Jorge Varela

Eclipse del humanismo cristiano-demócrata

En Chile su sol no ilumina ni calienta

Eclipse del humanismo cristiano-demócrata
Jorge Varela
27 de abril del 2022


Eduardo Frei Montalva decía que “la Democracia Cristiana es una respuesta universal y profunda, una interpretación del hombre y su destino y, como reflejo de ella, una concepción de la persona humana que es la medida del orden social que no puede fundarse ni en el dinero, ni en la clase, ni en la raza, ni en el Estado. En América Latina lo que hay que levantar es al hombre” (
intervención en la Universidad de Notre Dame, revista Ercilla, 24 de abril de 1963) 

La potencia de esta idea se haría corazón joven en universidades, calles, barrios y centros laborales para marchar con fuerza telúrica por pueblos y ciudades bajo el manto de una naciente y luminosa ‘patria joven’. Mas, el transcurso del tiempo esfuma sueños, apaga fervores y consume el fuego de la pasión militante. 

¿Qué sentido tiene adherir hoy a un partido político casi vacío, carente de fe, sin mística, que presume con cinismo su adscripción al humanismo demócrata-cristiano? Es una pregunta que qué va más allá de la contingencia e inunda el ámbito de lo existencial e identitario, permitiendo incursionar por dimensiones filosóficas (pertenecientes a lo óntico y ético-valórico) y analizar temáticas vinculadas a la ortodoxia; incluso relacionadas con la esfera religiosa, donde residen algunas de sus fuentes teóricas primarias de inspiración, salvo que la intención mayoritaria de sus militantes sea abominar hasta del verdadero origen histórico doctrinario. ¿Será que el ‘humanismo cristiano’ ha decaído? ¿O sus falsos seguidores contemporáneos han extraviado el rumbo?


Ocaso moral de sus líderes 

A este penoso proceso es imposible no agregar el evidente ocaso moral de quienes, sin pudor ni vergüenza, persisten en disputarse la conducción de un partido digno de mejor destino, como si fueran enemigos que solo anhelan quedarse con la mayor cuota de entrañas y despojos.

Las ansias de poder, la irracionalidad en el trabajo político concreto, han devenido inevitablemente en conductas erráticas y actitudes nefastas, no solo en errores estratégicos o tácticos. Lo peor son las lesiones insanables infligidas a la fraternidad y los efectos desviacionistas en lo ideológico. 

Si ha habido una colectividad política afectada con severidad por el oscurecimiento cultural durante el medio siglo antecedente, esa es la Democracia Cristiana de Chile. Además, sin líderes de jerarquía real –aunque algunos se han autocalificado de ‘príncipes’–, sin dirigentes dispuestos a sacrificarse verdaderamente por la causa, el deterioro tenía que llegar antes de que el paso del tiempo la carcomiera por dentro. 

“Hoy la DC es una prueba fehaciente, concreta y empírica de la existencia del limbo”. “El problema de la DC no es solo de marcas, es un poco más profundo, es de actitudes. Podríamos irnos todos los demócrata cristianos a otra marca pero si mantenemos las mismas actitudes de hoy día, la verdad no será ningún cambio” (Diputado Eric Aedo, jefe bancada DC, entrevista, radio Bío-Bío, 14 de abril de 2022).


¿La DC es una idea plenamente vigente?

A propósito de príncipes, Ignacio Walker –quien la presidiera– acaba de afirmar en ‘modo yoísta’ que: “yo siempre he pensado que la DC tiene un rol muy importante que jugar en Chile. Desde el punto de vista doctrinario, de su trayectoria histórica, de los valores que profesa, la DC es una idea plenamente vigente”. Su pronóstico actual, minúsculo y oportunista, es: “la DC va a jugar un rol muy importante, con 13 parlamentarios: cinco senadores y ocho diputados” (¿una especie de bisagra dirimente?).

Luego, en tono crítico, expresa que “en los últimos seis años hemos tenido seis presidentes. Ningún partido puede enfrentar una realidad como esa. “Yo espero… que podamos hacer una revisión, introspección y una renovación… para ver si logramos concordar en un tipo de partido que sea coherente con los desafíos del siglo XXI”.

Walker se atreve a más y hace un paralelo con la socialdemocracia europea, ideología a la que se daba por muerta y que hoy gobierna gran parte de Europa occidental, para enseguida deducir: “Yo creo que las ideas están plenamente vigentes pero hay que adecuar el aparato partidario a los nuevos desafíos del siglo XXI, y creo que desde el parlamento, desde la oposición, desde los municipios, desde los gobiernos regionales y desde las ideas podemos hacer una contribución hacia el futuro, entendiendo que el centro está huérfano de representación política, entre otras cosas porque lo hemos abandonado, y que la centro-izquierda es simplemente un casillero vacío, porque por mucho que se diga lo contrario, éste (el de Boric) no es un gobierno de centro-izquierda, es un gobierno de izquierda”.

En un libro coescrito con Ernesto Ottone (ex-asesor de Ricardo Lagos), denominado Cambio sin ruptura: una conversación sobre el reformismo, plantea la idea de renovar el espacio de centro y de la centro-izquierda sobre la base de la convergencia entre socialdemocracia, democracia cristiana y social-liberalismo” (entrevista, radio Bío-Bío, 5 de febrero de 2022).


Cómo rescatar la razón de ser
 

Otro exdirigente que también ha reflexionado acerca del futuro de la Democracia Cristiana es Jorge Burgos (ex-ministro del Interior), quien ha expuesto que esta “debe pronunciarse explícitamente contra aquellas propuestas que ponen en riesgo todo lo avanzado por Chile desde la recuperación de las libertades. Lo primero es defender la unidad de la nación y rechazar la posibilidad de que ella se convierta en un archipiélago de comunidades autónomas. Debe reafirmar su identificación con los fundamentos de la democracia representativa, sostenida en el sufragio universal, que nos iguala como ciudadanos por encima de la raza, la condición social, la religión o cualquier otra diferencia. Debe sostener los ejes de la economía social de mercado, que ha sido fuente de progreso. Debe oponerse a cualquier intento de control estatal sobre los medios de comunicación” (Jorge Burgos, artículo La DC ante el futuro”, La Tercera, 5 de febrero de 2022).

Según Burgos, la DC solo recuperará apoyo ciudadano si muestra autoridad política, lo que está unido a la autoridad moral. “Eso implica precisar las señas de identidad con las que quiere presentarse ante la sociedad… Se repitió tanto que el ‘camino propio’ no era una opción para el partido, que se creó la impresión de que la DC carecía de autonomía y renunciaba a defender su propia visión… Lo ha pagado caro”. 

La DC "tiene que tomar distancia de toda forma de populismo, hablar con la verdad… y atreverse a cruzar el desierto si fuera necesario para rescatar su razón de ser, sus valores y sus propuestas de progreso… No es una vía fácil, pero es la única que puede inspirar respeto”.


La DC está inmersa en un proceso decadente

“La Democracia Cristiana ha venido pasando por un proceso de cierta decadencia, donde no hay ni una estrategia ni un diseño o un relato común” y eso hace que genere dudas de ser o no un aliado confiable porque hay muchas voces, es la opinión del senador Francisco Huenchumilla, personero situado en posturas izquierdizantes. Para él, “se ha cumplido un ciclo” pues ha acabado la relación con el Partido Socialista, que fuera el eje político histórico de la transición hacia la democracia y del trabajo de la Concertación. “Eso termina y se da paso a una nueva coalición donde la DC queda fuera” (diario La Tercera, 26 de enero de 2022).

Según Huenchumilla, al enunciar los desafíos de la DC (en noviembre de 2019), “el primer desafío que tiene es mostrar un partido unido”, mostrar una estrategia común. “Tiene el desafío de presentar una identidad… saber qué pensamos, qué somos los democratacristianos, cuál es nuestro proyecto. Eso se tiene que lograr a partir de un proceso de unidad… Se debería hacer una reorganización del partido en orden a tener una directiva que represente a todos los sectores y que tengamos en consecuencia algo que mostrarle al país, un camino de ruta diciéndoles este es el Chile que nos imaginamos, el Chile que queremos, este es el modelo de sociedad a la cual aspiramos desde el punto de vista económico social, cultural, ecológico etc… El desafío de la DC es la unidad pero al mismo tiempo es la identidad. Pero una identidad clara para que el país sepa que representa exactamente la DC”. 

Para Huenchumilla, la Democracia Cristiana es “un partido que tiene el enorme desafío de salir de la baja y presentarse en el siglo 21 con una cara distinta, progresista, que esté de acorde con los tiempos que se viven y que todavía puede entregar al país algo importante… Eso es lo que tendría que hacer la DC” (Huenchumilla, Cambio 21, 21 de noviembre de 2019).


Una convocatoria divergente y disidente 

“La Democracia Cristiana no debe aspirar a ser ni una minoría dirimente ni una subordinada… La DC de los próximos años, si quiere sobrevivir a los cambios que está experimentando nuestra sociedad y el mundo entero, debe ser capaz de liderar una propuesta de desarrollo que ponga en el centro la solidaridad por sobre la subsidiariedad, reparando las injusticias del actual modelo de desarrollo, planteándose como una alternativa ética capaz de recuperar las confianzas ciudadanas perdidas”, ha planteado otro miembro del partido (Nicolás Mena Letelier, Respuesta a mis camaradas Jorge Burgos e Ignacio Walker”, El Mostrador, 13 de mayo de 2020).

Para ello, “propone construir entre todos, sin exclusiones de ningún tipo, una nueva constitución, en paz y bajo un acuerdo programático común… lo que es –a su juicio– compatible con enriquecer la identidad partidaria, siendo al mismo tiempo coherente con su historia política y con el deber patriótico de superponer por sobre las mezquindades partidarias, el bien común general”.


Cuando el sol ya no brilla 

¿En qué momento se perdió la mística y la épica gloriosa de esa ‘patria joven’? ¡Qué pregunta más ingenua! ¿Qué puede significar para personas carentes de médula espiritual, nacidas en las últimas cinco décadas, la simbología épica de aquella marcha y el contenido de su potente mensaje sembrado en los años sesenta?

¿Qué puede esperar el país y específicamente su juventud, de un ente desmembrado que ni siquiera ha puesto al día su propio constructo doctrinario-ideológico, que ha desechado su proyecto histórico concreto y que deambula extraviado por caminos estratégicos ajenos? La respuesta es una: poco o nada; tan solo penumbras y tinieblas espesas en un universo desértico donde brilla refulgente a su paso el ‘sol’ magnífico de una juventud chilena esperanzada. 


Tareas para tiempos duros

Si la Democracia Cristiana quiere “levantar al hombre” tendrá que marchar de nuevo –como en 1964– junto a quienes estén dispuestos a hacerlo sin esperar recompensa inmediata, con todo su espíritu puesto en la grandeza de una causa justa y noble que merece ser repensada para emprenderla mirando el horizonte como si fuera ayer.

El compromiso no es ni será simple. Las exigencias serán muchas y es imposible mencionarlas detalladamente. Algunas tareas consistirán en:

Rescatar el contenido ortodoxo de sus valores humanistas libertarios y democráticos; replantearse como una verdadera alternativa ética, ideológica, política y estratégica; superar el secularismo relativista que secó su médula espiritual; precisar y redibujar los signos históricos esenciales de su identidad de origen cristiano; defender la vida –sustento de toda dignidad– hasta el último suspiro; encabezar una propuesta al servicio de la persona cuyo núcleo directriz sea la libertad, la justicia, el bien común y la solidaridad; trabajar seriamente en la aplicación de un modelo social-económico de mercado humano digno, solidario; restablecer la convivencia fraterna; renovar el espacio político democrático; redefinir sus fronteras con el centro, la centro-izquierda y la centro-derecha; fundar sobre sus pilares el constructo de un pensamiento político creativo, renovado y seductor para los tiempos duros que vendrán; prepararse para enfrentar la adversidad contingente multiversa, pues no todo puede reducirse al rediseño de alianzas electorales putrefactas y al desenfreno por acceder al poder. Su identidad es básica para su unidad, para reconstituirse, para avanzar con fe en el porvenir y -lo más importante- para “levantar al hombre”, como era la gran aspiración de su líder Eduardo Frei Montalva.

Jorge Varela
27 de abril del 2022

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