Heriberto Bustos
El ADN de nuestros orígenes y la migración
“Todos somos africanos bajo la piel”

Entendida como el desplazamiento de pobladores desde un lugar de origen a otro destino y que lleva consigo un cambio de la residencia habitual, la migración constituye un hecho que se halla hermanado con la naturaleza humana. La historia del hombre moderno se relaciona con el grupo de cazadores y recolectores, que en total no ascendían a un par de cientos, que migraron de África y de quienes, miles de años más tarde, provendría la población actual de la Tierra: 6,500 millones de descendientes. Diversos estudios muestran que el ADN es idéntico en un 99.9% en todos los hombres; el restante 0.1% es la causa de las diferencias individuales (color de ojos, riesgos a determinadas enfermedades o anormalidades, entre otros).
Spencer Wells, genetista y director del Genographic Project, señala que mediante análisis de ADN se está precisando cómo nos expandimos por el planeta desde un antepasado que salió de África hace 55.000 años. A raíz de sus investigaciones afirma que “todos somos africanos bajo la piel” y que hace 170,000 años vivió en África una mujer (a quien llaman Eva mitocondrial) de la que desciende un hombre (Adán africano) que salió de África hace 60,000 años y del que descendemos todos.
Y como si el ritmo de antaño nos acompañara, en la actualidad el desplazamiento humano es una constante. Millones de personas atraviesan fronteras, como inmigrantes, para instalarse en sociedades diferentes; un catalizador lo constituye la globalización de la economía, que incita el desplazamiento de las personas en busca de oportunidades ofrecidas por el capital internacional, que les son negadas por razones sociales e incluso culturales en sus países de cuna. Las palabras del Papa Juan Pablo II resumen de mejor manera, en términos de preocupación, las causas de este fenómeno: “Cada país debe poder asegurar a sus propios habitantes no solo la libertad de expresión y de movimiento, sino también la posibilidad de colmar necesidades fundamentales, como el alimento, la salud, el trabajo, la vivienda y la educación. La frustración pone a mucha gente en condiciones de tener que emigrar a la fuerza”.
En el día del migrante (18 de diciembre), resulta valedero reconocer, en primer término, que la migración ha posibilitado, en todos los confines del planeta, que diversas culturas convivan en un mismo espacio y se vayan apropiando de modos y formas culturales ajenas, fortaleciendo y asumiendo nuevas características como resultado del mestizaje genético y cultural. En segundo lugar, la importante contribución que millones de migrantes hacen a la economía y al desarrollo de los países en el mundo. Y en tercer término, no podemos obviar los desafíos y urgencias que la migración demanda en términos de atención a la diversidad.
Es momento de concebir a la escuela como un ámbito de ejercicio cotidiano de convivencia intercultural, y de desarrollo de ciertas competencias culturales, cognitivas y valorativas que, al responder a esa realidad, coadyuven al logro de una mayor cohesión social. No obstante, debe señalarse que el cambio de actitudes para vivir en armonía, respetando las diversas culturas, no es solo responsabilidad de la escuela. Por el contrario, se trata de un problema social, económico, político, histórico y cultural.
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