores se les escapan las tortugas. 

La vida en el Perú ha dejado de tener valor. ¿Se acuerdan de las 13 personas que murieron asfixiadas durante un desalojo policial en una discoteca con bombas lacrimógenas que provocaron una estampida? ¿Quién dio la orden sin antes prevenir caídas y atropello entre personas en el lugar cerrado? ¿Se acuerdan de los jóvenes que murieron electrocutados en un local de comida rápida? La fatalidad se hubiera evitado si en el sistema eléctrico se hubiera instalado un interruptor diferencial, el que corta el circuito y desactiva la corriente eléctrica cuando hay fuga o falla del sistema. 

Pero como estamos acostumbrados a enredarnos en palabrerías que no vienen al caso –leguleyas y emocionales–, más adelante nos preguntaremos, ¿se acuerdan de los bomberos que fallecieron en el aeropuerto Jorge Chávez? Y no sabremos quién fue el responsable de esas muertes. Y volveremos a señalar que los accidentes son provocados, en el mayor de los casos por negligencia, más por propia que ajena; porque no tenemos la costumbre de pensar antes de actuar. Tampoco de verificar las órdenes que alegremente emiten ciertos niveles de mando superior.

Volveremos a preguntar si se observan las entradas y salidas de una probable estampida, si la red eléctrica es segura y si los supervisores de los bomberos (y los mismos bomberos), estando sometidos al constante peligro, están al mil por ciento seguros de que este no cargará con sus vidas. 

En seguridad, pecar por exceso y antipatía salva vidas.

Manuel Gago
23 de noviembre del 2022

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