Heriberto Bustos
La Iglesia: entre celajes y auroras
Monseñor Luis Bambarén y el Mensaje de los Obispos del Perú

La Iglesia Católica hizo noticia la semana pasada por dos acontecimientos. El primero es doloroso: la muerte, a causa del Covid-19, del Obispo Emérito de Chimbote y ex presidente de La Conferencia Episcopal Peruana, Monseñor Luis Bambarén, quien señalara a raíz de su opción por la defensa de los desposeídos “Mi compromiso es con la paz basada en la justicia, que es el principio de la iglesia”. Una de sus últimas anécdotas, contadas por él mismo, es la siguiente:
Cuando fui a saludar al Papa, me dijo “Tú eres el obispo revolucionario del Perú”. Y yo le respondí: “Y usted, el papa revolucionario”. Me cogió del brazo y me dijo “entonces caminemos juntos”.
Lo cierto es que supo cumplir con sus ideales cristianos. Y tras su deceso, solo esperamos que sus huellas, siendo ejemplo, tengan significación y sus seguidores asuman con seriedad la relación estrecha entre la palabra y la acción.
La segunda noticia, que guarda relación con la anterior, es el Mensaje de los Obispos del Perú con motivo de las próximas elecciones generales,“La política que se necesita”, publicado por la Conferencia Episcopal Peruana, en el que se expresan preocupaciones sobre la problemática política, económica y social por la que viene atravesando el país, así como el descrédito de la democracia.
Interesa destacar, de ese texto, algunas afirmaciones que sorprenden no solo por el momento, sino también por la firmeza asumida con respecto a ciertas actitudes a las que el silencio de la Iglesia permitió que tomasen cuerpo:
El elevado nivel de corrupción de altas autoridades y funcionarios públicos y los enfrentamientos estériles entre poderes del Estado, así como entre las diversas bancadas e, incluso, al interior de los mismos partidos políticos, unidos a los intentos de introducir en nuestro Perú ideologías extranjeras contrarias a la familia y la vida, reflejan que la clase política, salvo algunas excepciones, se ha vuelto autorreferencial y vive de espaldas al pueblo.
Señalan así, tras despertar de su letargo y a partir de este diagnóstico ,sus preocupaciones por el devenir del país, convocando a un esfuerzo unitario:
Ante esta situación se corre el riesgo de que el pueblo peruano pierda la esperanza y caiga en una depresión colectiva respecto a la política, lo cual sería muy grave porque la magnitud de la crisis que aflige al país…Se requiere el trabajo y esfuerzo conjunto de todos los peruanos, porque de esta crisis pluridimensional salimos juntos o no salimos.
Es más, llaman a la población a una especie de examen de conciencia para que en un marco de responsabilidad ciudadana opten inteligentemente al momento de decidir:
Preparémonos de modo adecuado para emitir un voto consciente e informado, sopesando los problemas coyunturales y estructurales que afectan a nuestro Perú, y evaluando la capacidad que los candidatos puedan tener para resolverlos y las garantías que nos puedan brindar de que así lo harán.
Resulta entonces que, frente a la deshonra o extremada prudencia, y con el espaldarazo del Papa Francisco, quien respondiese negativamente a la pegunta ¿La Iglesia dispone del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo?, va resurgiendo, en búsqueda del honor, un clero silenciado (por pugnas internas). Y que intenta modificar el curso de “caída libre” por el que venía transitando el catolicismo, al optar con inteligencia por las necesidades terrenales del país y su acercamiento a la inclusión.
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