Darío Enríquez
Las izquierdas y el marxismo cultural
Apoyan hoy lo que combatían antes de la caída del Muro de Berlín

Hace unos días, el 9 de noviembre, el mundo libre celebró el aniversario 30 de la caída del Muro de Berlín. Este hecho histórico marca el principio de la implosión del socialismo real de la Unión Soviética (hoy Rusia) y la Cortina de Hierro (Europa Oriental). Ese proyecto de construir un paraíso terrenal sobre la base ideológica del socialismo marxista fracasó ruidosamente. Pretendía controlar drásticamente todos los aspectos de la sociedad, imponiendo cánones de “cultura revolucionaria” en un contexto de poder político ejercido por un totalitario partido único y una economía de planeación central.
Las izquierdas del mundo perdieron entonces ese faro ideológico supuestamente exitoso. Al volver su vista hacia otro referente del marxismo real encontraron a China dejando a Mao en el basurero de la historia y apostando por una revolución económica capitalista, aunque manteniendo el rígido control político de partido único. Ante tal pérdida de referentes reales, hay quienes hablaron del “fin de la historia”. Se equivocaron. El islamismo y el marxismo cultural (con diversidad de manifestaciones prácticas) pronto tomarían protagonismo.
Hablemos de “marxismo cultural”. Debemos reconocer en primera instancia que esta denominación no tiene rigor académico. Su directa relación con el pensamiento de Gramsci y los trabajos de la Escuela de Frankfurt no basta para que califique como “marxismo”. Pero desde el punto de vista político, tiene la virtud de sintetizar y expresar el hecho de que los antiguos “marxistas bolcheviques y derivados” (¿alguna otra denominación?) han acogido con entusiasmo formas, fondos y causas que antes combatían. En las dictaduras comunistas clásicas durante el siglo XX, por ejemplo, causas como derechos humanos, feminismo y la comunidad LGBT fueron duramente reprimidas. Bajo el cobijo mágico de “la revolución y el partido”, violaron sistemáticamente los derechos humanos de los disidentes, es muy difícil —si no imposible— encontrar mujeres protagonistas en las camarillas de partido único. Y con frases como “la revolución no necesita peluqueros” establecieron campos de concentración para “volver hombres” a los homosexuales. Curiosamente, quien perpetró esa frase y creó un campo de concentración para homosexuales en Cuba fue Ernesto “Che” Guevara, el mismo que es usado como “símbolo” en marchas LGBT ¡Cosas del marxismo cultural!
Antes de la caída del Muro de Berlín, el marxismo cultural ocupaba ciertos espacios dentro de la socialdemocracia europea dizque “progresista”. Hoy se le puede identificar como “izquierda elitista”, lo que algunos llaman “caviares”, “mamertos” o “champagne”. La penetración del marxismo cultural en medios de comunicación, academia, escuelas y redes sociales es más que evidente. Muchos de sus mentores incluso han perdido toda traza del marxismo clásico. Sus versiones más radicales y “populares” (vulgares y grotescas como el “feminazismo”) hacen sonrojar a los perfumados de la élite “progre”. Pero los acogen porque son funcionales a sus propósitos.
¿Qué ganan las izquierdas con el marxismo cultural? Es una pregunta que muchos se hacen, algunas veces con intención de desvirtuar tal relación. Se aprecia mejor en el contexto de estos tiempos posmodernos. Una extrema relativización invade todos los campos de actividad humana. El imperio de la razón ha cedido paso al de la autopercepción y el sentimiento. La fuerza de hechos, evidencias y realidad ha perdido frente a una disforzada victimización, estigmatización del “otro” y reclamo de empatía sin reciprocidad. En tal estado de cosas, un adoctrinamiento de décadas entre niños y jóvenes está logrando liquidar en los países desarrollados —en medio de tanta relativización— los valores fundamentales que toda civilización debe defender: vida, libertad y propiedad. En nuestros países la amenaza asoma con fuerza. Nuestra obligación es enfrentarla. Cuidado.
COMENTARIOS