Heriberto Bustos
Educación: urgencia política
Para el ejercicio de una ciudadanía responsable

Las distintas acciones que realizamos como integrantes de un determinado grupo social traen consigo una serie de lecciones que deben servir para mejorar nuestras relaciones con nosotros mismos y, ciertamente, con el colectivo del que somos parte. En los momentos actuales, un hecho que resulta ilustrativo lo constituye las últimas elecciones congresales.
Informaciones de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), señalan que de 23 millones de electores hábiles: emitieron su voto válido 14 millones, aproximadamente el 60%; los blancos y nulos fueron tres millones; es decir, cerca del 15%. Y los ausentes fueron seis millones; vale decir, el 25%. Son datos que deben llamar nuestra atención, pues sí a ese 40% de ausentes, blancos y nulos, sumamos –sin ánimo de descalificar– los votos concedidos al Frepap, UPP Y Podemos Perú, que expresan posiciones extremadamente anti sistema, fácilmente nos hallamos frente a un porcentaje considerable de electores que expresaron su disconformidad con el proceso, evidenciando niveles de desinformación y limitaciones en cuanto al ejercicio de una ciudadanía responsable.
Lo señalado guarda estrecha relación con los resultados deficitarios manifiestos del proceso educativo, pues tras 11 años de permanencia en las instituciones escolares, y conforme está previsto en el Currículo Nacional, los egresados de secundaria deberían haber adquirido satisfactoriamente la competencia de convivir y participar democráticamente, que se expresa en la capacidad de deliberar sobre asuntos públicos, lo cual en términos concretos significa que “el ciudadano participe en un proceso de reflexión y diálogo sobre asuntos que involucran a todos, donde se plantean diversos puntos de vista y se busca llegar a consensos orientados al bien común. Supone construir una posición propia sobre dichos asuntos basándose en argumentos razonados, la institucionalidad, el Estado de derecho y los principios democráticos, así como valorar y contraponer las diversas posiciones”(*).
En una sociedad cuyas entrañas son corroídas por la corrupción los valores no tienen mayor significación, los rendimientos académicos no resultan halagadores y las decisiones más trascendentes son asumidas con insensatez. Se reclama a la educación el cumplimiento de sus responsabilidades, situación que debemos enfrentar. Allí asoma, en primer término, la urgencia del Gobierno en cuanto a la determinación de las políticas educativas que ayuden a revertir esta y otras situaciones, asumiendo autocríticamente la necesidad de renovar sus equipos conductores que, al tener prioridades de grupo, esconden sus desaciertos, entreteniéndonos con geniales discusiones como ocurre con la evaluación de los estudiantes, las deficiencias de las instituciones privadas de la EBR, entre otros, mientras el difunto pasa por nuestras puertas. Y en segundo lugar, en el camino de fortalecer la democracia y bregar por el bien común, pone su esperanza y destino educativo en manos de los partidos políticos que en verdad apuestan por algo diferente, advirtiéndoles que eviten “premiar” la mediocridad, reciclando a individuos y grupos responsables del fracaso mencionado.
Conscientes de la relación entre educación y política, se debe transparentar posiciones, propuestas ideológicas e intenciones. Importa hoy, pues, la conformación, constitución o recomposición de partidos, ir involucrando adeptos que serán tales si realmente conocen el verdadero contenido de sus planteamientos. Vaya tarea democrática para los partidos Buen Gobierno, Unidad Democrática de Centro, Nuevo Perú, Todos por el Perú, Alianza Para el Progreso, Acción Popular y otros conocidos.
* Ministerio de Educación (2016) Currículo Nacional de la Educación Básica Regular. Competencia 16 p. 105.
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