Martin Santivañez
¿Dueña de qué? ¡Dueña de nada!

La izquierda derrotada no debería influir en la segunda vuelta
Entre las anécdotas que perdurarán en la historia de las lides electorales peruanas figura, en un lugar especialísimo, el triunfalismo de nuestra progresía en estas elecciones. Está claro que lo cosechado por Verónika Mendoza fue sembrado por Julio Guzmán y que sus ¿veinte? puntos son más el resultado de una carambola política que la consecuencia de una buena campaña. Ciertamente, la capacidad de los “caviares” para curvar la realidad es infinita, pero esta vez el centro y las derechas estuvieron pisando el palito y ayudaron, de manera condescendiente, a elevar por encima de la realidad el liderazgo de la camarada Verónika Mendoza.
Si los ¿veinte? puntos del Frente Amplio son el resultado de una serie de circunstancias que escapan a nuestra progresía, no debemos olvidar que aquello que nace del azar perece malamente cuando se enfrenta a la realidad. Y la realidad de la izquierda no es el paraíso que ciertos medios están pintando. La realidad es que Verónica Mendoza tiene pasivos chavistas y activos radicales. La realidad es que el Frente Amplio está pegado con babas y que muy pronto los caviares practicarán su deporte preferido: la división. Purgarse, dividirse, fragmentarse, ese es el destino de un grupo ideológico que cree firmemente que la lucha sangrienta es el motor de la historia.
El derrotero natural de esta izquierda falsamente victoriosa es la negociación con PPK, la negociación y la infiltración. Es bastante obvio que un sector del ppkausismo anhela ser penetrado por esta izquierda y que intentará pactar incluso firmando acuerdos bajo condiciones desfavorables. Lo interesante es que la izquierda derrotada, la izquierda unida por encima y que no tiene nada sólido, la izquierda que es incapaz de mantenerse en pie ante un bombardeo dialéctico, aspira a presentarse, amparada por los complejos del centro y la derecha, como el movimiento “bisagra” capaz de definir esta elección. Amigos caviares, no se engañen y no engañen al pueblo. El país no necesita de pactos contranatura que garanticen una falsa gobernabilidad. Ustedes, progresistas que no creen en el sistema, mucho menos tienen fe en los acuerdos: nunca los respetan. Si algo nos ha enseñado la historia del Perú es que quien pacta con los camaradas, firma su acta de defunción.
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