Heriberto Bustos
Entre el discurso y la acción
La situación del país no es responsabilidad exclusiva del Congreso ni del Gobierno

En las “previas” al acto electoral, resulta sensato, junto a la cercanía de pensamiento o coincidencia ideológica, buscar en las personas entre quienes hemos de elegir como nuestros representantes ante el Congreso, la existencia en ellas de un aspecto central: coherencia entre lo que dicen y hacen. Esta determinación a nivel individual reviste importancia, porque constituye políticamente el reflejo de la conciencia personal y social, ya que en la vida diaria somos lo que decimos y hacemos.
En un escenario manifiesto de corrupción, manipulación de la información, pérdida de valores, así como de las urgencias requeridas para su reversión, la elección de un grupo de ciudadanos que cumplan labores legislativas y fiscalizadoras, demanda de nosotros la suma de actitudes que expresen este binomio. A decir verdad, esto incidiría en la construcción de una sociedad donde la hipocresía, vencida por la sinceridad, devuelva su valía a la acción política y abogue por una democracia participativa, sin exclusiones. Con adversarios, pero sin enemigos.
Cometemos un error cuando –por razones relacionadas con el desinterés, inconsciencia, tranquilidad o comodidad de nuestra existencia–, separamos las acciones personales de la participación en la vida social y culpamos de las desgracias del país a los políticos. No solo estamos renunciando, en términos generales. a nuestra naturaleza humana de seres sociales, sino también a las específicas de ciudadanos. Y en ese discurrir nos vamos dejando llevar por la idea equivocada de que las acciones de gobierno corresponden a “profesionales” dedicados a ella.
Debemos tener claridad que la actual situación del país, no es responsabilidad exclusiva de los congresistas o del propio gobierno, sino de quienes vivimos en él. Todos, por acción u omisión, participamos directa o indirectamente en su avance o retroceso, en el incremento o disminución de la corrupción, en la mejora de las relaciones sociales, en la defensa del bien común. Imaginemos, por ejemplo, qué ocurre cuando como trabajadores, empleados o funcionarios no cumplimos con lo que corresponde o esperamos “estímulos adicionales” para hacerlo; cuando para mantenernos en algún cargo nos rodeamos de personas que no cumplen con el perfil requerido; cuando como padres no asumimos la tarea de orientar los hijos en la comprensión de sus deberes y en el accionar correcto. La respuesta es obvia: estamos coadyuvando al desorden, la perversión y el desgobierno.
A todos nos interesa un Estado que promueva el progreso y la justicia social, cuya autoridad y respeto vaya de la mano con el logro del bien común, que se aleje de la corrupción, que destierre el pandillaje administrativo y que al promover el desarrollo de capacidades, respeto de la dignidad y profesionalismo, evidencie que el Perú no es solo del grupo que lo administra momentáneamente, sino de todos los ciudadanos. Por esa razón, pensando en las elecciones para el Congreso de la República, nos corresponde hacer esfuerzos para superar subjetividades, conocer las propuestas de los partidos o candidatos, evitar la manipulación y, sobre esa base, tomar decisiones que evidencien el ejercicio responsable de nuestra ciudadanía. Asumir conscientemente que el ser real y verdaderamente humano es directamente proporcional a la cercanía entre la palabra y la acción.
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