Guillermo Vidalón

Los conflictos del futuro, hoy

Los conflictos del futuro, hoy
Guillermo Vidalón
30 de agosto del 2017

Carta de un maestro que le teme a la reforma del sistema educativo

Papá Estado. Soy consciente que la reforma educativa es necesaria para garantizar una mejor calidad de educación para los niños y jóvenes de nuestro país; pero también debo admitir que no seré capaz de aprobar cualquier evaluación al finalizar los tres años de capacitaciones.

Respaldo a la dirigencia que conduce la huelga inclusive sin tener identificación ideológica con ella, sino porque me garantiza un ingreso mensual. Sé que si saliera del magisterio difícilmente accedería a otra opción laboral, por eso me aferro a la promesa de “No al desamparo” que nos ofrece el radicalismo.

Lo que nos anuncia la paralización de un sector del magisterio es lo que tendrán que afrontar quienes aún no aceptan que vivimos en la era del conocimiento, que la capacitación es una constante, y que uno es responsable de su propia capacitación y actualización. Ello no significa que necesariamente tiene que ser solventada por el trabajador, sea cual fuere, sino que debe tener disposición para aprender y capacitarse.

En la actualidad, ya están inventados muchos productos que, además de facilitarnos la vida diaria representarán una reconfiguración en las organizaciones empresariales, así como en las funciones del Estado. La progresiva masificación de la automatización y la robótica hará que muchos de los empleos que desarrollan una función conocida sean ejecutados por alguno de estos inventos.

Ahora, ¿podemos imaginar el futuro de los reclamos sociales? ¿Quién garantizará el ingreso de quienes queden rezagados? ¿Quién los va a emplear si su productividad estará muy por debajo del promedio?

El desencuentro entre las autoridades gubernamentales y los representantes de los profesores en huelga está entre el “No me desampares” y la reforma educativa”. Esta última debe continuar para garantizar una mejor calidad de educación para la presente y futuras generaciones.

Definitivamente es un error político llamar subversivos o prosubversivos a los dirigentes que conducen la huelga. Si lo son, endilgarles ese calificativo los consolida y victimiza ante la mayoría de maestros que rechazan cualquier acción violentista, así como el uso de las aulas (escolares y universitarias) como plataformas de adoctrinamiento. Si se comprueba su accionar violentista, se debe esperar al levantamiento de la huelga para denunciarlos y que las autoridades competentes, Fiscalía y Poder Judicial, determinen lo que corresponda.

Otro error político, esta vez del Poder Legislativo, sería la interpelación a Marilú Martens, ministra de Educación, para retirarle la confianza en pleno conflicto magisterial. Esto representaría un triunfo político para la dirigencia en huelga, sea o no que tenga vínculos con remanentes senderistas. Una cosa es hacer ruido político, empleando una facultad constitucional para enterarse de primera mano qué está haciendo el ministerio y formularle recomendaciones para la solución al conflicto, y otra ser parte del mismo horadando la gobernabilidad del país.

Guillermo Vidalón del Pino

 
Guillermo Vidalón
30 de agosto del 2017

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