Carlos Adrianzén
El modelo arrasado
En el Perú el modelo de libre mercado está agonizando
Los titulares de los medios ya lucen preocupados por la marcha económica del país. No se refieren solamente al significativamente menor crecimiento económico de los últimos años o a las abultadas tasas de crecimiento reciente del desempleo juvenil. Unos pocos se refieren a algo mucho más trascendente: la caída —por cuarto año consecutivo— del crecimiento de la inversión privada por persona.
Este último detalle, merece destacarse, no solamente no resulta fácil de revertir, sino que implica una consistente compresión del producto potencial del país. Algo así como que ya resulta cada año menos verosímil esperar milagrosas tasas de crecimiento en el corto plazo. Este índice de visible fracaso económico refleja el triunfo gradual y silente de la aplicación de viejas pócimas de izquierda. Es decir: de mayores regulaciones, cargas tributarias, e intervenciones estatales, así como la ampliación de la corrupción burocrática en todo el país. Aquí lo sugestivo del nivel y profundidad de la discusión económica cotidiana en nuestro país pasa por develar cómo los mismos autores del retroceso —desde el Ejecutivo (PCM, MEF, BCRP y SBS) y el Legislativo— nos venden tácitamente el agotamiento del modelo y hasta la posible conveniencia de cambiarlo.
Pero ¿qué les parece si ponderamos, sin retóricas, lo que nos está pasando? Al hacerlo descubriremos que las cosas resultan mucho más sencillas de lo que se nos quiere hacer creer.
A fines de los años ochenta nuestro país configuró un sólido ejemplo de fracaso económico. Algo muy parecido a lo que Venezuela sufre hoy bajo la administración cubana. Y la receta seguida —aplicada en su máxima expresión por el Gobierno del APRA y la Izquierda Unida— implicaba niveles absurdos de regulación y estatización con corrupción burocrática en todos los ámbitos de la economía. Llegamos a ser los africanos de Sudamérica, sus gobernantes de izquierda y amigos mercaderes nuevos ricos, mientras el país casi cae en manos de una sangrienta cúpula terrorista (muy afín a los izquierdistas limeños… hoy tan afrancesados que se les etiqueta como caviares).
En medio de una severa crisis política y económica (bajo un cuadro de recesión e inflación extremas) se dió un cambio de rumbo económico hacia el mercado. Se dice que se cambió el modelo de acuerdo a los lineamientos del llamado “consenso de Washington”. Ese que implicaba —monitoreo multilateral de por medio— copiar el estilo y aciertos del sudeste asiático en Latinoamérica.
Pero los detalles nefastos se dieron aquí en tres planos. Primero, la receta se copió muy a medias (se omitió el fortalecimiento de instituciones capitalistas). Casi nada. Segundo, el monitoreo multilateral se relativizó conforme los países patrones transitaron hacia la izquierda en Norteamérica y la unión europea. Hoy los multilaterales exportan la moda de controles y estatismo. Y tercero (el plano más importante), en un ámbito social donde la gente se cree rica sin serlo, resulta lógico que se desconfíe en el mercado, se abrace a una burocracia ladrona y frustrante. Y que los ya no tan discretos retrocesos al modelo de libre mercado (implementado a medias a inicio de los años noventa) se hayan revertido severamente.
Hoy hablar del fracaso del modelo económico —o de la necesidad de cambiarlo— solo refleja agotamiento. Pero no del físico, sino del intelectual. Vemos como se presenta jadeante en Iquitos un presidente embarrado por sombras de flagrante corrupción y que ofrece obras públicas y alzas en la remuneración mínima vital, Un contraste con su predecesor, don Ollanta Humala —hoy preso junto a su cónyuge— que fue tremendamente exitoso como gobernante de izquierda. Trajo frío económico y frustración popular, ingredientes poderosos para retroceder y optar por regímenes cada vez más socialistas y mercantilistas.
Hoy el modelo de libre mercado en el Perú está agonizante, casi muerto. Y el ideario político por el cual se concluirá este asesinato es justamente culpar al modelo lo por los ya evidentes síntomas de deterioro del presente quinquenio (asociados a los sucesivos retrocesos registrados en materia económica). Cuadro de declive, vale la pena destacar, registrado a pesar de atravesar por una muy favorable coyuntura de precios externos de los últimos años, y que algunos despistados tiendan a achacar el reciente ruido político asociado a la escandalosa administración de Pedro Pablo KuczynskI.
Si hoy nos enfriamos consistentemente cada semana, lo queramos ver o no, es por una causa implacable. Estamos optando por más intervención estatal y controles en todos los ámbitos de la economía. La burocracia se mete hasta en lo que la gente puede o no comer dentro de un cine. La salida es muy sencilla. Salir corriendo en la dirección opuesta. Y recuérdenlo: nadie (ningún organismo multilateral) hará ese trabajo por nosotros.
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