Martin Santivañez
¿Hay un nuevo fujimorismo?

Sobre el papel de Keiko y la herencia de los noventa
Pertenezco a una generación de clase media (35-40 años) que padeció el primer gobierno aprista y también los dos lustros del primer fujimorismo. Cuando tenía doce años y gobernaba Alan García mi generación tenía que comer el pan popular, soportar el toque de queda y protegerse a duras penas del terrorismo. Además, la inflación era un verdadero jinete del apocalipsis que acabó con la economía de nuestras familias y la corrupción era una especie de mal sistémico inatajable, casi una plaga bíblica que todos tuvimos que soportar. Por eso, es natural que cuando finalizó el primer gobierno de Alan García muchos de mis compañeros de generación juraron que jamás votarían por un aprista (menos por Alan) y fueron millones los peruanos de todas las edades que llegaron a la misma conclusión.
Pero la historia (mejor dicho, la Providencia) es sabia y corrige las decisiones de los hombres. Dieciséis años después de un primer gobierno desastroso, Alan García volvió a la presidencia apoyado por aquellos que juraron nunca votar por él de nuevo. El temor al chavismo de Ollanta Humala y una campaña que convenció a muchos de los jóvenes que no padecieron el primer alanismo fueron factores determinantes a la hora de su triunfo. Contra el temor de la clase media de mi generación, el segundo gobierno aprista no fue una locura desbocada ni el viejo ensayo revolucionario del tradicional populismo latino. El segundo Alan García supo mantener el modelo económico e infundir optimismo en los empresarios, aprovechando una excelente coyuntura internacional. Los peruanos que votaron por García no se equivocaron y el Perú no perdió cinco años, como acaba de suceder con el humalismo. La reconciliación del APRA con la población fue positiva para el país. La segunda oportunidad que el Perú le otorgó a Alan García fue bien aprovechada por los apristas y sus aliados y el Perú avanzó.
Déjenme, queridos lectores, retornar a mi generación de clase media. Somos muchos los que no apoyamos el fujimorismo durante los noventa. Es más, como estudiante de Derecho, marché en contra de la reelección de Alberto Fujimori. Sin embargo, el Perú es un país que sabe dar segundas oportunidades. Desde que Keiko perdió las elecciones el año 2011 hasta el día de hoy ha habido un cambio en la manera en que ella lidera Fuerza Popular, un cambio que se ha manifestado incluso en el reconocimiento de los errores y los delitos del primer fujimorismo. Ahora bien, esta transformación no busca borrar de la faz de la tierra toda la herencia del apellido Fujimori pero sí pretende rescatar lo mejor de su gobierno, convocar a personas de diversas canteras y dotar a su partido de un nuevo impulso, alejado por completo de lo que significó el montesinismo. La reconciliación con el país del nuevo fujimorismo liderado por Keiko también será positiva para todos los peruanos, como lo fue la reconciliación eficiente del segundo alanismo. Si este nuevo fujimorismo llega al poder tendrá ante sí un gran reto histórico, pero todo indica que Keiko tiene la capacidad para tomar decisiones difíciles y el carácter suficiente para comprender que, en política, convocar a los que antes fueron adversarios sin perder a los propios, es la clave para alcanzar la victoria y gobernar de verdad.
Por: Martín Santiváñez Vivanco
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