Cecilia Bákula
El reto de ser mujer en nuestra sociedad
¿En qué medida el Midis protege a las mujeres?

No obstante que existe una cartera con el rimbombante nombre de “Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables” (Midis), y ser nosotras la mayoría de la población; a pesar de que trabajamos, en promedio, mayor cantidad de horas por semana que los varones, que aportamos sustantivamente a la economía nacional y somos, sin lugar a dudas, el sustento y eje de las familias, ser mujer en el Perú de hoy es un reto que, a veces y no pocas veces, nos puede sobrepasar.
Como Estado contamos con la Ley N° 30364, del año 2015, titulada “Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar”. Y hace ya algún tiempo que se discutió y aprobó, sin tener valor alguno ni repercusión importante la ley de la paridad, como si fuéramos un número y como si nuestra presencia en foros, organismos y entidades, tuviera sentido porque “llenamos un cupo”. Lejos de ser ello sustantivo para la defensa y reconocimiento de la mujer, nosotras nos visibilizamos no por ser un número, una mera cifra, sino porque somos capaces, potentes, activas, productivas e inteligentes, no por ser mujeres, sino por el hecho de ser parte de la raza humana. Nuestra creciente visibilidad se hace evidente gracias a la cada vez mayor presencia femenina en círculos académicos y en acceso a la educación, básica y superior.
Lo cierto es que la sola existencia de las normas se convierte en nada cuando enfrentamos la agresión sexual, el uso, el manoseo y el aprovechamiento de quienes, con alguna forma de poder, abusan y destruyen la dignidad de las mujeres.
Dos casos, lamentablemente muy mediáticos, han colmado la indignación y el sentimiento de indefensión en el que vivimos. El primero, el de una niña, una muy pequeña niña, horriblemente ultrajada, y que además tuvo que sufrir y soportar el malévolo uso político de su caso, sin que ello haya sido tomado en cuenta por el referido ministerio ni por las asociaciones de feministas.
Un segundo caso, del todo deleznable, grotesco, con visos de demencia –y que muestra una actitud de desprecio, uso, abuso y maltrato a la mujer–, es el que se ha difundido por todos los medios a partir de las declaraciones de un joven quien, en una actitud que podría requerir análisis profesional y psiquiátrico, se jacta y expone todas las aberraciones que su enferma voluntad le permitió llevar a cabo, junto con un amigo, a unas jóvenes que fueron drogadas. Quiero suponer que el actor y agresor, quien gusta de difundir sus exabruptos, estaba bajo los efectos de alguna sustancia que liberaba todos sus controles verbales y gestuales. Pero nada de ello puede justificar acciones de esa magnitud, conductas de tanto desprecio hacia una mujer, uso de una condición de inferioridad de la víctima y una conducta de tremendo descalabro ético y moral.
Ante la gravedad de los hechos, declarados jactanciosamente por el propio autor, este tuvo el desparpajo de tratar de remediar la situación señalando que todo era parte de su imaginación y de un plan personal para medir las reacciones y los “likes” que podría recibir. ¿Quién puede, en su sano juicio, erigirse como analista utilizando una situación semejante y poniendo en evidencia la bajeza de su propia naturaleza y la ausencia de todo aquello que conocemos como hombría y calidad humana?
¿Es posible aceptar, sin siquiera una acción mínima de quienes están obligados a proteger, defender y cuidar a las mujeres, que hechos de esta magnitud pasen sin recibir sanciones ejemplares? ¿Sin acción del referido Ministerio? ¿Sin gesto alguno de las instituciones judiciales que no tenían nada que probar ni investigar ni demostrar ya que los hechos fueron relatados con detalles de morbosidad desquiciada? ¿Es esta la sociedad que dice proteger a las mujeres? ¿Es esta la sociedad que nos estima, respeta y se siente cómoda con unas leyes frondosas en enunciados y articulados?
Me queda la sensación de que la nuestra es una sociedad muy enferma, muy dolida y carente de valores. Lamentablemente, estos casos que no son privativos de ningún grupo social, deben obligar ya, a replantear, entre otros asuntos, la celeridad con que debe actuarse desde el punto de vista policial/legal; la eficiencia del Ministerio “de la mujer” y, la urgencia que tenemos por trabajar en destruir estereotipos de enfermizo machismo para educar a los varones en la dignidad y responsabilidad de su condición y, a las mujeres, educarlas en su propio cuidado, valoración y respeto. No dudo que la crisis de las familias, tiene mucho que ver con estos lamentables hechos.
Es toda una contradicción lo que se vive siendo mujer en el Perú. Por un lado, se declara y se nos ha considerado como la belleza pura, el amor absoluto, la delicadeza hecha ser humano, la fuerza y el poder de dar vida. No obstante, en estos tiempos, nos sorprende cada día un feminicidio más o una nueva agresión al hecho maravilloso de ser mujer y de tener esa condición única y especialísima.
No cabe duda que todas las declaraciones son solamente eso: declaraciones sin contenido de mujer bella, mujer que merece consideraciones por su condición de madre (real o potencial) pues, al mismo tiempo, hay hombres que por nosotras, pueden ver despertar los más bajos instintos que un ser humano puede tener: el de atacar, agredir, violentar y hasta acabar con una persona porque "ya no es mía" o porque "quiero que lo sea".
Pero además de las tremendas y crecientes cifras de feminicidios, vivimos la agresión permanente que ahora se ve plasmada en conductas violentas y deleznables por parte de algunos de los mal llamados "padres de la patria"... así, las cosas, las mujeres estaríamos mejor en orfandad..., sin esos "padres" que lejos de tener una conducta coherente, su discurso no se condice con su actuar y se escudan en traicioneros privilegios e inmunidades para actuar como viles seres, carentes de valores, de control, de capacidad de sana decisión y sienten que su pequeña e insignificante y muy temporal posición, les da carta blanca para su devaneos y acciones.
Me pregunto: ¿necesitamos las mujeres de todo el Perú, trabajadoras, luchadoras, madres y padres a la vez, educadoras, dadoras de vida, eje de las familias, profesionales de primer nivel, que exista un "ministerio de la mujer" y que se le añada, a esa cartera el adicional de "y poblaciones vulnerables"?. ¿Qué o quiénes son los más vulnerables? ¿En qué medida protege a la mujer? Quizá esa labor debiera estar orientada más que nada a la educación de la mujer en el rol que ella desee desempeñar en la sociedad y permitirle que sepa que su dignidad de ser humano, no puede ser afectada ni agredida y que no se trata solo de tener los medios para denunciar, lo que termina siendo un mal teatro de movidas de la política y la prensa, pues aún, en nuestro país, la mujer es tomada como cosa, como "posesión", como propiedad y en los últimos casos que vemos de agresión mediática, tocamientos, intimidad no permitida, es solo la punta de un horrible y gigantesco iceberg cultural, un monstruo de conductas heredadas y aprendidas que, a nosotras mismas, nos toca erradicar.
Si los casos que vemos en Lima, nos llenan de coraje, ¿cuántos más hay entre las mujeres que no tienen voz en el interior del país o es que el Midis habla por ellas? ¿Hasta cuándo vamos a ser un número de estadística?
En mi caso, debo manifestar que he vivido en un universo familiar y laboral de extremo respeto y educación en igualdad de derechos; he ejercido mis capacidades profesionales y he sido formada y educada para que sean mis capacidades y no solo mi condición de mujer lo que prevalezca, pero no puedo dejar de levantar mi voz por lo que significa la humillación de que se piense que somos "cosas" y que en nuestro país, se siga sin reconocer el valor histórico y ancestral de la presencia de la mujer y se siga en la inacción o encubriendo conductas que ofenden a las víctimas y degrada a los victimarios.
¡Basta ya! No es solo una frase, es una bandera de acción y lucha que cada una debe tener como consigna y educar a las siguientes generaciones en una conducta y valores de respeto y dignidad.
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