Juan Sheput
El “culto” a la corrupción

Somos permisivos y contemplativos con la corrupción
La corrupción es el tema que domina nuestra agenda de discusión. De manera simplista se le quiere atribuir y endilgar el problema tan solo a la clase política. Es cierto que esta tiene gran responsabilidad; pero si la corrupción domina el escenario es porque hay estímulos, tan numerosos y en tan diversos sectores, que la han convertido en un sistema estructural que se enseñorea en nuestra sociedad.
Es así. Por tanto, debemos entender que si hay corrupción es porque esta es consecuencia de algo, de diversos factores. En primer lugar de una sociedad que es permisiva y contemplativa con ella, que ha hecho del “no importa que robe si hace obra” o del “la sabe hacer” una suerte de culto de la corrupción, pues son frases que pintan de cuerpo entero nuestra actitud hacia los corruptos. Como he dicho en otras oportunidades, al corrupto no le pasa nada en nuestro país. Sigue ejerciendo su profesión sin mayor problema, es aceptado en los colegios profesionales, enseña en las universidades, sigue frecuentando su club y, lo más gracioso, sigue siendo invitado a eventos sociales o embajadas, y es protagonista de carátulas de revistas mal llamadas “de sociedad”. Resulta penoso señalarlo, pero es nuestra realidad. En esta semana, en el cierre de temporada de playas, muchos compartirán días de diversión con vecinos que no podrían justificar su casa de veraneo y que, sin embargo, son aceptados por la vecindad. Hay una indiferencia cómplice que grafica nuestra decadencia como sociedad.
¿Podemos seguir así? No, de ninguna manera. En unos años, de seguir con el mismo drama, seríamos un estado fallido, aquel en el cual la debilidad de las instituciones nos llevaría a caer en manos de poderes fácticos como la delincuencia organizada o la perversidad económica. Es importante reaccionar. Y para ello resulta necesario iniciar algunas acciones.
Retomar a la ética como núcleo de formación profesional. Apoyar al Poder Judicial y a la Fiscalía en sus propósitos investigadores y darles toda la protección del caso. Entender que al ser este —el de la corrupción— un sistema, hay abogados sin escrúpulos y relacionistas públicos que se ponen a su servicio. Que los lobistas y relacionistas sean desenmascarados, pues promueven la falsa inversión, atacan en sus columnas de opinión a quienes se oponen a los despropósitos corruptos; y luego, en el colmo del cinismo, pontifican en las mismas columnas sobre lucha contra la corrupción. La corrupción no tendría posibilidad de éxito sin el concierto, la coordinación, de diversos involucrados, de varios actores. Eso debemos entenderlo.
Hay también hechos que debemos aprovechar. A cuatro años de nuestro Bicentenario esta es una excelente oportunidad para depurar a la clase dirigente. No me limito a la clase política, que quede claro. Me refiero a la clase dirigente, pues toda ella (líderes de opinión, empresarios, políticos, etcétera) son corresponsables de la situación a la cual hemos llegado. Si perdemos esta oportunidad de depurar y mejorar, ingresaremos a nuestro tercer centenario en la misma condición.
Juan Sheput
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