Juan Sheput
Desinformar es contagiar
El verdadero liderazgo enfrenta la realidad con la verdad

Escribir respecto a la coyuntura en nuestro país siempre es una aventura complicada, pues los acontecimientos cambian con tal rapidez que resulta muy común quedar desvirtuado. Esta situación es propia de la degradación de nuestro modo de convivencia, que tiene en el sistema político a uno de sus puntales. Los acontecimientos que se desarrollan son tan variados y numerosos que se despliegan desde lo farandulesco hasta el conflicto entre el Gobierno y el Congreso, pasando por la forma como se manejan las decisiones en la lucha contra la pandemia.
Esto último sigue acaparando la atención de la ciudadanía, la cual consume con fruición todo lo que comunique el Gobierno. Como estamos en un país polarizado, prima el pensamiento binario, excluyente; la mayoría del país cree, a pie juntillas, en lo que los gobernantes dicen. Por eso es cruel desinformar, mentir, manipular o decir medias verdades. Un pueblo que confía no merece que le oculten información sobre el número de víctimas del coronavirus, que les prometan bonos que no se entregan o que les anuncien medidas, como salir a correr, que no se pueden ejecutar. Y peor aún que les digan que estamos en una meseta, que es la puerta de salida de la pandemia que nos azota. Un pueblo que “cree” actúa en consecuencia, y genera las condiciones para que ocurra lo que vemos: un relajamiento general de la cuarentena que en la práctica no es otra cosa que la antesala del desastre.
Cuando se gobierna para buscar aplausos, o unos puntos más en las encuestas, se cae en el facilismo de la promesa y del anuncio imposible de cumplir. Para el presidente Vizcarra todo vale en aras de conseguir la confianza instantánea en que todo va a mejorar. Pero luego entra por la ventana el viento de la realidad, y arroja por los aires todos los papeles de la esperanza. Lo dramático es que, como consecuencia de ello, la gente relaja sus controles, se expone al contacto social, disminuye el distanciamiento y sobrevienen los contagios. Anunciar que ya llegamos a la meseta, como se ha dicho en varias oportunidades, equivale a que la gente disminuya sus precauciones y salga a la calle en busca de su normalidad. Ese discurso desinformativo genera más contagios que la informalidad, pues llega a todos los sectores de la población.
Es una lástima. La ineficiencia gubernamental y los errores cometidos no se pueden cubrir con mensajes en las redes sociales o cortinas de humo. Por definición, el liderazgo enfrenta la realidad con la verdad; y cuando se transmite con sinceridad, los pueblos suelen comprender y superan cualquier reto. La historia está llena de ejemplos. Ocultar información o mentir genera el efecto contrario. La situación que padecemos así lo viene demostrando.
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