Jorge Morelli
Empezar de nuevo
La descentralización en el ojo de la tormenta.
En materia de descentralización hay que comenzar de nuevo. Y hace falta un nuevo modelo. La regionalización –tal como fue concebida- difícilmente podrá ser corregida y probablemente tendrá que ser desechada y reemplazada.
Lo que el gobierno hace por el momento no es sino control de daños ante la emergencia. Más allá de suspender las cuentas de los gobiernos regionales sin que tenga que pedirlo la Contraloría, el gobierno propone ahora establecer la posibilidad de intervenir -poner un interventor- en gobiernos regionales díscolos, que hayan incurrido en situaciones de corrupción. Y crear una superintendencia que decida cuándo nos hallamos ante una situación que requiera ese paso.
No se trata, sin embargo, solo de corrupción, sino también de situaciones políticas, de rebeldía o desacato, por parte de los gobiernos regionales, a disposiciones constitucionales, legales y normas administrativas del gobierno nacional.
Este tipo de casos ya se ha presentado. En Cajamarca, por ejemplo, el gobierno regional pretendía decidir si puede o no haber inversión minera, y dónde, lo que es inconstitucional. Otro ejemplo: El gobierno regional de Junín ha pretendido establecer los contenidos curriculares de la educación pública, para colmo con claro sesgo político.
Lo que el gobierno se propone requiere una organización nueva - habla de una superintendencia - y una casuística normativa que también justifique la intervención por razones políticas. Nada de eso existe hoy. En lo inmediato, no le queda al gobierno otro camino que tomar la decisión política de intervenir cuando lo juzgue necesario y asumir la responsabilidad política respectiva.
Suponiendo, no obstante, que el gobierno tenga el equipo humano capaz de intervenir eficazmente una región donde ocurren desmanes, no parece tener, en cambio, el equipo necesario para rediseñar la arquitectura de esta descentralización fallida a la que llamó regionalización.
Necesitamos un nuevo modelo. Y el nuevo modelo en el que debemos rediseñar la descentralización es el de la devolución.
Devolver es asegurar el derecho a la propiedad. El de las comunidades andinas y amazónicas a la propiedad de la tierra, y no solo a la posesión precaria de un activo.
Devolver es asegurar a los empresarios formales e informales el derecho a la propiedad de una idea, de una innovación, de una patente.
Devolver es transferir a los directores de los 50 mil colegios estatales existentes en todo el país la autonomía necesaria para contratar y despedir maestros, y la posibilidad de reclutarlos de entre los mejores -no solo de entre los que tienen hasta hoy un monopolio sobre las plazas magisteriales de la educación pública-.
Para devolver hay que restablecer, ante todo, la autoridad del gobierno nacional como órgano rector de todos los sistemas principales de la administración del Estado, no solo los de control.
En suma, la base de la pirámide es devolverle al gobierno central la autoridad en todo el territorio, para que pueda garantizar efectivamente la seguridad de los ciudadanos.
El segundo piso es devolverle libertad económica a los empresarios y trabajadores para que la inversión pueda multiplicarse exponencialmente.
Los mayores ingresos por recaudación podrán entonces financiar el tercer piso, la reconstrucción de los servicios de salud, educación y la ayuda social para alcanzar la igualdad de oportunidades.
Devolver igualdad, libertad y gobernabilidad democrática, entonces. Una vez hecho esto, la forma en que deba descentralizarse el poder Ejecutivo será un problema manejable. Porque se podrá entonces descentralizar sin desintegrar, e integrar sin centralizar.
Por Jorge Morelli
COMENTARIOS