Franco Olcese
Las preguntas olvidadas de la encuesta
El peligroso juego de la descalificación ética de los rivales
La encuesta de Ipsos posterior al mensaje del presidente Vizcarra (hecha el 1 y 2 de agosto) mostró el impacto que tuvo la propuesta de adelanto de elecciones en la popularidad del mandatario. La aprobación del presidente subió 12 puntos, hasta el 57%, y la aprobación del adelanto de elecciones fue superior al 70%. Es, por lo tanto, un presidente muy popular para los estándares peruanos. Pero, ¿en qué se basa su popularidad?
Algunas otras preguntas hechas por Ipsos, realizadas poco antes del mensaje, mostraron una cara completamente distinta del mandatario. En temas económicos, la población tiene percepciones positivas muy bajas (solo el 8% considera que maneja bien la reducción de la pobreza, 10% la generación de empleo, 15% la promoción de la inversión privada). La situación no es mejor en temas sociales (12% en la lucha contra la delincuencia, 10% en el manejo de conflictos sociales, 16% en la educación, 18% en la prevención de la violencia contra la mujer).
Inclusive en sus mayores banderas, que son la lucha contra la corrupción y las reformas políticas y de justicia, el nivel de satisfacción está muy por debajo de su aprobación. Para el caso de la reforma política, el 19% de los encuestados considera que la está manejando bien; para la administración de la justicia (que debería incluir su tan mentada reforma judicial) la aprobación es de apenas 14%. Y el factor de lucha contra la corrupción, que ha mostrado ser su principal fortaleza en anteriores encuestas, es de 23%. ¿Sí Vizcarra tiene niveles tan bajos de aprobación en temas de importancia para la población, cómo se explica entonces su alta popularidad?¿Cuál es la variable que no está siendo evaluada?
Algunas de estas variables están relacionadas a las principales preocupaciones de la población, según lo mostró una encuesta el IEP, dos semanas antes. Al parecer, el marco interpretativo de la población, está dejando en un segundo plano su bolsillo, su seguridad y su bienestar, a la hora de brindar su aprobación a Vizcarra. Aspectos emocionales, inclusive cuasi tribales, estarían ganando no solo espacio mediático, sino alta relevancia en la opinión pública. En el Perú de hoy, la superioridad moral percibida es un atributo más importante en un presidente que su capacidad de solución de los problemas económicos y sociales del país.
Esto es aún más sorprendente en un entorno en el que el sur se encuentra paralizado, el norte con una reconstrucción pendiente y el crecimiento económico mostrando ajustes a la baja mes a mes. El servicio “de lucha anticorrupción” que ofrece Vizcarra a la población, basado principalmente en gestos, es un bienestar más valorado que la atención a la necesidad de buena educación, salud, seguridad pública, etc. Este fenómeno es más fuerte en los sectores más privilegiados, como los NSE A y B, en los que su aprobación supera el 80%, pero en menor medida afecta a los demás sectores.
Si la percepción de superioridad moral como atributo determinante para un mandatario se mantiene en las próximas elecciones (sean estas en el 2020 o 2021), será en términos de la superioridad moral atribuida, y no de capacidad de gestión, que se elegirá al próximo presidente. El ganador podría o no reunir las capacidades de gestión adecuadas para llevar al Perú a ser un país más desarrollado y brindar un mayor bienestar material a la población. Finalmente, la superioridad moral se basa en la descalificación ética de los rivales, y este es un juego de azar peligroso al que nos estamos ingresando.
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