Juan Antonio Bazan
El analista político de coyuntura (I)
Tiene básicamente dos posibilidades: ser un zorro o un erizo
El analista político cualitativo, y de coyuntura, es como un zorro que, a veces, quiere ser erizo. Este artículo sustenta la siguiente hipótesis teórica: el analista político ideográfico, y de la situación concreta, debe tener conocimiento especializado en ciencia política o sociología política, y conocimiento suficiente en filosofía, lingüística, antropología, historia, literatura y arte. También debe tener lógica y olfato, y las demás habilidades y destrezas del zorro, para moverse como tal, a campo abierto, en la estructura política, en el proceso político, en los extramuros de la sociedad política, y hasta para comportarse en ciertos momentos como erizo. Solo así podría construir sus objetos de estudio. Además, el artículo sostiene que Lev Tolstoi, como intelectual gnoseológicamente fragmentado y en tránsito permanente entre ser zorro y erizo, representa al arquetipo artístico del analista político del cual nos ocupamos.
Isaiah Berlin, en su ensayo titulado “El erizo y la zorra”, establece una tipología, o partición metodológica, de los intelectuales en zorros y erizos. A partir de Tolstoi, y su literaturidad en “Guerra y paz”, que tuvo de historia novelada y de filosofía de la historia, plantea y replantea la dicotomía zorro-erizo. Berlin parte de un extracto del poema de Arquíloco de Paros: “La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante”.
Para los fines del teórico político del siglo XX, y para los fines de este artículo, la personalidad académica del zorro consiste en poseer profundidad suficiente sobre varios tipos de conocimientos específicos, generales y hasta muy generales, y en moverse en espacios amplios y hasta muy amplios. En tanto que la personalidad del erizo consiste en poseer profundidad sobre un tipo de conocimiento específico y hasta muy específico, y en moverse en espacios restringidos y hasta muy restringidos.
Entre los primeros, ubica a Aristóteles, Erasmo de Róterdam, William Shakespeare, Johann Wolfgang von Goethe, James Joyce y, por supuesto, a Aleksandr Pushkin, de quien se ocupa para establecer la diferencia con los erizos; y, entre los segundos, ubica a Platón, Friedrich Hegel, Fernand Braudel y, por supuesto, a Fiódor Dostoievski, de quien se ocupa para establecer la diferencia con los zorros.
A propósito, Berlin ubica a Tolstoi en algún punto intermedio entre los dos extremos, entre el zorro Pushkin y el erizo Dostoievski; y encuentra similitudes por la forma del razonamiento, a pesar de las diferencias por el fondo de las ideas, entre el ecuménico metodológico Tolstoi y el reaccionario Joseph de Maistre. Berlin recrea el perfil académico de Tolstoi, en comparación con los perfiles de Dostoievski, Pushkin y Maistre, para enseñarnos que se estatuyen zonas de tránsito, de intercepción y de gradación, entre zorros y erizos.
En el sentido de Tolstoi, y a pesar de que los zorros y los erizos tienen territorios diferentes y personalidades opuestas: es más posible, más fácil, que un intelectual zorro realice estancias en el arquetipo erizo; y, es menos posible, más difícil, que un intelectual erizo realice estancias en el arquetipo zorro. En el sentido de Berlin, y del paradigma metodológico Tolstoi: el tipo ideal “menos puro” del analista político cualitativo, y de coyuntura, es ser más zorro y menos erizo; en tanto que, el tipo ideal “más puro” del analista político cuantitativo, y de coyuntura, es ser mucho más erizo y mucho menos zorro.
El analista político ideográfico, y de la situación concreta, tiene una personalidad fragmentada y en tránsito. Es como Tolstoi. Personalmente, me defino como un pequeño analista político que es zorro, pero que se comporta como erizo en la construcción de ciertos objetos de estudio: principalmente en la clave teórica y en la lógica de los conceptos. Me sitúo casi completamente en la ciencia política, y me quedo a la mitad del camino de la filosofía y la sociología, al cuarto del camino de la antropología y la historia, y al octavo del camino de la literatura y el arte.
Debo aclarar. Digo “casi completamente” en la politología porque, en cuanto al objeto de estudio ontológico de esta disciplina, radico en la estructura política y en el proceso político, pero me está negado afincarme en la política como resultado. Aún más: quiero ser erizo por las fronteras más próximas a mi formación académica: la filosofía política y la filosofía social, la filosofía de la ciencia y la filosofía del lenguaje, la teoría del conocimiento y, por supuesto, la lógica.
Parece que Tolstoi tenía los pecados originales, o sesgos naturales, del analista político cualitativo y de coyuntura: conscientemente laminaba el mundo, pues obviaba algunos aspectos de la historia, adecuaba la historia a su posición, y hasta padecía de cierta inexactitud. Tolstoi, a contrario sensu del sesgo, en su literaturidad poseía lenguaje empírico, de segundo orden. Esopo, en su fábula “El zorro y el gato”, les da lenguaje a ambos personajes: el gato, que vive en espacios cerrados y hasta muy cerrados, dice: "Yo tengo solo una (bolsa)… y me basta con ella"; en tanto que, el zorro, que vive en espacios abiertos y hasta muy abiertos, dice: "Yo tengo toda una bolsa de trucos”.
Mi maestro, en la Escuela de Filosofía de San Marcos, me contó que en una ocasión le preguntaron a Anatoli Lunacharski por las personalidades académicas de sus discípulos Lev Trotski y Vladímir Ilích Lenin, a lo que Lunacharski contestó: Trotski es un perro de caza, va por delante, descubre los problemas y los suelta; en tanto que, Lenin es un perro de presa, va por detrás, encuentra los problemas y los desmenuza. Mi maestro de creatividad filosófica me recomendó leer el ensayo de Berlin, sobre el que escribo, y me dijo que camine hacia las ciencias sociales porque yo era principalmente un zorro, un perro de caza. Hoy le agradezco: el analista político cualitativo, y de coyuntura, lleva consigo una bolsa de teorías y de lógicas, de tuercas y de tornillos que son como los trucos del zorro que, a veces, quiere ser erizo.
COMENTARIOS