Aldo Llanos
La libertad en política y el Opus Dei
¿Qué nos enseña San Josemaría Escrivá al respecto?
En el presente, no es ninguna novedad que muchos fieles del Opus Dei (entre numerarios, agregados y supernumerarios), participen en la vida política del país en el que residen. Sin embargo, al no entender la libertad en política que tienen todos los miembros de “la obra”, en cierto sector de la prensa y en las redes sociales, se tiene la impresión de constituirse en un cuerpo ideológico homogéneo, movidos por consignas y objetivos de poder. Nada más ajeno a la realidad.
¿Por qué suele pensarse así? En el Perú son muy conocidas las personas de la obra que participan en política como sucede en otras partes del mundo. No obstante, las motivaciones, la adhesión a un ideario y el proceder de cada uno de ellos, se encuentran enteramente bajo el manto de la responsabilidad personal, el cual, únicamente debería tener una impronta cristiana como parte del proceso de santificación que es la llamada universal que tienen todos los cristianos.
Es más, el fundador de la obra también dejó en claro no en una sino en repetidas oportunidades, que no existe ni debería existir un pensamiento político único en los miembros del Opus Dei como el que pudiese, por ejemplo, motivarlos a conformar un partido o asociación política bajo la etiqueta de “católica” (o “cristiana”), asumiendo el error no poco frecuente, de pensar que existe un compromiso católico o cristiano con un determinado candidato, partido o ideario.
San Josemaría sabía muy bien que la política es relativa y que no puede ni debe ser absolutizada, como lo ejemplifica dolorosamente la historia, debiendo respetarse, ante todo, la libertad de los fieles de la obra (como la de cualquier cristiano o ciudadano de a pie), de participar en cualquier partido político de su preferencia, siendo su experiencia espiritual personal, el motor de su vida política, centrada en la persona humana y el bien común tal y como lo exige el Magisterio de la Iglesia Católica.
Por eso, para ejemplificar un caso peruano, la labor del alcalde de Lima y su performance política, es entera responsabilidad de él lo que no quita que, cualquier miembro de la obra, desease que uno de sus hermanos en la fe, haga una buena labor que terminará repercutiendo en el bien de todos sobre todo de los más necesitados.
En ese sentido es injusto, cuando para criticarlo a él –o a otro por sus opiniones políticas en un canal de televisión–, se tenga que sacar a colación su pertenencia al Opus Dei como si fuésemos responsables todos, al mejor estilo “conspiranoico”.
Esto que tiene lastimosamente mucha actualidad, fue aclarado por el mismo San Josemaría Escrivá, a raíz de un suceso ocurrido en la España del general Franco, dónde tuvo que intervenir directamente.
Para 1966, España estaba gobernada por los designios del general Francisco Franco luego de triunfar en la Guerra Civil Española (1936-1939). Podríamos afirmar que su gobierno estaba en la plenitud de su fuerza política y tenía cierto control de la prensa.
Sin embargo, columnistas pertenecientes al Opus Dei, reflejando el espíritu de libertad que caracteriza a sus miembros, empezaron a escribir tanto artículos a favor como artículos críticos de la política oficialista. Como era de esperarse, los artículos críticos no gustaron al gobierno ejecutándose una campaña periodística de desacreditación de los autores a partir del hecho de ser del Opus Dei.
El objetivo de dicha campaña, era obligar a los columnistas críticos a dejar de hacerlo, para escribir en cambio, dentro de una línea editorial afín al régimen ya que, en este, se argumentaba que siempre se había visto con buenos ojos al catolicismo al punto de encontrarse en el centro del ideario político franquista.
Esto motivó a San Josemaría Escrivá, a escribir una carta el 28 de octubre de 1966, dirigida a José Solís Ruiz, secretario del Movimiento Nacional, es decir, secretario del partido único permitido por el gobierno y perteneciente al oficialismo quién, además, era secretario nacional de Sindicatos, organización en la que debían afiliarse obligatoriamente todos los trabajadores y empresarios españoles, una persona con gran poder.
La carta, sirvió y puede servir hoy en día, a aclarar la libertad en política que tienen los miembros del Opus Dei, evitando toda mentalidad sectaria o de consignas en sus miembros, así como una lección para los que los ven de fuera.
Muy estimado amigo:
Hasta aquí me llega el rumor de la campaña que, contra el Opus Dei, hace tan injustamente la prensa de la Falange, dependiente de V.E.
Una vez más repito que los socios de la Obra –cada uno de ellos– son personalmente libérrimos, como si no pertenecieran al Opus Dei, en todas las cosas temporales y en las teológicas que no son de fe, que la Iglesia deja a la libre disputa de los hombres. Por tanto, no tiene sentido sacar a relucir la pertenencia de una determinada persona a la Obra, cuando se trate de cuestiones políticas, profesionales, sociales, etc.; como no sería razonable, hablando de las actividades públicas de V.E., traer a cuento a su mujer o a sus hijos, a su familia.
Con ese modo de proceder equivocado se comportan las publicaciones que reciben inspiración de su Ministerio: y así no logran más que ofender a Dios, confundiendo lo espiritual con lo terreno, cuando es evidente que los Directores del Opus Dei nada pueden hacer para cohibir la legítima y completa libertad personal de los socios, que nunca ocultan –de otra parte– que cada uno de ellos se hace plenamente responsable de sus propios actos y, en consecuencia, que la pluralidad de opiniones entre los miembros de la Obra es y será una manifestación más de su libertad y una prueba más de su buen espíritu, que les lleva a respetar los pareceres de los demás.
Al atacar o defender el pensamiento o la actuación pública de otro ciudadano, tengan la rectitud -que es de justicia- de no hacer referencia, desde ningún punto de vista, al Opus Dei: esta familia espiritual no interviene ni puede intervenir nunca en opciones políticas o terrenas en ningún campo, porque sus fines son exclusivamente espirituales.
Espero que habrá comprendido mi sorpresa, tanto ante el anuncio de esa campaña difamatoria como al verla realizándose: estoy seguro de que se dará cuenta del desatino que cometen y de las responsabilidades que en conciencia adquieren ante el juicio de Dios, por el desacierto que supone denigrar a una institución que no influye –ni puede influir– en el uso que, como ciudadanos, hacen de su libertad personal sin rehuir la personal responsabilidad, los miembros que la forman, repartidos en los cinco continentes.
Le ruego que ponga un final a esa campaña contra el Opus Dei, puesto que el Opus Dei no es responsable de nada. Si no, pensaré que no ha entendido; y quedará claro que V.E. no es capaz de comprender ni de respetar la libertad qua libertate Christus nos liberavit, la libertad cristiana de los demás ciudadanos.
Peleen ustedes en buena hora, aunque yo no soy amigo de las peleas, pero no mezclen injustamente en esas luchas lo que está por encima de las pasiones humanas.
Aprovecho esta ocasión para abrazarle y bendecirle, con los suyos.
In Domino
Josem. Escrivá de B
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