Darío Enríquez
Falsa formalidad cobra su cuota de sangre
Negligencia de propietarios y corrupción municipal

El lamentable y penoso accidente de trabajo que cobró la vida de dos jóvenes de 18 años en un local de McDonald’s en San Miguel, distrito clasemediero limeño, ha abierto una discusión en la que la razón y la lógica están casi ausentes. Prevalece una indignación natural y entendible en mucha gente, pero también impostura y falsa indignación en quienes quieren convertir tan luctuosos sucesos en el punto de partida de una cruzada inquisitorial postmoderna contra el capitalismo “explotador, asesino y salvaje”.
Tratemos de analizar los hechos con la mayor serenidad posible, aunque nos ganemos epítetos lanzados por delirantes termocéfalos que nos acusarán de ser cómplices de un “asesinato” con todos los agravantes. Dirán que somos “insensibles”, que defendemos a indefendibles “cerdos capitalistas”. Toda la recatafila conocida y por conocer de tales “indignados”. En primer lugar, no existe aún un informe técnico que explique en forma objetiva, detallada e inapelable, los hechos acaecidos esa fatídica madrugada en que los dos jóvenes, que limpiaban el mencionado local, murieron electrocutados. Sin ese informe, solo queda especular respecto del contexto, pero no sobre detalles ni las causas directas del deceso.
Veamos. Debido a la agitación mediática de la noticia, no tardaron en aparecer quienes pretenden ser justicieros de todo y nada: funcionarios de la Municipalidad de San Miguel multaron con S/ 180,000 a la empresa que regenta el local McDonald’s del siniestro. Teniendo en cuenta lo precipitado de tal medida, es probable que la multa sea recusada y nunca se pague. Pero eso no es lo peor. No se indaga sobre el origen de todo esto. No deseamos enterarnos y miramos para el costado, porque no queremos reconocernos en el espejo de la realidad.
Si nos preocupáramos realmente por las causas de eventos terribles, como los de la discoteca Utopía, los cines UVK de Larcomar y ahora McDonald’s de San Miguel (para solo mencionar tres casos), hallaríamos como punto en común aquello que denominamos “Falsa formalidad” (consulte aquí https://elmontonero.pe/columnas/los-rios-de-sangre-de-la-falsa-formalidad y aquí https://elmontonero.pe/columnas/no-solo-informalidad-es-un-estado-parasito). Esa “falsa formalidad” hace parte de lo más siniestro y sombrío de nuestra informalidad, que ha penetrado hasta el tuétano en nuestra cultura cotidiana. Una forma de hacer las cosas tan propia como funesta.
Cuando estas disfunciones socioculturales se combinan con prácticas corruptas estatales (en el caso que nos convoca hoy, municipales), tenemos una mezcla letal. Las autoridades ediles deben incluirse en la investigación y el juicio por omisión de funciones; junto al propietario y franquiciante, por negligencia. Esas son las hipótesis que más nos acercarían a la verdad. Pero debe hacerse en forma inmediata y sumaria, en todo lo que sea necesario, pertinente y posible. El recuerdo de las víctimas, las solidaridad con sus dolidas familias y la sociedad toda lo reclama.
Si se fuerza conclusiones para calzar con los prejuicios, la impostura y la militancia anticapitalista, todo será peor. Los fast food son de “lo mejorcito" que hay en sector masivo de nuestro sistema alimentario de restauración, con una siniestralidad entre las más bajas del mundo, pese a todo. No seamos ciegos. No se trata de ninguna defensa de lo indefendible, sino de realidad pura y dura.
Tampoco se trata de que no haya legislación laboral adecuada, la hay de sobra; por eso en Perú reina la confusión y la inepcia, además de empresarios con pocos escrúpulos. En ese contexto, autoridades municipalidades se frotan las manos cobrando impuestos a manos llenas, sin la debida contraprestación de inspecciones eficaces y continuas. ¿Qué hacemos con miles de "tías veneno" y "chifas-terror"? Nada. Es cierto que se han operado muchas mejoras en últimos años, pero estamos aún lejos de lograr tanto seguridad física como condiciones sanitarias y laborales adecuadas.
Algunos activistas desavisados y violentistas solo quieren quemar locales de “cerdos capitalistas”, desplegando una falsa indignación manifiesta y oprobiosa. Por supuesto que debemos indignarnos ante casos como estos, pero no rasgarnos las vestiduras ni nublar nuestro entendimiento. Debemos analizar y estudiar el fenómeno para hallar su origen, llegando a un diagnóstico real. No se trata de quemar a la primera "bruja" que se nos ocurra o que resulte depositaria de nuestros odios, ni de seguir prácticas que en pleno siglo XXI ya deberían estar superadas.
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