Tino Santander
El Estado boliviano en el sur peruano
Primera fase del nuevo estado sudperuano, como en 1836

El 25 de febrero pasado escribí un artículo en este portal titulado “Puno: la Barcelona peruana” en el que señalaba que existe un ánimo separatista de lo puneños, que sienten que son gobernados por el centralismo limeño corrupto e ineficiente. La clase política no quieren aceptar que en el sur ningún político, y menos el cartel mediático limeño, es un referente para esos millones de peruanos que los perciben con desprecio. Ellos creen que ese descrédito político se debe a la labor de los grupos radicales y pontifican, desde sus exclusivos barrios residenciales y en nombre del liberalismo económico, contra el peligro colectivista que acecha al país.
No conocen la historia, no saben que la intervención boliviana en el Perú tiene el antecedente de la Confederación Perú-Boliviana y que el general Andrés Santa Cruz, presidente de Bolivia en 1836 invocó tres razones para intervenir en la política peruana: la geografía, porque Perú y Bolivia son parte de las hoyas del Titicaca y del Madre de Dios; la antropológica, porque la mayoría de peruanos y bolivianos descienden de quechuas y aymaras (además que Lima, la capital del virreinato conserva la herencia colonial del desprecio racial y lejanía del Perú, y paradójicamente la riqueza mineral se hallaba en Potosí, en el Alto Perú); y por último, la histórica, porque Santa Cruz se sentía un peruano con derecho a gobernar el país, ya que luchó valientemente por su independencia.
La confederación fue derrotada por la intervención de Chile, que tuvo como aliados a ilustres peruanos que asumieron como suya la tesis chilena de Diego Portales, la de restablecer “el equilibrio americano” (cfr. Jorge Basadre, Historia de la República del Perú 1822-1933 T. II).
Evo Morales, parece tener los mismos argumentos que Santa Cruz, además de contar con la simpatía y adhesión política de la inmensa mayoría en el sur peruano. Y esta realidad, que disgusta y encoleriza a muchos, se origina en la incompetencia política de los sectores llamados democráticos, que han abandonado a la población. Además están presentes las demandas insatisfechas de esos pueblos, demandas que Evo Morales ofrece resolver; y el que el presidente Vizcarra, sin horizonte político ni histórico, abdica en los hechos de gobernar el País.
El Gobierno le acaba de otorgar a la empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel), el pasado 8 de febrero, la “concesión única” a Entel SAC (Sociedad Anónima Cerrada) para la prestación de servicios públicos de telecomunicaciones en el Perú por un plazo de 20 años. Una resolución firmada por el ministro de Transporte Edmer Trujillo.
El Gobierno puede entregar en estos días la construcción del Gasoducto del Sur, para abastecer de gas a la empresa estatal boliviana Yacimientos Petrolíferos Bolivianos, a siete regiones (Apurímac, Ayacucho, Huancavelica, Junín, Cusco, Puno y Ucayali); este fue un pedido de los gobernadores Aduviri de Puno y Cueva de Moquegua. El objetivo político es demostrar que la tesis boliviana de recuperar los recursos naturales funciona para lograr el desarrollo. Evo Morales ha negociado hábilmente el uso del puerto de Ilo para sus exportaciones que, según el Instituto Nacional de Estadística boliviano, son US$ 3,4000 millones que dinamizarían la economía del sur peruano. Por eso la prisa del Gobierno en habilitar el aeropuerto de Ilo.
Vizcarra y su Gobierno están dando los primeros pasos para consolidar la presencia del Estado boliviano en el sur peruano. Bolivia tiene como objetivo geopolítico consolidar su presencia ideológica en el sur peruano a través de las organizaciones sociales y la diplomacia de los pueblos. Ellas alentarán la autonomía política y económica del gran sur peruano, como la primera fase del nuevo estado sudperuano, como en 1836. Y para comprobarlo solo hay que acudir a la historia.
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