Darío Enríquez
La izquierda destruye porque no soporta la realidad
Proponen violencia física como sangriento método de acción política
Si fuera cierto ese falso relato que pregonan desde las izquierdas violentistas, de que “las grandes mayorías” combaten la “dictadura” de Dina Boluarte, ¿podrían explicar por qué en Piura, Cajamarca y Huancayo –por mencionar solo tres casos– desarrollan todas sus actividades normalmente y sus carnavales han sido muy concurridos justo en estas semanas? ¿Acaso son gente insensible? ¿Tal vez son gente de tez blanca, cabellos rubios y ojos azules que denigran y desprecian “lo andino” desde su racismo “histórico”? ¿Es en serio? ¿Cajamarca, región en donde se encuentra Chota, tierra de Pedro Castillo? ¿Huancayo, centro de operaciones de Vladimir Cerrón, “terrateniente” del partido que llevó a Castillo al poder? Algo de ese relato de las izquierdas violentistas no cuadra para nada.
La extrema izquierda suele reaccionar violentamente cuando la realidad no concuerda con sus dogmas. En redes sociales, se puede apreciar cómo es que hasta los más “modositos” de las izquierdas elitistas de pronto devienen en energúmenos que atacan a la presidente Boluarte en su condición de mujer, exponen gravemente una agresividad homofóbica contra el periodista Beto Ortiz (atacándolo por su opción sexual), insultan repetidamente al congresista Cavero por la misma razón, recuerdan parte de las raíces afro del periodista Phillip Butters (con la clásica frase “n… de mierda”) y cosas por el estilo. Todo ello en el contexto de que poco antes de la crisis, se preciaban de ser defensores de la igualdad de género y su total apertura (ahora sabes que falsa) a la diversidad sexual y racial.
Hay ciertamente una parte de nuestros compatriotas, en especial del sur, que están en desacuerdo con la sucesión constitucional que siguió al fallido golpe de Estado que perpetró Pedro Castillo y su consecuente destitución según el ordenamiento legal vigente. Pero esa parte está lejos de ser mayoría y solo se sostiene por el sangriento éxito de los vándalos en conseguir lamentables muertes en las manifestaciones violentistas y su ataque en turba descontrolada contra las fuerzas del orden, locales públicos y propiedad privada, amenazando la vida de sus custodios. Es infame la forma como los vándalos trafican con el dolor de familiares y amigos de quienes han fallecido en medio de la violencia desatada por la extrema izquierda.
Se habla mucho de los “olvidados” en el Perú del siglo XXI y que de ese “olvido” surgiría la ola de indignación. No perdamos de vista que los verdaderos protagonistas de este momento son esas mayorías "olvidadas" que tomaron en sus manos su propio destino, se esforzaron, desplegaron sus talentos, no se lamentaron de su "suerte" ni del "olvido" y convirtieron esas desventajas en ventajas. Esa clase emergente que ha surgido en todo el Perú, sobre todo en las grandes y medianas urbes. Las nuevas y prósperas ciudades emergentes en nuestra periferia urbana. El falso relato del "olvido" lo resuelven recorriendo el Perú y viendo cómo es que hay progreso material por parte de esas mayorías "olvidadas" que se hicieron emergentes a pulso. Los que se victimizan no tienen lugar en una sociedad que quiere salir adelante.
Eso no quiere decir que la pobreza sea inexistente. De hecho sí hay verdaderas víctimas de real olvido, principalmente en las zonas rurales empobrecidas. Se trata de compatriotas que sí merecen nuestro apoyo solidario pues son parte de ese (pretendido y trunco) consenso social que llamamos "República del Perú". Pero léase bien, requieren “apoyo”, es decir algo de nuestra parte que sume a lo que ellos mismos sean capaces de hacer. Debemos acompañarlos en su esfuerzo por progresar. Estirar la mano o aplacar nuestras torpes culpas entregando una limosna no son opciones válidas ¡Viva el Perú!
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