César Félix Sánchez
El triunfo de Kast: lecciones para el Perú
El renacimiento de la derecha latinoamericana

¿Qué lecciones encierra para el Perú el triunfo de Kast? En primer lugar, la más evidente es que si en un país tan agredido culturalmente y tan deconstruido como Chile, una figura como la de Kast puede pasar a la segunda vuelta en primer lugar y con casi un tercio de votos, en el Perú, todavía acendradamente conservador en su cultura popular auténtica, una opción así podría incluso ganar en primera vuelta. ¿Qué es lo que falta para que esto ocurra? Responder a esta pregunta nos llevará a la lección esencial del triunfo de Kast: la necesidad de que los líderes de la derecha no sean acomplejados.
Me explico. El Perú es un país donde se viven múltiples «ilusiones estructurales». Una ínfima minoría de opinadores y de cortesanos limeños, por lo general caviares o «liberprogres», creen o, por lo menos, quieren hacernos creer que encarnan la opinión popular. Así, cuelgan la etiqueta de «ultraconservador» o de «extremista» creyendo que van a marginar y aislar a determinadas figuras, haciéndolas caer en el desprestigio. Y aunque la realidad siempre escarmienta a esos semisabios, sea con la sorpresiva irrupción del FREPAP y del etnocacerismo en el 2020 o con el triunfo de las izquierdas y derechas «homofóbicas» y antiglobalistas en el 2021, siguen confinados a su burbuja de superioridad moral y de ceguera. Lo triste es, sin embargo, que algunas figuras de la derecha limeña temen siempre el rechazo de ciertos cenáculos barranco-miraflorinos y por eso acaban, casi siempre, por doblarse, por lo menos en cámaras, ante el lobby multicolor u otras causas progres de arrastre social bastante modesto fuera de las cámaras de espejos del Twitter. Eso debe de terminar. Nuestras derechas deben abandonar sus múltiples complejos seudomodernizantes y «cosmopolitas» y sus deseos de «socializar» y «caerle bien» a una intelligentsia limeña degenerada, impotente en la realidad pero ruidosa. Cabe señalar que el relativo éxito de Rafael López-Aliaga en la última elección se debió a que, más involuntaria que voluntariamente, fue un factor disruptivo para la burguesía opinadora y los odio e insultos de esta fueron la mejor propaganda que pudo tener ante una población ya harta de tanta «mermelada» académica y periodística y tantos eslóganes vacíos repetidos.
Pero no basta solamente abandonar los complejos y los miedos al aislamiento social por sostener opiniones conservadoras. José Antonio Kast ha demostrado que es necesario no solo ser disruptivo sino exhibir una retórica racional y convincente que, en medio del sentimentalismo desatado del establishment progre, sepa poner los puntos sobre las íes y conectar con el rescoldo de sentido común que todavía habita en la conciencia de las mayorías silenciosas. Es por eso que nuestros liderazgos conservadores requieren aprender a expresar ideas de manera aguda, sin ahogarse en palabrerías (triste vicio nacional transversal a los sectores) y conservando a la vez una buena dosis de sangre fría ante los ataques arteros de la prensa hostil.
Los líderes de las nuevas derechas latinoamericanas han aparecido orgánicamente y que por lo tanto responden a una tradición específica. No es casual, por tanto, que el capitán Bolsonaro haya aparecido en Brasil, país de tradición imperial, en el que una figura proconsular puede capturar la imaginación del pueblo. Ni que el abogado Kast, con su habilidad en los debates, haya surgido en Chile, república de viejísima tradición parlamentaria. Tampoco que un emprendedor de más acciones que palabras, como es López-Aliaga, haya surgido en un Perú donde personajes semejantes a él en muchas cosas dinamizan la economía en todas las regiones. Pero, como dijo nuestro director en una reciente entrevista con Alexis López Tapia, la figura de Kast, por ser la más hábil políticamente de este campo, merece ser observada con atención y emulada.
Hace algunos días, una opinadora izquierdista chilena manifestó, entre lágrimas, su tristeza por el triunfo de Kast. Pero lo más revelador fue su explicación de este acontecimiento: «ganó esa sensación de que prefiero vivir en paz aunque no tenga derechos, aunque me aplasten». Otra vez se expresa la nueva trend de la retórica izquierdista actual: si te preocupa más la paz que los seudoderechos imaginarios diseñados por ingenieros sociales posmodernos, eres de extrema derecha. Si crees en el imperio de la ley y estás en desacuerdo con la protesta violenta, los incendios y los saqueos realizados por anarquistas y «minorías» y prefieres la tranquilidad en el orden al mundo sociopático de la nueva izquierda en que cada deseo es un derecho eres de extrema derecha. Llegar a ese extremo es señal de un abandono absoluto de la lumen rationis. La derecha peruana debe aprovechar que vivimos en un país donde la inmensa mayoría aprecia la paz y rechaza la violencia. Hay algunos presagios de que, como veremos en un próximo artículo, la hora para una verdadera derecha llegará cuando el sainete de Castillo termine por colapsar.
COMENTARIOS