Guillermo Vidalón
¿Desborde popular en el 2020?
Se ataca a los sectores más modernos de la economía

En 1984, el Dr. José Matos Mar escribió el libro “Desborde popular y crisis del Estado”. En ese texto relata una serie de acontecimientos sociales que demostraban que las transgresiones a la formalidad corresponden precisamente a una estrategia de supervivencia que obliga a un gran sector de la población a buscar un ordenamiento diferente al establecido por el colectivismo y quienes se beneficiaban del mercantilismo impuesto por un Perú oficial.
Dicho desborde/descontento quiso ser aprovechado por los grupos subversivos (léase terroristas) que pretendieron auparse e imponer su propia agenda. Los movimientos populares que enfrentaron la crisis de los ochenta e inicios de los noventa optaron más por el camino reseñado en “El otro sendero” de Hernando de Soto; es decir, la ruta que generó un Perú paralelo para liberarse de las ataduras impuestas por la formalidad, con la finalidad de derrotar a la pobreza en virtud de que ya habían generado sus propios puestos de trabajo e iniciado su ascenso social. A este fenómeno social se le denomina “capitalismo popular”.
Precisamente, el capitalismo popular es lo que más temen los movimientos de izquierda, porque son la demostración palpable de que la mayoría de la población no cree en el colectivismo impuesto desde el Estado, y que prefiere valerse por sí misma para satisfacer sus expectativas. La realidad ha demostrado que los experimentos colectivistas emplean el discurso de la equidad como propaganda política para atraer a ciudadanos poco informados, cuando la verdad es que se constituye en un sistema ineficiente para generar riqueza y no para promover la equidad. Los colectivistas, una vez en el poder, han medrado de él, han sido ineficientes y siempre han buscado perpetuarse.
En la actualidad, los sectores más modernos de la economía –los que convirtieron al país en una “estrella fulgurante” por su rápido crecimiento, generación de empleo productivo, reducción de la pobreza y disminución de la brecha de inequidad– vienen siendo sistemáticamente atacados. Nos referimos a los sectores agroexportador, la pesca, la minería y la energía. ¿Quiénes lo hacen y por qué?
La razón es una sola, la consolidación del desarrollo económico y la caída en los niveles de pobreza y pobreza extrema hacen que el radicalismo de izquierda pierda toda opción política. Por eso, como fieles seguidores de los lineamientos del líder comunista ruso Vladimir Ilich Lenin, repiten una y otra vez que su misión es infiltrarse en cualquier manifestación de descontento popular para “estar en la primera línea de combate”. No para inmolarse, sino para ocasionar la pérdida de vidas humanas y responsabilizar –con o sin certeza– a las fuerzas del orden, tal como ha sucedido con la Policía Nacional del Perú tras la vacancia de Martin Vizcarra, recordemos el audio que registra la voz de uno de los agitadores de la protesta: “Un muerto y se cae Merino”. Es decir, el desprecio total por la vida humana. Algo que debe ser condenado y rechazado desde todo punto de vista.
Cuando desde el ejercicio del poder se obstaculiza la recuperación del orden público y se permite la vulneración de los derechos de los ciudadanos que no participan de las protestas, el resultado es el socavamiento de la gobernabilidad, lo que impide y posterga el anhelado bienestar y el desarrollo de la población más vulnerable.
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