Dardo López-Dolz
Hagamos atractivo otra vez el servicio público

Para exigir dedicación exclusiva y honestidad a los funcionarios
Hemos emprendido hace décadas un camino errado que no solo no ha corregido la corrupción, sino que ha empobrecido sistemáticamente la capacidad estatal, con notorias y escasísimas excepciones. Tras los doce años de dictadura militar, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional perdieron el atractivo que alguna vez tuvieron para las personas pertenecientes a las élites culturales, morales y económicas del país; al punto que ni siquiera la tradición familiar bastó y cada vez es menor la continuidad. Como todo vacío se llena, no es difícil pensar quienes vienen llenando esos espacios, las consecuencias están a la vista.
Pero esa pérdida de atractivo es tangencial a todo la función pública. Cada vez es más difícil que un profesional con buenas calificaciones y proveniente de las universidades mejor ranqueadas oriente sus expectativas de desarrollo profesional a la función pública o a la participación en la política. Buena parte de la culpa recae en la demolición sistemática que hace la prensa de todo aquel que osa postular a una posición política importante o aceptar un puesto público de responsabilidad. La población presume deshonestidad sin posibilidad de que el funcionario quede nunca más libre de sospechas.
Parte importante de la culpa recae también sobre una serie de medidas demagógicas que hacen menos atractivo aún un puesto importante en cualquiera de los tres poderes del Estado. Las remuneraciones están muy por debajo de las remuneraciones del mercado privado para puestos de responsabilidad equivalente; y por una serie de subterfugios, aunque recibe más, el sueldo ¨formal¨ pensionable de, por ejemplo un ministro, se asemeja al de una secretaria principiante.
Para volver a ser atractiva la función pública, para poder exigir real dedicación exclusiva ella, se debe quitar de la preocupación cotidiana del alto funcionario de cualquiera de los tres poderes como hará pagar sus obligaciones financieras, de educación familiar o de salud, sin interrumpir ni disminuir su aporte a su AFP y CTS. Aunque un análisis simplista lleve a pensar que es costoso, apliquemos esto y acabaremos gastando menos.
Más allá de la proclividad a alimentar a cupido con fondos públicos y de las diferencias de habilidad para conseguir apoyo mediático y salir bien librado del trance, es necesario corregir la medida demagógica que restringe el uso de auto y chofer a las actividades oficiales. Esta es incompatible con la dedicación exclusiva, y no todos tienen los medios para mantener un auto adicional, chofer incluido para cumplir sus labores familiares, como lo hace cualquier gerente o director en la empresa privada con el auto que la empresa le asigna.
Es necesario complementar la ahora imprescriptible responsabilidad del funcionario con una división más razonable de los niveles de decisión. A nadie en el sector privado se le ocurre pedir que el gerente general apruebe todos y cada uno de los actos; sin embargo, en el sector público, se abusa de la necesidad de otorgarle rango ministerial o viceministerial a muchas decisiones y comisiones a las que el ministro o viceministro no tiene capacidad real de prestar la debida atención. Hace falta empoderar a los funcionarios de tercer y cuarto nivel, aparejando ese poder con la responsabilidad absoluta del acto, sin necesidad de hacer que este suba a firmas de personas que no tienen conocimiento técnico o detallado de la materia.
Solo haciendo nuevamente atractiva la función pública, podremos siempre elegir entre los mejores.
Dardo López Dolz
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