Neptalí Carpio
Los sobrecostos de la universidad pública
Mientras las universidades privadas mejoran su oferta

Vale poco que rija en la universidad pública la gratuidad de enseñanza, cuando los tiempos que un estudiante tarda para obtener el bachillerato o la licenciatura son más prolongados que en la universidad privada. Una situación parecida existe también en los estudios de postgrado y para obtener un grado de magíster, a diferencia de diversas universidades privadas, ahora licenciadas, que ofrecen precios más bajos que las estatales. Los propios tiempos y trámites para obtener ese grado o el doctorado son menores que en universidades como San Marcos, La Cantuta, Villarreal y otras del interior del país.
Ahora, existen universidades privadas que proyectan los cursos de enseñanza para hacer una tesis, como para que el estudiante pueda tener listo este requisito en el penúltimo ciclo, y en el último ya tenga lista la otra tesis para obtener la licenciatura. En realidad, la verdadera demanda de aquellos grupos estudiantiles que equivocadamente piden regresar al bachillerato automático, debería ser que las universidades adecuen sus planes de estudios y los cursos de metodología de la investigación para que el estudiante, desde el tercer año de estudios, empiece a planificar y organizar su actividad académica, con el apoyo de los profesores. Así, la elaboración de la tesis de bachillerato y licenciatura se realizaría en los últimos cuatro semestres de su carrera, con lo cual se promueve además la investigación y que el estudiante realice trabajo de campo, encuestas, entrevistas, estudios de casos u otras formas de aplicación de aquello que aprendieron durante los ocho o diez ciclos de pregrado.
Sucede que cuando un estudiante de la universidad pública termina todo el plan de estudios, con los créditos acumulados recién empieza a elaborar su tesis de bachillerato y luego la de licenciatura. El tiempo que tarda, en promedio, este proceso es por lo menos de dos años, en gran parte por los engorrosos trámites en la universidad pública. Eso explica que se haya empezado a generar una negativa corriente de opinión en sectores estudiantiles para volver a los tiempos recientes del bachillerato automático. Umberto Eco en su clásico libro Como se hacer una tesis señala que un estudiante de pregrado ya desde el tercer año de estudios debe empezar a planificar y elaborar su tesis. Pero es esta una práctica que las entidades académicas de régimen público no promueven.
Estos sobretiempos y sobrecostos de la universidad pública se agudizan por el hecho de que ahora existen numerosas universidades privadas, territorialmente más cerca de los jóvenes que aspiran a obtener una profesión, mientras universidades estatales como San Marcos o la Universidad Técnica del Callao están muy alejadas, en ciudades universitarias y de difícil llegada. Es notorio observar, en el caso de Lima Metropolitana, la agresiva expansión de sedes de universidades privadas en Lima Norte, Lima Sur, San Juan de Lurigancho y Lima Este, mientras la universidad pública ha quedado a la zaga en sus ciudades universitarias, sin poder tener subsedes, porque inexplicablemente la ley lo impide.
Las familias de clase media y ubicadas en los llamados conos de Lima Metropolitana, prefieren crecientemente enviar a sus hijos a estas sedes de universidades privadas, en parte por los altos costos y pérdida de tiempo en el transporte. Hay ofertas atractivas, de cuotas mensuales que van desde los S/ 350 a S/ 700, montos que los padres prefieren pagar con el propósito que sus hijos obtengan, sin pérdida de tiempo, una profesión. Incluso, cerca de esas sedes privadas funcionan centros de idiomas de inglés, francés, italiano, chino y otros, porque ahora el aprendizaje de otros idiomas forma parte de los requisitos para obtener un grado, una licenciatura o una maestría.
Una crítica principista válida, de un defensor del nivel académico de la universidad pública, puede ser aquella que señala que en diversas universidades privadas el nivel de enseñanza y la exigencia son muy bajas y que no realizan investigación. Francamente, pienso que cada día este argumento es cada vez más relativo, sobre todo porque ahora, con las exigencias de la Sunedu, estas entidades deben tener un porcentaje de plana docente a tiempo completo, funcionamiento de institutos de investigación y estándares que, con el paso del tiempo, pueden dar desagradables sorpresas a los defensores de las clásicas universidades estatales. Si la Sunedu sigue exigiendo estos estándares académicos y, por otro lado, la matrícula y cuotas, están al alcance de las familias de clase media, creo que a la larga las universidades privadas, recientemente licenciadas, se están consolidando en detrimento de la universidad estatal.
Una prueba de ello es la creciente migración de los docentes de la universidad estatal a la privada. Los propios jóvenes docentes prefieran irse hacia aquellas, en parte porque los veteranos profesores de la universidad pública les cierran el paso. Mientras en diversas universidades privadas los estudiantes tienen derecho a realizar encuestas para evaluar a los profesores cada semestre, o incluso exigen el cambio de un profesor porque quieren uno mejor (y porque “para eso pagan su plata”), en diversas universidades estatales los profesores ni siquiera permiten que el estudiante realice una encuesta sobre su desempeño.
Soy un defensor de la gratuidad de la enseñanza, pero para quien realmente la necesita. Y de la universidad pública, como tal. Pero no puedo dejar de llamar la atención sobre esta preocupante, gradual y consistente tendencia de las universidades privadas, sobre todo de aquellas de reciente licenciamiento (UTP, UCV, Continental, Privada del Norte, UMA, UCH, Norbert Wiener, entre tantas) para consolidarse en diversos sectores de la clase media, en detrimento de la universidad estatal. Es una situación que debe llevar a poner las barbas en remojo a las elites docentes de la universidad pública.
COMENTARIOS