José Ignacio Tola
Los nuevos “sacerdotes” del pensamiento único
Del relativismo al autoritarismo en lo “políticamente correcto”
Como no pocos periodistas y personajes públicos de nuestro medio, el señor César Hildebrandt podría ser un ejemplo bastante curioso de lo que ha producido esa corriente nefasta que algunos académicos llaman “postmodernidad”, fenómeno bastante complejo que se podría resumir en una suerte de desencanto extremo frente a la verdad y que apunta inexorablemente hacia el nihilismo.
Paradójicamente, cualquier postura relativista implica de todos modos abrazar una serie de ideas y considerarlas verdaderas con una vehemencia inusitada. Tal vez por este motivo, como se puede observar hoy en día, este tipo de postura se desliza de manera natural hacia el autoritarismo. Ya hace unos años Joseph Ratzinger afirmó que el relativismo conduce inevitablemente a nuevas formas de dictadura. Cito, pues, con afán ilustrativo, una entrevista que hace algunos meses hizo Ideeleradio al mencionado periodista, sobre el tema de la “ideología de género”.
Hildebrandt obviamente se considera iluminado e inteligente; y en un sentido ciertamente lo es, pero deja en evidencia estar poseído por una soberbia grotesca, que se muestra en el desprecio a priori de la opinión ajena. En efecto, como se puede escuchar en la entrevista, no da argumento alguno, mientras se dedica a insultar y a despreciar a todos los que piensan diferente que él.
Considera, por ejemplo, a la Iglesia Católica y a sus enseñanzas un “remanente” y un “sarro histórico” que se debe extirpar; y con ello, obviamente, desprecia los valores cristianos que una gran mayoría de peruanos abrazan. Señala Hildebrandt que el hecho de “que la Iglesia tenga voz y voto, y además que crea que tiene capacidad de decisión en términos de educación, revela parte de nuestro atraso, de nuestra parálisis”, lo que resulta, a mi juicio, incomprensible. ¿No sabe el señor Hildebrandt, que la “la Iglesia” es también cada familia y cada padre o madre que abraza los valores católicos? ¿No tienen ellos “voz” y “voto” en la educación de sus hijos?
El señor Hildebrandt llama “fundamentalistas” a quienes abrazan esos valores, pero lo hace desde el púlpito de ese nuevo fundamentalismo que se llama “pensamiento único”. Por ello es capaz de invocar el valor de la tolerancia mientras demuestra una intolerancia radical frente a toda postura ajena a la suya. Así, por ejemplo, llama “estúpidos” a los curas y “primitivo” e “ignorante” a cualquiera que se atreva a criticar el currículo nacional; pero no da razones.
En esa entrevista Hildebrandt también alude a una supuesta estrategia de miedo conducida por la Iglesia. Señala que se trata de “la vieja industria inventada por la religión”. ¿Menosprecia tanto el señor Hildebrandt a los peruanos y peruanas como para creerlos imbéciles, incapaces de pensar por sí mismos y rehenes mentales, incapaces de tener convicciones propias?
No se explica fácilmente tanta necedad en una persona educada. Mejor propongo una bellísima cita de Gilbert Keith Chesterton, que ilustra magistralmente aquello a lo que conduce el fundamentalismo y el fanatismo intelectual: “Recuerdo cuando discutí con un joven y honesto ateo que estaba bastante sorprendido por mi cuestionamiento de algunas suposiciones que eran santidades absolutas para él —tales como la proposición, sin comprobar, de la independencia de la materia y la muy improbable proposición de su poder para crear la mente— y al final recurrió a la siguiente pregunta, que realizó con un honorable gesto de desafío e indignación: ‘Pues bien, ¿puede mencionar a cualquier gran intelectual, de ciencia o filosofía, que aceptara lo milagroso?’ Respondí: ‘Con gusto: Descartes, el Dr. Johnson, Newton, Faraday, Newman, Gladstone, Pasteur, Browning, Brunetiere, tantos como gustes’. A lo que el admirable e idealista joven hizo esta asombrosa respuesta: “Oh, claro que tenían que aceptarlo: eran cristianos”. Primero me retó a encontrar un cisne negro y luego descartó todos mis cisnes por ser negros”.
José Tola
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