Tino Santander
Las voces del pasado
Una izquierda fragmentada y dependiente del chavismo

La izquierda, o un sector de ella, se ha reunido en Huancayo y al encuentro lo han llamado “Voces para el cambio”. En realidad debió llamarse “voces del pasado”. Luego del cónclave han lanzado “El manifiesto de Huancayo”; es decir, los viejos lugares comunes que no superan las consignas milenaristas provenientes del marxismo del siglo XIX. Es un documento confuso y alejado de la vida de millones de peruanos. Lamentablemente, es una izquierda atrapada en el pasado, mesiánica y que afirma dogmáticamente ser la verdadera garantía sobrenatural para derrotar al “capitalismo salvaje”.
La izquierda tiene la retórica —aparentemente— incendiaria que denuncia los males nacionales en discursos grandilocuentes y llenos de consignas: “lucha contra la desigualdad”, “defensa de los derechos humanos”, “libertad de expresión”, “igualdad de género”, “defensa de los pueblos y autodeterminación”, “lucha contra el neoliberalismo”, etc. Lemas y frases sin contenido y que pretenden abarcarlo todo. Sin embargo, no dicen absolutamente nada serio que ayude a superar la marginación social, económica y política de millones de peruanos.
Ni los sectores populares, ni los jóvenes entienden el lenguaje enrevesado del izquierdista mesiánico y “revolucionario”. La izquierda es incapaz de seducir con alguna idea disruptiva a la juventud, y el manifiesto de Huancayo, reitero, es una reunión de consignas llenas de emotividad delirante y nada más. Además, tenemos una izquierda fragmentada, sin horizonte político nacional y dependiente espiritualmente del chavismo, que la hace marginal políticamente. Es una izquierda hecha a la medida de la derecha y de sus alfiles mediáticos, que defienden el sistema caduco de inversión pública y privada en el Perú.
Frente a esta izquierda atrapada en el siglo XIX, tenemos a la derecha, si es que existe derecha en el Perú. Y nos preguntamos si ellos serán capaces de tener un lenguaje diferente que exprese los problemas de la gente, si podrán elaborar un programa progresista e innovador, o estarán atrapados en las viejas consignas del liberalismo decimonónico: “libre mercado”, “libertad empresarial”, “acuerdos de libre comercio”, “meritocracia”, “honestidad empresarial”, “orden”, “seguridad”, “respeto a los contratos”, “inversión”, “reglas clara”.
Es decir, frases que no significan nada en la vida de los 10 millones peruanos que no tienen agua ni desagüe, ni de los mineros informales o de los agricultores sin crédito agrario, ni de los millones de peruanos que crean su propio trabajo y hacen su vida al margen del Estado, ni de los que viven en cerros y desiertos sin servicios públicos. No olvidemos que tenemos una derecha autista y timorata que huye del país ante la primera protesta callejera.
Por otro lado, están los peruanos al margen de la izquierda y la derecha, que buscan soluciones a sus problemas en líderes y gobiernos extranjeros. Por ejemplo, en el sur quieren un presidente como Evo Morales, en el norte admiran a Rafael Correa porque solucionó los problemas del Fenómeno de El Niño con eficiencia. En la Amazonia los peruanos van a estudiar a Colombia y Brasil, y en Lima quieren tener un sistema consumista y sofisticado como el chileno; aunque ahora empiezan a mirar con simpatía a Bolsonaro, que promete en Brasil orden, libertad, pena de muerte para los delincuentes y se opone al matrimonio homosexual y a la ideología de género.
Las voces del cambio en el Perú, todavía no se han expresado. Sin embargo, estoy seguro de que estas saldrán de los jóvenes que quieren conectarse con el mundo y ser parte de la revolución digital contemporánea, al margen de las izquierdas y derechas decimonónicas.
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