Aldo Llanos
Estrategias para el debate en torno a la llamada “Ideología de Género” (II)
Aportes sobre el problema del rol de la mujer en la sociedad
Estrategia #2: El debate debe centrarse contra los argumentos de las antropologías construccionistas/constructivistas sociologistas ya que en esto hay consenso entre cultores de la antropología filosófica y las antropologías positivas.
Lo que caracteriza a las antropologías construccionistas/constructivistas es la idea constructivista general de que la realidad es “construida”. Desde esta perspectiva, el posmodernismo y los cultores de lo que vamos llamando Ideología de Género, consiguen argumentos que suelen llevar al debate público de forma explícita o implícita. No obstante, al estudiar y reconocer a estas antropologías, podemos delimitar más claramente las ideas antropológicas presentes en el debate, entre “positivistas”, para los que la realidad es objetivable y cognoscible desde el método científico; y “constructivistas”, para los que la realidad sólo puede ser interpretada. (Negueruela, 2016).
Un punto a tomar en cuenta es que, en diversas entrevistas y publicaciones, muchos representantes y suscriptores de las antropologías positivas, suelen realizar ácidas críticas hacia sus pares de las antropologías construccionistas/constructivistas por no hacer diseños experimentales a partir de evidencia comprobable además del trabajo de interpretación. Por ejemplo, fueron muy mediáticas las fuertes declaraciones del filósofo de la ciencia (positiva) Mario Bunge hacia diversas afirmaciones del antropólogo y sociólogo Bruno Latour.
En ese sentido, resulta muy pertinente establecer los puntos que tienen en común tanto la antropología filosófica de matriz cristiana como las antropologías positivas en el reconocimiento y relevancia del sexo humano como dato duro.
Incluso, prestando atención en esta tarea, descubriremos que también hay convergencias con el trabajo de no pocas y notables feministas que se oponen a lo que llamamos Ideología de Género, utilizando las herramientas de las antropologías positivas frente a los actuales avances del transgenerismo en las políticas públicas. Para estas, el establecimiento de las antropologías construccionistas/constructivistas como presupuesto a partir de la cual construir políticas públicas, no es más que una estratagema que “borra a las mujeres” como sujeto de derechos (Lecuona, Miyares, Jeffreys, etc.)
Lo cierto es que, en esta zona de intersección, nos descubrimos los cultores/suscriptores de la antropología filosófica de matriz cristiana con los de las antropologías positivas, como realistas, y esto, ya es bastante para el tiempo que nos está tocando vivir.
Por ello, aunque el enfoque global de las antropologías positivas sea a nuestro parecer reduccionista (vendrían a ser el polo opuesto de las antropologías construccionistas/constructivistas), a efectos de la estrategia, vale el esfuerzo tomar en cuenta el aporte de sus investigaciones en torno al problema sexo/género.
En ese sentido, seamos ponderados. Tampoco podemos caer en un irracional “todo o nada”, que ha llevado a ciertas personas de buena voluntad, pero con escasa formación académica, a meter, por ejemplo, a todos los que realizan trabajos de antropología cultural, dentro del saco de las antropologías construccionistas/constructivistas, sin reparar en que, no pocos de ellos, están realizando trabajos muy finos y rigurosos sobre el real rol de la cultura y su impacto en el problema sexo/género.
En esta parcela del saber, el espectro es amplio y podemos ir encontrando interesantes aportes sobre el problema del rol de la mujer en la sociedad (Hager, Patou-Mathis, Cirotteau, Eisler, etc.), hasta sugerentes estudios sobre el impacto de la cultura en el proceso evolutivo (Turchin, Laland, Boyd, Marks, etc.), lo que aproxima a estos trabajos y tesis de antropología cultural, mucho más cerca de nuestras afirmaciones de lo que ellos y nosotros estamos aceptando por ahora.
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