Alejandro Martorell
El clero y su participación en la política
“El sacerdote estará por encima de toda parcialidad política, pues es servidor de la Iglesia”
Intensos desacuerdos, disputas intelectuales, quejosas manifestaciones verbales, juicios exacerbados, opiniones diametralmente opuestas y hondas divisiones ha generado en la sociedad peruana, el pronunciamiento político de la Conferencia Episcopal Peruana sobre la supuesta injerencia e impune transgresión de la ley constitucional de parte del Congreso de la República sobre la Junta Nacional de Justicia. Antes de profundizar en el tópico en cuestión, me parece necesaria la siguiente aclaración, para despejar posibles erróneas interpretaciones.
No sigo la doctrina de Maquiavelo, que consiste en establecer una anulación radical de la moral religiosa, especialmente cristiana en la política. De hecho, me sitúo en la tribuna opuesta, bajo el amparo de vigorosas inteligencias que cuestionaron y combatieron el modo maquiavélico de organizar política y moralmente a la sociedad. Me refiero al sacerdote Pedro de Ribadeneira, al jesuita Claudio Clemente, a Federico el Grande, entre otros. De tal manera, que no pueden acusarme de “destructor consciente de la moral religiosa cristiana en la política”.
Sin embargo, con el incalculable respeto y amor que le tengo a la Iglesia –esposa de Cristo (Efesios 5, 23-24)–, me parecen desacertadas e innecesarias las manifestaciones de la Conferencia Episcopal, pues intervenir en la política coyuntural no es la misión de la autoridad eclesiástica. Mucho menos, su cometido radica en realizar definiciones nada neutrales, acusando un supuesto quebrantamiento de la norma constitucional, cuando esto no es rigurosamente cierto.
Dice el numeral 2442 del Catecismo de la Iglesia Católica (1992): «No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la actividad política y en la organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocación de los fieles laicos». La doctrina de la Iglesia carece de ambigüedades: existen asuntos que son ajenos al estado clerical, y que por tanto deben ejecutar los laicos con responsabilidad, ajustando su conducta al mandato evangélico.
Así también, el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros (1994), redactado por la Congregación para el Clero, llamado ahora Dicasterio para el Clero, dice con notable claridad: «El sacerdote estará por encima de toda parcialidad política, pues es servidor de la Iglesia: no olvidemos que la Esposa de Cristo, por su universalidad y catolicidad, no puede atarse a las contingencias históricas».
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