Neptalí Carpio
Los estrategas reptilianos
El neuromarketing en la actual campaña electoral

En la lucha por el poder, por intentar cambiar un escenario desfavorable u obtener una mayoría electoral, se ha perfeccionado el uso de las estrategias de neuromarketing aplicadas a la política. Son estrategias no orientadas al cerebro racional o neocórtex, sino al cerebro reptiliano, aquel que está relacionado con conductas instintivas y emociones primarias. Las partes que lo conforman son las estructuras más antiguas, a nivel cerebral, y suelen situarse en el centro del encéfalo. Este tipo de cerebro no es reflexivo; por el contrario, actúa de manera inconsciente y por instinto.
En pocos años el neuromarketing político se ha convertido en una poderosa herramienta de la que disponen los estrategas, los candidatos y los equipos de campaña para cautivar al electorado apelando a sus emociones. Las estrategias electorales han acudido a todo tipo de tácticas con el fin de conocer con mayor profundidad al elector (encuestas, investigaciones demográficas, sondeos de intención de voto, eventos, debates), perfeccionando cada vez más el uso de herramientas científicas con fines políticos.
La utilización del neuromarketing no es negativa en sí misma. De hecho, casi todos los actores políticos y de todas las tendencias tienden a usarlo. El problema es que, algunos lo utilizan como un fin en sí mismo, para posicionar un pensamiento ultraconservador y hasta fascista. Otros, en cambio, utilizan esta herramienta como un elemento complementario, mientras que el programa, el ideario, las ofertas de políticas públicas son siempre el factor predominante. En esta opción, la razón política siempre supedita al cerebro reptiliano.
En estos días, estas estrategias se vuelven más intensas por varios actores, en un desesperado afán por intentar vanamente, por tercera o cuarta vez, revertir los avances positivos en materia de lucha anticorrupción o construir un escenario electoral favorable en perspectiva de las elecciones complementarias congresales del 26 de enero. La campaña para hacer aparecer como loco o perverso al fiscal Domingo Pérez, la promoción de la idea de que el gobierno está promoviendo que las mujeres se masturben, la reiteración de la pena de muerte o cuando un candidato le entrega un jabón a un adversario para enviar un mensaje claramente racista, se basan precisamente en estos instintos primarios.
Ellos intentan que en los electores prevalezcan solamente aquello que se denomina el cerebro reptiliano. Cuando la lideresa Keiko Fujimori intenta hacer creer que se ha retirado transitoriamente de la política y utiliza a Dios, a la familia y a sus hijos para despertar los sentimientos de la población, está utilizando la misma estrategia. Aunque en un nivel superior porque la familia, Dios y los hijos son símbolos más superiores para el común de la gente. Intenta así, con una nueva estrategia, hacer aparecer al fiscal Pérez como el malo de la película para despertar la misericordia de la gente.
Estas son en realidad estrategias usadas desde la antigüedad. Ya Nicolás Maquiavelo decía que “la humanidad, en general, juzga más por los ojos que por las manos, ya que a todos es dado ver, pero palpar a pocos: cada uno ve lo que pareces, pero pocos palpan lo que eres. Y estos pocos no se atreven a enfrentarse a la opinión de muchos, que tienen además autoridad en el Estado, para defenderlos” (El Príncipe. Cap. XVIII, p. 91). Solo que ahora, con el predominio mundial de la cultura audiovisual y el intenso uso de las redes sociales, estas estrategias pueden ser igual o quizá más peligrosas. Por ejemplo, la decisión del presidente Trump de EE.UU. de mandar asesinar al principal líder militar de Irán tiene el claro objetivo de construir un escenario nacionalista en EE.UU. como guardián del orden internacional, en perspectivas de las próximas elecciones presidenciales en ese país imperial. Como se dice “el arte de ganar una elección es el arte de construir un escenario”.
Pero esas estrategias en la mayoría de los casos no son exitosas, cuando los actores que las promueven están desprestigiados o si otros actores políticos tienen la inteligencia emocional y estratégica para combatirlas, desenmascararlas y hasta ponerlas en ridículo. Cierto es que no hay que subestimarlas. Es un grave error ser indiferentes con ellas, porque pueden ser exitosas, por el hecho de que el voto ciudadano es esencialmente emocional aquí, en la China o la Cochinchina. El sarcasmo, el humor, la ironía, entremezclados con la aguda razón, son armas muy potentes para derrotar este tipo de estrategias reptilianas.
Por ejemplo, frente a la nueva estrategia de Keiko de utilizar a su familia, mucha gente responde espontáneamente lo siguiente: “Bueno y porque no pensó en sus hijos y su familia, antes de cometer tan graves delitos. Por qué recién ahora se acuerda de exponerlos”. Aquel es un pensamiento racional o de sentido común muy extendido en el hombre promedio de la calle, a tenor de las pruebas contundentes en su contra. En ese caso, el desprestigio del líder y la abrumadora cantidad de pruebas de una variedad de acciones ilícitas hace menos posible el éxito de este tipo de estrategias.
Los resultados de las elecciones del 26 de enero y de la lucha anticorrupción, en el primer semestre de este año mostrarán cuánto de éxito tendrán estas estrategias exclusivamente reptilianas, o quizá volverán a sufrir una nueva derrota, esta vez al filo del precipicio. El intento de crear una derecha ultra conservadora, racista y nacionalista tiene en esta elección su prueba de fuego. El partido Solidaridad Nacional es la expresión más rancia y chusca de ese propósito.
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