Heriberto Bustos
Educar con el ejemplo
La miseria ideológica nos ata al odio y la confrontación

Si entendemos que la educación constituye uno de los pilares básicos para el funcionamiento de la sociedad –y que su ejecución no es responsabilidad exclusiva de docentes, familia, Estado, sino fundamentalmente de la sociedad– nuestra preocupación por ella debe ser mayor de lo que comúnmente le asignamos. Basta una mirada a experiencias de vida de muchos países para visualizar los beneficios que reporta la ejecución de políticas educativas vinculadas al desarrollo personal y social de sus pobladores. Allí están. por ejemplo, la reducción de tasas de mortalidad y contaminación, el incremento de niveles de inclusión, la práctica de valores, los mayores ingresos económicos y las mejores condiciones de vida, entre otros.
Ahora bien, en el escenario social, los valores y actitudes presentes al interior de las colectividades trasmiten mensajes educativos vinculados al comportamiento (intencionales o no) que, al hacerse habituales moldean el accionar de quienes las conforman. Es el caso de la práctica política de muchas personas, que tras despojarse de su “ropaje” ideológico, manifestarse contrarios a la ética y el bien común, evidencian las ventajas personales que retribuye el delinquir, mostrando el compromiso político como sinónimo de corrupción; he allí, una explicación del por qué el ejercicio de la ciudadanía se ha vuelto anárquico, desordenado y en gran medida oportunista.
Hace demasiado tiempo que Albert Einstein, uno de los científicos más brillantes e influyentes de la humanidad, mostrando inclinación por la educación no solo de los niños sino de la propia humanidad, proclamara: “Dar ejemplo, no es la principal forma de influir en los demás; es la única”; afirmación que constituyendo un postulado (principio que se admite como cierto sin necesidad de ser demostrado y que sirve como base para otros razonamientos) reclama se otorgue a la tarea educativa un rol central en términos de mejores o mayores compromisos con el desarrollo personal y social.
Mientras buscamos, por un lado, estrategias para remediar los aprendizajes perdidos por los estudiantes durante el período de reclusión, que dicho sea de paso afectaron en exceso a los más pobres, dado que las oportunidades se les alejaron al carecer de las herramientas requeridas para el aprendizaje virtual, así como de la calificación docente para esta labor; por otro, con el objeto de acercar a la población adulta a un adecuado proceso de participación ciudadana, emerge la necesidad de abordar la formación política. La primera tarea corresponde a los responsables formales de la educación escolarizada en los distintos niveles; en cambio la segunda, reclama el accionar ético de los partidos políticos, el comportamiento honesto de gobernantes, funcionarios, empresarios y en general de quienes mantienen una estrecha relación con el devenir social, económico y político del país.
Conscientes que educación y desarrollo son aspectos que van de la mano y que todos debemos acceder a éxitos individuales contando con capacidades para aportar al progreso de los demás, atrevámonos a dejar atrás la miseria ideológica que nos ata al odio y confrontación que tan solo aporta ventajas a los más viles ciudadanos, asumiendo la realización de las elecciones regionales y municipales (octubre-2022) como una oportunidad para ubicar la educación como eje del progreso exhibiendo actitudes ejemplares para rescatar la importancia de hacer política, ejecutando cambios individuales, ejerciendo ciudadanía responsable en la conducción del país, participando en la formulación y ejecución de políticas públicas, acercándonos cada vez más a educar con el ejemplo.
COMENTARIOS