Neptalí Carpio

La desglobalización y el fascismo que se vienen

Las élites no están interesadas en cambiar la sociedad

La desglobalización y el fascismo que se vienen
Neptalí Carpio
12 de diciembre del 2019


Observando el panorama internacional, todo indica que la desglobalización y el fascismo están de vuelta. Es como si las sociedades –sobre todo la sociedad occidental– no hubieran terminado de aprender de los errores del pasado. Aunque algunos entendidos señalan que aún hay tiempo de virar frente a este destino maldito para recuperar la verdadera democracia, que iluminó el origen de la Unión Europea y se expandió por todo el globo. El abrazo a la cultura, la conducta de asertividad y la búsqueda personal de la nobleza de espíritu son recetas para futuros inciertos.

Ya Ortega y Gasset había alertado en 1930 que Europa había perdido la moral. ¿Se ha vuelto a repetir semejante regresión? Tal parece que sí, y está en sus nuevas elites recuperarla. Nietzsche fue uno de los primeros en advertir que la democracia siempre viene con unas condiciones. Una democracia se basa siempre en la idea central de la dignidad de los hombres, que significa cultivar valores morales y universales: vivir con verdad, tener compasión, entender el significado de la belleza.

Pero una democracia de masas no está interesada en esos valores; es una sociedad kitsch, completamente vacía, basada en el cultivo de nuestros instintos más básicos. Esa cultura se sustenta en un concepto estético que ironiza la relación del arte con el consumismo, denotando un mal social que en la actualidad nos remite al concepto: estética de mal gusto, pero que es lucrativa. La cultura kitsch se resiente cuando llega una crisis porque las personas se sienten traicionadas.

Los ejemplos más notorios de esto son Trump, Bolsonaro, Putin y otros líderes conservadores y nacionalistas de derecha. Ya lo hemos visto en ciertas actitudes de algunas élites racistas y conservadoras de Bolivia; y en nuestro país, con sectores de una iglesia intolerante al extremo. Los fascistas necesitan la crisis, el miedo, el odio y chivos expiatorios. Esta sociedad tendrá un hijo bastardo que será el fascismo. La democracia nunca puede darse por sentada, como tampoco nuestra salud. Hay que trabajar en ella. Es una lección que nunca debemos olvidar los latinoamericanos. 

Un gran sector de occidente señala que Trump es un fascista, sin ninguna duda. Detrás del fascismo no están las ideas, solo hay personas que quieren poder y poder y poder. Odian la democracia, el debate político. Trump reduce todo a Twitter, a eslóganes, a la propaganda. Un líder fascista es un mentiroso patológico, no está interesado en la democracia, en la educación o en la filosofía. Estados Unidos no es aún un país fascista, pero ese hombre sí lo es. El problema es que la élite estadounidense sigue negando la realidad. Hablan de populismo, no de fascismo. The Washington Post o The New York Times, se niegan a utilizar la palabra fascismo para referirse a Trump porque les da vergüenza y miedo.

Los europeos y latinoamericanos jamás debemos olvidar que en España hubo una dictadura durante casi 40 años. ¿Podría volver a triunfar un régimen así en diversos países del orbe? Claro que sí, pero el problema es que no hemos aprendido las lecciones de la historia. Las sociedades no pueden permanecer tanto tiempo en el desorden, la extendida corrupción o con un eterno enfrentamiento como ocurre en España. Tarde o temprano buscarán liderazgos autoritarios y hasta fascistas como ocurrió en los años 30 y 40, del siglo pasado en Europa, provocando la II Guerra Mundial. 

Las élites europeas han desaparecido. Históricamente la idea de cultivar lo mejor de las personas siempre ha sido responsabilidad de los poetas, de los filósofos y de los escribas, y el mundo del poder siempre ha tenido un problema con esto. Hoy en día las élites no están interesadas en cambiar la sociedad porque, si lo hacen, perderían su posición dominante. Lo mismo pasa en el sistema educativo, con una clase académica que se ha vuelto estúpida e incompetente. La clase política no está interesada en nosotros, y gran parte de las élites empresariales tampoco. Solo les importa que votes por ellos, que compres sus cosas y que te apuntes a su programa académico porque así pueden ganar dinero contigo. 

Diversos analistas de la cuestión europea señalan que los jóvenes europeos son más ignorantes hoy que hace décadas, pero también reconocen que no les pueden echar toda la culpa. Hoy van a la universidad con una computadora portátil, con YouTube, con Netflix; pero las viejas generaciones solo estudiábamos con los libros. Esos jóvenes también viven con la presión social constante de no quedarse fuera. Si estudias sociología, arte o filosofía estás fuera. La actual infraestructura educativa europea, y crecientemente la latinoamericana y norteamericana, no están creadas para que seas un pensador, solo te forman para que puedas contribuir al sistema económico, para que seas un buen funcionario en la democracia actual. Si no somos libres somos esclavos o robots. No es fácil ser libre, es más fácil obedecer y dejarse llevar por la corriente del conformismo. 

Crecientemente, la política actual es como un circo. Hay muy pocos políticos que merecen respeto. Siento un gran respeto por líderes como Barack Obama, Angela Merkel, Mijail Gorbachov y José Mujica, porque estoy seguro de que en ellos hay un gran sentido de responsabilidad, pese a expresar diversas tendencias ideológicas. Ellos no son santos, han cometido errores, pero tienen una enorme presencia moral en el mundo actual.

Pero, cabe hacerse una pregunta: el fascismo que auguran los analistas de Europa ¿también será violento? Dicen que no, porque aún no podríamos tildar a Trump o Bolsonaro de fascistas porque no son violentos como los anteriores. Pero ellos le echan la culpa de todo a unos y a otros, y lo repiten una y otra vez, usan la propaganda para crear miedo y odio. Llegará un momento en que la sociedad explote. Jamás debemos olvidar a Freud cuando nos hacía recordar que somos “una especie agresiva”. Un león nunca matará a otro león, somos la única especie que se mata entre sí todo el tiempo. La violencia está en todas partes.

Frente a este pesimismo sobre el futuro, ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pie para esquivar el desastre? Lo que debe hacer todo el mundo es darse cuenta de que solo tenemos una vida, y que no sabemos cuánto tiempo vamos a estar aquí. Lo que hay que hacer es que la vida merezca la pena, haciendo algo que nos satisfaga. Cuando encontremos el modo correcto de vivir, podremos contribuir a una buena sociedad. No podemos imaginar una vida significativa sin libertad. Si no somos libres somos esclavos o robots. No es fácil ser libre, es más fácil obedecer. Pero la nobleza de espíritu es algo que todo el mundo puede adquirir, no hace falta dinero, está ahí. Solo hay que hacerlo.

Neptalí Carpio
12 de diciembre del 2019

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