Neptalí Carpio

El pensamiento binario en Latinoamérica

Un pensamiento que atraviesa a las izquierdas y derechas

 El pensamiento binario en Latinoamérica
Neptalí Carpio
14 de noviembre del 2019


La tensión y movilización ciudadana en diversos países de Latinoamérica es en realidad una frontal crítica a las diversas élites de izquierda y derecha. Ambos modelos, el llamado “neoliberal” en Chile y el socialista en Bolivia, están en crisis. No hay lugar para afirmar que uno ha triunfado sobre el otro; no obstante, predomina el pensamiento binario entre los dirigentes de ambas tendencias, aquello que los imposibilita descubrir el denominador común que atraviesa ambos países y que, en mayor o menor medida está presente también en Argentina, Uruguay, Ecuador y el propio Perú. Lo de Venezuela es ya historia archiconocida. 

Los liberales conservadores señalan que en Chile hay una operación comunista que quiere llevar a ese país a una situación similar a la de Venezuela, mientras que los socialistas de Bolivia reducen la crisis a una operación del imperialismo norteamericano y grupos racistas. En sus expresiones más extremas estos comportamientos recurren a la Biblia o a la mamapacha, como ocurre con el líder conservador evangélico, Fernando Camacho o en la prédica de los dirigentes del MAS en Bolivia. Casi nadie se atreve a romper esos parámetros del pensamiento binario y reconocer que lo que está en crisis es en realidad un modelo político que impide que ambos enfoques, políticos y económicos se renueven y recreen cada cierto tiempo; que conversen entre sí, recogiendo y canalizando las demandas ciudadanas y apostando a un nuevo contrato social. 

Pero ¿qué es el pensamiento binario o dicotómico? Es un enfoque y una cultura política que aborda las realidades sociales empecinándose en reducirlas tan solo a dos ecuaciones posibles, negando la complejidad y secuestrando la riqueza de opciones, variables y alternativas. Blanco o negro es la única disyuntiva. Es un pensamiento que atraviesa en realidad a las izquierdas y derechas, incapaces de entender la profundidad de las crisis. En realidad, es un método para abordar el problema que está muy lejos de pensadores históricos como Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, Riva Agüero, y otros pensadores latinoamericanos; aquellos que, frente a la crisis de los años treinta del siglo pasado, tuvieron un punto de vista iconoclasta, producto de los cual fundaron escuelas de pensamiento que generaron una reforma cultural en las sociedades de esta región. 

Hoy por hoy, las elites latinoamericanas están esclavizadas de este pensamiento binario, sea por conveniencia o por convicción. Tan es así que los socialistas bolivianos creen que el solo hecho de que Evo Morales sea indígena lo santifica para tener el derecho de manipular un proceso electoral, en un real fraude, e intentar ser reelegido cuantas veces quiera. “No interesa, eso no importa, si se lucha contra el imperialismo norteamericano o las clases ricas del país del altiplano”, es lo que en realidad creen. “El fin justifica los medios”, otra vez.

De la misma forma, en el caso chileno, por el solo hecho de que el modelo “neoliberal” haya reducido la pobreza, fortalecido la clase media y consolidado inversiones, se cree que está exento de críticas y de reformas. Todo aquel que intente cambiar o reformar las limitaciones de ese modelo es tildado de comunista o chavista. Y si ahora el presidente chileno se ve obligado a aceptar un proceso constituyente, no es porque haya procesado una verdadera autocrítica de aquel proceso, sino porque no tiene otra opción que aceptarlo, frente a la indetenible presión ciudadana. 

Es sorprendente, que este tipo de enfoque predomine incluso en el pensamiento de notables intelectuales de Norteamérica, como ocurre en el caso de Noam Chomsky. Para él, según una entrevista aparecida en el portal digital Contrainformación.es, la crisis boliviana se reduce a “un golpe de Estado tras el fracaso que sufrió en los comicios del pasado 20 de octubre frente al Movimiento al Socialismo (MAS), liderado por Morales. El golpe es promovido por la oligarquía boliviana (…) y cuenta con el total apoyo del Gobierno de Estados Unidos, que desde hace mucho tiempo está ansioso por expulsar a Evo Morales y a su movimiento del poder”. En ningún caso, el izquierdista norteamericano reconoce errores del renunciante presidente de Bolivia, ni mucho menos que se hayan manipulado los resultados electorales, tal como lo constató la misión de la OEA y la propia empresa contratada por el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia. Ni siquiera imagina o acepta que la crisis actual empezó cuando Evo Morales se zurró en el referéndum que rechazó la reelección, optando por manipular al tribunal constitucional, para que le dé luz verde a una nueva reelección. Para Chomsky todo se reduce al papel titiritero de agentes externos quienes manipulan como marionetas a los actores internos de Bolivia, casi como si fuera una colonia o semicolonia. Es este, un análisis maniqueísta, que no tiene nada de científico ni objetivo. 

Las elites y las corrientes políticas de Latinoamérica afrontan así el reto de recuperar la conducción, desde la doctrina, el pensamiento crítico y constructivista, con la tarea de sintetizar la enorme complejidad de elementos que representa, y no sólo obrar por rechazo al otro adversario e inventando fantasmas. No habrá construcción posible sin que el verticalismo sepa ceder ante el acceso y la participación de nuevos sectores emergentes o el aporte de otras vertientes en casi todos nuestros países. Las complejidades que ha aparecido en los retos de gobierno y del Estado es mucho más profunda que hace una década. Sería interesante recuperar aquella consigna que versaba que “la Patria es también del otro”, puesto que, en el reconocimiento del distinto, y del par, está el reconocimiento de las múltiples variables que nos acercan o alejan. Esa valoración de los unos y los otros en una necesaria cohabitación es lo que no pueden hacer las máquinas, y nosotros, cuando las imitamos razonando a priori. 

Esta ampliación de perspectiva puede ser la superación de esta fragmentación inexorable regida por dos premisas complementarias, que nos inquietan de sobremanera, y que creo que expresan en hechos, implícitamente, muchos de los que se han acostumbrado a pensar binariamente. Lo sensato es reconocer que “la patria somos todos”; “la patria somos nosotros y ustedes”. Sólo así, superaremos esa peligrosa tendencia de determinados sectores para refugiarse en propuestas confesionales, fanáticas y fundamentalistas, que en décadas pasadas solo nos llevaron a guerras y enfrentamientos fratricidas. 

Con la mente abierta y con enorme capacidad creativa, debemos entender que la actual movilidad ciudadana, casi en toda nuestra región, es una gran oportunidad por refundar estados, promover economías más inclusivas, generar reformas culturales que tamicen una nueva gobernanza Latinoamérica. Ese es el reto.

Neptalí Carpio
14 de noviembre del 2019

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