Jorge Varela
Falencias de la izquierda anticapitalista
Debilidades del democratismo radical

La izquierda –se ha dicho– atraviesa un período crítico. ¿Es tan cierta esa afirmación? Esta falta de capacidad de las izquierdas para ofrecer respuestas racionales –circunstancia que pareciera un sello distintivo consustancial a ellas– se ve reflejada en la aplicación insensata de estrategias radicales que exacerban el conflicto social y político, en la formulación de enfoques que derivan en populismos antidemocráticos, en adaptaciones pragmáticas que alteran los contenidos de sus programas, en dispersión política y en derrotas electorales. Nótese que no se ha hecho un distingo entre las diferentes izquierdas.
¿Qué es ser de izquierda?
¿Qué significa ser de izquierda en pleno siglo XXI? El tema no es nuevo. Cada cierto tiempo el debate estratégico–táctico gira alrededor de las formas en que debiera abordarse su articulación y hegemonía, postergando el análisis ideológico en profundidad referido a su esencia y naturaleza identitaria. Algunos señalan que éste último se vincula indisolublemente a una cuestión prioritaria, a la respuesta a una pregunta clave: ¿qué es ser anticapitalista en el siglo XXI?. Precisamente allí reside una especie de parteaguas que separa a la izquierda no–democrática de la izquierda democrática. En este sentido qué duda cabe que el denominado ‘socialismo del siglo XXI’ no tiene nada que ver con la socialdemocracia europea, por citar solo dos corrientes contrapuestas.
Anticapitalismo utópico e izquierda posmarxista
Procurando hallar una salida el sociólogo posmarxista estadounidense Erik Olin Wright buscó desde su propia utopía anticapitalista, juntar las piezas dispersas que podían construir una nueva izquierda (Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI. Erick Olin Wright, “Akal”, 2020)
Wright partió –de modo heterodoxo– de una premisa marxista básica: las fuentes para la superación del sistema social, económico y político vigente, anidan de forma embrionaria dentro de él. Si bien el capitalismo ha demostrado ser capaz de generar mecanismos eficaces para reabastecerse y neutralizar a quienes intentan destruirlo, ello no implica desde su punto de análisis que esa situación vaya a mantenerse en el tiempo.
En una entrevista declaró que el núcleo de la tradición marxista trata acerca de la crítica del capitalismo como sistema, del análisis de clase como parte central de la teoría del cambio, y de una visión normativa más allá del capitalismo, lo que ha sido llamado vagamente socialismo en algún sentido u otro (Entrevista de Modesto Gayo y Andrea Cerda, Revista de Sociología Nº 27, Universidad de Chile).
Para Wright, la acción política de las izquierdas tiene, –por eso mismo–, un sentido distinto. Al capitalismo se lo ha intentado destruir, pero las estrategias han colisionado entre sí y fracasado por falta de articulación al ser concebidas como excluyentes. Para erosionar al primero, –sostiene–, es necesario el diseño articulado de estrategias conjuntas, golpeando desde abajo y desde arriba, sin descanso. Es lo que están haciendo las huestes marxianas en Perú y Chile. Este re–enfoque abre un abanico de opciones. El de Wright intenta apostar a un futuro de plazo no muy largo.
Su pensamiento es omnicomprensivo de diversas estrategias que conciben al capitalismo como el antagonista principal de un proyecto supuestamente igualitario elaborado desde su posmarxismo analítico radical.
Formas de democracia y democracia directa
Sus argumentos acerca de cómo profundizar la democracia son que no deberíamos deshacernos de la democracia representativa. En efecto, expresa que: “la manera en que me gusta pensar al respecto consiste en una suerte de tabla de dos por tres en la cual se tienen tres formas de democracia y cada una de ellas puede ser ya sea débil o profunda. Las tres formas de democracia o tipos de formas democráticas son la democracia representativa, la democracia asociacional y la democracia directa”. Su proyecto de profundización de la democracia consiste en elaborar estas tres formas, representativa, asociacional, y directa, y profundizar cada una (entrevista citada).
Según afirma, “deberíamos tener democracia directa a pesar del hecho de que es desigual, debido a que (ésta) creará un mejor terreno sobre el cual moverse hacia más igualdad. Una de las cosas que sucede en los procesos participativos deliberativos es que la gente comienza a valorar más la igualdad”. “Por supuesto, será desigual; no se pueden diseñar por decreto relaciones igualitarias y simétricas y recíprocas, ellas tienen que emerger dinámicamente a través del proceso mismo. Pero se tiene que empezar en algún lugar y una democracia participativa desigual es mejor que una democracia no participativa”.
Debilidades del democratismo radical
El democratismo radical conforma pues, el núcleo central del pensamiento de la izquierda contemporánea y Erik Olin Wright no es un discrepante profesional o nato en este aspecto. ¿El imperativo igualitario de auspiciar una democracia directa, junto con un llamado a la deliberación y participación, es solo el modo de compensar y atenuar sus rasgos autoritarios intrínsecos?
La tarea voluntarista de democratizar a las empresas, democratizar al Estado y democratizar a la propia democracia, anida en las posturas de Wright, de Perú Libre y del Frente Amplio chileno, movimientos que subestiman al componente de indeterminación de la dinámica democrática. (Es lo que acaba de ocurrir en la primera vuelta presidencial de Chile) Algunos críticos afirman que “más democracia puede no redundar en más izquierda. La democracia parte de la premisa de la igualdad, pero no siempre la ha profundizado en la práctica”. (Fernando Manuel Suárez, “El anticapitalismo de Erick Olin Wright”. Nueva Sociedad, octubre de 2021)
Una versión nueva de Estado
A la democratización de las empresas capitalistas sería posible llegar mediante la expansión de la economía social–popular y de prácticas cooperativistas, que incluyera además una renta básica universal para neutralizar aspectos distributivos del modelo vigente. En esta mirada el Estado debería ser el proveedor principal de determinados bienes y servicios básicos; el promotor de prácticas económico–sociales compatibles con el nuevo andamiaje; y el administrador de la mencionada renta básica. Como típico intelectual Wright no deposita su confianza en el Estado sin antes habilitar un subterfugio democrático. ¿Se trata de ‘una versión socialista de mercado’? o ¿se trata de buscar otras alternativas?; pero, ¿con quiénes?
El sujeto del anticapitalismo posible
Después de varios escritos dedicados a analizar y teorizar acerca de la categoría ‘clase’ –una cuestión central para los marxistas– Wright se encontró al momento de pensar en quién podría llevar adelante la transformación que él planteaba, ante un gallinero revuelto donde todos cacareaban. Una sociedad individualista fragmentada, abundante en intereses identitarios específicos, no era ni es el campo propicio para hallar actores políticos con disciplina y decisión para impulsar un cambio radical. Como advirtió el mismo Wright: “cualquier esfuerzo por construir un robusto actor colectivo anticapitalista debe superar la complejidad de estas identidades múltiples y entrecruzadas”. Conformar la base común es una tarea política e ideológica. De lo que se trata –a su juicio– es de estimular valores emancipadores con alguna capacidad para articular el descontento frente a la injusticia y las desigualdades. La convocatoria de Wright consiste en volver a las bases y a las fuentes, apostando por estrategias subordinadas a aquello que denominó las ‘utopías reales’. De eso trata el ‘anticapitalismo posible’, precisando que solo una verdadera emancipación política puede dar resultados.
Pero, no será simple. Mientras el dogmatismo, la intolerancia, la voluntad hegemónica y la subordinación a la violencia no salgan de la mente enferma de tantos caudillos de izquierda, persistirá ese clima enrarecido que suele ser el medio ambiente tóxico que casi siempre les impide avanzar en democracia. ¿No están preparados para convivir en libertad?
¿Es posible forjar una izquierda nueva, libertaria, democrática, creativa, imaginativa, a partir de la ortodoxia marxista tradicional? ¿Qué caminos pueden recorrerse, que no sean los ya conocidos?
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