Manuel Gago
La papa y la lección china
Competencia, prosperidad y diversidad vienen del campo

La reciente huelga de productores de papa motiva algunas reflexiones. Según la Sociedad de Comercio Exterior (Comex), de enero a noviembre de 2017 China ha sido el principal destino de las exportaciones peruanas (con 40.9%) y encabeza nuestras importaciones con 36.42%. Entonces algo podemos aprender de ellos: de las grandes transformaciones que se iniciaron en las zonas rurales, en el campo; de los campesinos sin academia que fueron la punta de lanza de la revolución comunista, primero, y de las reformas, después. Luego de implantarse el comunismo de Mao Tse Tung —“del campo a la ciudad”—, con los años y con un estricto verticalismo, la economía china se deprimió sustancialmente. Las cuotas de producción agropecuaria se debían cumplir a rajatabla. Así, de la depresión económica se pasó a la depresión social.
Sin embargo, así como el comunismo llegó con la fuerza del campo, así también desde el campo a la ciudad llegó el libre mercado, la competencia, la diversidad productiva, el libre emprendimiento y la prosperidad, cuando Deng Xiaoping asume la presidencia del Partido Comunista Chino. El bienestar en algunas aldeas era visible: niños robustos, personas alegres, viviendas bien instaladas y jóvenes yendo al colegio. El reformista Xiaoping se da cuenta de que esos campesinos no solo cumplían con las cuotas de producción impuestas por el Estado, sino que además producían en mayor cantidad. Esos excedentes se intercambiaban en otras aldeas: papas por coles, gallinas por cerdos y demás, sin la interferencia del Estado, haciendo que los pobladores puedan disponer de una mayor diversidad de alimentos. A escondidas, para no ser acusados de contrarrevolucionarios y sufrir represalias que llevaron a las personas incluso a la muerte.
Cuando oímos las demandas de nuestros productores de papa podemos concluir que, aún con tantos artilugios de comunicación y habiendo tenido tantas malas y buenas experiencias, o existe una inocencia o una picardía extrema. Veamos.
Según datos, el consumo de papa en el Perú ha disminuido. De un histórico de 140 kilos por persona por año, se consume ahora 80 kilos por persona por año. La producción total de papa alcanza las 300,000 toneladas en unas 300,000 hectáreas, y lo que se importa es apenas el 1% de ese total. El exceso de producción es por la falta de planificación de los mismos productores. Si a un productor de papa le fue bien un año, en el siguiente año otros sembradores hacen lo mismo, y eso congestiona el mercado haciendo que los precios bajen. Hay que ver la experiencia de Sierra y Selva Exportadora para saber que se puede exportar. Sobre industrializar la papa se habla mucho y se hace poco. Mejor no anotamos ni de rendimiento por hectárea ni de semillas mejoradas para no terminar en lo mismo: campesinos pidiéndole ayuda al Estado por las decisiones equivocadas y por no asumir las consecuencias de esas decisiones por falta de conocimiento sobre el mercado y el paternalismo, que se ha convertido en una condena que esclaviza y no libera.
¿Qué hacer hoy? Política de reducción de créditos para evitar el colapso del papero. Para luego, si se quiere exportar, la papa debe ser estandarizada y cumplir las normas de calidad. Lo mismo si se quiere industrializar la papa. No nos engañemos: quien vende pollos a la brasa quiere reducir sus costos, y quien consume papas fritas quiere ahora papas de mejor calidad. Mire como los llamados malls de las capitales provincianas están repletos de clientes consumiendo todo lo que las cadenas de comida rápida ofrecen.
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